Las mentiras del Gobierno tienen las patas muy cortas
El 4 de marzo, el Foro Asesor del Centro Europeo para el Control y Prevención de Enfermedades celebró una reunión por videoconferencia en la que su presidenta, Andrea Ammon, alertó ya desde el inicio del encuentro de la existencia de nuevos casos de coronavirus sin relación con áreas afectadas y consideradas de riesgo, lo que -advirtió- «podría ser indicativo de que el virus está en la comunidad». Ammon incidió en la posibilidad de una escasez de test de diagnóstico e instó a los países a presentar sus inquietudes al respecto en el Consejo de Sanidad, que se celebró dos días después. Pues bien, en el listado de participantes figuraban Fernando Simón y su suplente, Marina Pollán, directora del Centro Nacional de Epidemiología.
Aquel 4 de marzo, el balance del Ministerio de Sanidad reflejaba 198 infectados en España y un fallecido confirmado, pero la curva de infección apuntaba claramente hacia arriba. El Gobierno ha venido insistiendo desde el comienzo de la pandemia que siempre actuó guiándose del criterio de los expertos y que en las vísperas del 8-M, día de las multitudinarias manifestaciones feministas, no había indicios que hicieran pensar en un estallido del virus. Desde hace meses, OKDIARIO viene demostrando que el Gobierno miente, porque han sido infinidad los documentos que demuestran que el Ejecutivo socialista era plenamente consciente del riesgo que suponía autorizar concentraciones multitudinarias. Este último no hace sino ratificar que el Gobierno de Pedro Sánchez se ha subido a lomos de la mentira para justificar la autorización de una manifestación que se convirtió -aunque el Ejecutivo lo niegue- en una bomba biológica.
Fernando Simón estaba al tanto de la evolución del virus, pero en lugar de recomendar al Gobierno la suspensión de la concentración del 8-M, se permitió incluso afirmar que «si mi hijo me preguntara si puede ir a la manifestación, le diría que hiciera lo que quiera». Una frase que habla por sí sola y que revela que era perfectamente consciente de que el 8-M tenía que celebrarse, sí o sí, por ser la gran bandera ideológica del Gobierno. Simón conocía el riesgo como lo conocía el Ejecutivo al completo. La mentira tiene las patas muy cortas.
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