Opinión

Más Draghi significa menos Sánchez

El informe sobre el ‘Futuro de la competitividad europea’, presentado la semana pasada por Mario Draghi, puede terminar siendo uno más de esos documentos, tan aspiracionales como inservibles, que salen de la burocracia comunitaria. Pero por la altura técnica y política de su autor, el momento en que se emite y el certero diagnóstico de los problemas que lastran el crecimiento económico en Europa, merecería la pena que no terminase guardado en un cajón.

Y eso que Draghi ha evitado ensañarse con descalificaciones ad hominem, pero sí se evidencian en su análisis las políticas e ideologías que han sido especialmente perjudiciales para el desempeño económico en Europa. De hecho, se ve que, para contentar a todos, introduce algunos buenismos y muletillas (del tipo de nuevos planes y fondos europeos generados con deuda común) que no pegan mucho con el resto de conclusiones y soluciones del informe, y que, sin embargo, van a permitir a muchos decir cosas como «veis, eso ya lo decía yo» o «claro, esa es la solución que nosotros siempre hemos propuesto».

A esas cínicas afirmaciones está a punto de llegar el batallón mediático y la brigada de propaganda de Moncloa, e intentarán convencernos de que el estudio supone un aldabonazo a sus políticas. Vamos, lo mismo que hicieron, Bolaños a la cabeza, con el dictamen de la Comisión de Venecia sobre la Ley de Amnistía.

Pero la realidad es muy diferente. El informe señala que el excederse, por motivos más ideológicos que pragmáticos, en el modelo del estado social, ecologista e intervencionista ha sacado a Europa de la carrera por el liderazgo económico mundial. Así se plasma en las tres líneas de actuación que propone para relanzar el crecimiento: la reducción de impuestos y de regulaciones y el impulso a la iniciativa privada para cerrar la brecha de innovación con Estados Unidos y China; un plan de descarbonización y competitividad energética más rentable y menos ideológico; y el fortalecimiento de la seguridad reduciendo la dependencia de terceros para la generación de energía y la obtención de materias primas.

También es evidente el señalamiento de las ideologías y orientaciones progresistas (como les gusta a los socialistas y neo comunistas llamarse) como los principales inspiradores del erróneo modelo de desarrollo. Aunque resulta un poco insólito que no asuma también su parte de culpa, que es muchísima, la Comisión Europea, y en concreto su presidenta Von der Leyen, que ha sido demasiado permeable con la corrección política progresista y los postulados del ecologismo más radical.

En una visión más local, lo que en Europa ha sido un drama en España ha sido una tragedia. Somos el país comunitario que menos ha crecido en los últimos veinte años y no nos olvidemos que los primeros ocho fueron al mando de Rodríguez Zapatero y que tenemos desde hace seis el gobierno más socialista/comunista y más radical de Europa; y, como deja ver Draghi, por ahí nos vienen todos los males.

En concreto, respecto de las tres áreas específicas del informe, en nuestro país prácticamente todos los pasos se han dado en la dirección incorrecta: incremento de costes empresariales y de impuestos (con creación de algunos específicos a sectores claves); regulaciones imposibles para muchas actividades económicas (desde el sector primario a las nuevas tecnologías, pasando por la que hoy nos anuncian para limitar la libertad de información); cierre de las centrales nucleares, reducción de las hidroeléctricas (se están suprimiendo embalses y saltos de agua) y conformación de una parrilla de generación eléctrica ruinosa, con instalación sobredimensionada de unas plantas fotovoltaicas y de aerogeneradores de gran impacto medioambiental y que ya serán viejas e inservibles para nuestros hijos; limitación de la capacidad extractiva de materias primas (con cierre de minas de uranio y litio en Salamanca y Extremadura) o el desproporcionado incremento de la compra de gas ruso.

Y no se ha conformado Pedro Sánchez en hacer el estropicio en nuestro país, sino que en Europa se ha puesto a tirar del mismo carro. Rendida a su apolínea figura y a la necesidad de que el grupo socialista europeo apoyara su reelección, Von der Leyen ha permitido que la radical ministra Ribera impusiera los ruinosos proyectos ecologistas (entre ellos la guerra a las nucleares o la prohibición de automóviles con combustibles fósiles) que lastran el crecimiento, encarecen la energía y aumentan la dependencia, la inseguridad y la vulnerabilidad de la economía europea.

Draghi ha sido muy claro al presentar su informe: «O Europa cambia el rumbo y toma medidas, o comprometerá su bienestar y su libertad». Deja, no obstante, abierta alguna ventana a la esperanza, y apunta a que la pérdida de competitividad puede que no sea irreversible; eso sí, si se dejan las recetas socialistas y se deja de competir con chinos, americanos y potencias emergentes con una mano en la espalda.