La mala salud de hierro de don Faustino, ausente, pero presente
El secretario general de Sanidad, Faustino Blanco, excusó su comparecencia ante la comisión del control del Congreso de los Diputados por motivos de salud. En realidad, no era la primera vez que se zafaba de su presencia en la Cámara Baja. Él y otros tres altos cargos del Ministerio lo llevaban haciendo desde hace meses, hasta que el PP tuvo que invocar al Tribunal Constitucional para que, por fin, se dignaran a rendir cuentas de su gestión en la crisis del coronavirus. Todos, menos Faustino Blanco, comparecieron ayer. El secretario general de Salud volvió a escudarse en motivos de salud para no acudir a la cita.
Y, de pronto, sorpresa. Faustino Blanco estaba allí. No entre los comparecientes, sino entre los asistentes, escuchando las declaraciones de sus compañeros. O sea, por motivos de salud el secretario general de Sanidad volvió a borrarse de la comparecencia y, sin embargo, su supuesta enfermedad no le impidió asistir como oyente.
Los altos cargos del Ministerio de Sanidad se han burlado del Parlamento. El PP tuvo que pedir el amparo de la Mesa del Congreso para que comparecieran, pero nada. Sólo cuando el principal partido de la oposición amenazó con acudir al Constitucional se dignaron, aunque a trompicones, a acudir al Parlamento. Menos Faustino Blanco, todavía «convaleciente de una intervención quirúrgica». Convaleciente, pero con fuerzas suficientes para seguir en directo las intervenciones de sus compañeros.
Lo de Faustino Blanco es un ejemplo más del desprecio sistemático que el Gobierno socialcomunista hace de la sede de la soberanía nacional. Alguien tendrá que explicar cómo es posible que al secretario general de Sanidad se le permita burlarse a mandíbula batiente del Congreso de lo Diputados. Hay que tener un rostro de cemento para excusar su presencia como compareciente y personarse en la sala como oyente.
El socialcomunismo ha pervertido las más elementales normas democráticas y se pasa el Reglamento del Congreso por el arco del triunfo. Faustino Blanco es un ejemplo. Quien está convaleciente no es él, sino el Estado de Derecho.
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