Opinión

Lo que sí y lo que no de la chulicandidata

  • Carla de la Lá
  • Escritora, periodista y profesora de la Universidad San Pablo CEU. Directora de la agencia Globe Comunicación en Madrid. Escribo sobre política y estilo de vida.

Creo que no me creo a Yolanda Díaz. Y eso me apena porque necesitamos una candidata (varias), pero es que tampoco sé si me creo a mí porque hay que sospechar de las propias certezas y de uno mismo, y claro está, de los demás también. Sobre todo, cuando esos demás van de blanco y te cuentan lo que te cuentan impostando tan escandalosamente la voz.

Esa voz, esa voz no armoniza con una mujer de 51 años que lleva toda la vida en el Partido Comunista partiéndose los cuernos con señores norteños y machistas. Esa voz, querida chulicandidata, no se corresponde con esa mujer, y lejos de otorgarte dulzura y credibilidad, parece que se la hayas robado a la sirenita y te hace ver un poco Úrsula (te hablo en lenguaje teletubby del que te gusta).

Por supuesto que se puede una modelar y evolucionar. Y hasta dulcificar… Lo de las mechas lo compramos (yo también llevo mechas) Madonna, Shakira llevan mechas, Marilyn, Evita Perón y Eva Braun llevaban mechas; la mítica rubia Dolly Parton era rubia de mechas. De hecho cantaba un hit en 1967 llamado Dumb Blonde y decía no darse por aludida frente a «los chistes de rubias porque no soy tonta, tampoco soy rubia» (all the dumb-blonde jokes because I know I’m not dumb. I’m also not blond).

Para los que aún lo dudan, científicos de todo el globo han demostrado que no existe relación alguna entre el color de la melena y el cociente intelectual. Es un respiro…

Y lo del cambio estilístico me encanta porque habla de su talento y sensibilidad. Ella misma me contó hace pocos meses cuando coincidimos en la cena de los Planeta que no tenía estilista. Va siempre acertadísima, de traje, joyería, zapatos, cabello y make up. Por eso se lo pregunté. El cambio, desde que llevaba flequillo kale borroka cortado con las tijeras del pescao (y se casó vestida de rojo) es sustancial. «Lo que tengo es mucha ropa», respondió sonriendo.

En persona es cariñosa, gentil, tocona, bonita. En persona no te trata, como hace en público a sus potenciales votantes, como niños, con ese toniquete de profesora de parvulitos, de las que van a parar al psiquiatra más cercano en cuanto suena el timbre.

Me pregunto si Yolanda se cree su comunismo (el problema del comunismo -no me canso de repetirlo- es que nadie está a la altura del desapego material y personal que realmente requiere). Y si es tan madura y honesta como para desconfiar de sí misma, o si por el contrario es tan infantil como para tomarse en serio, y con certeza. No sé quien dijo que la duda es uno de los nombres de la inteligencia.

Ha exaltado a Hugo Chávez y al dictador comunista Fidel Castro, contrarios a las elecciones libres y por esto y otras acciones violadores de los derechos humanos.

Me temo que Yolanda es comunista genética; de las que no dudan, quiero decir, porque mamaron fanatismo, como los derechones genéticos, como todos los que continúan el legado ideológico de sus padres sin preguntas ni fisuras.

Su padre es un histórico sindicalista, militante en el PCE. Desde niña ha tragado comunismo desayuno, comida, merienda y cena. Su tío Xosé Díaz, fue miembro del Partido Comunista de Galicia y diputado por el Bloque Nacionalista Galego. De su casa entraban y salían constantemente camaradas. Cuenta que uno de los mejores recuerdos de su vida fue cuando Santiago Carrillo le dio un beso con cuatro años. Y la despertó a la extrema izquierda como el Príncipe Florian a Blancanieves.. Ella se afilió al Partido en cuanto cumplió la edad reglamentaria.

Y el rojo de labios no se lo quita ni para limpiar los cristales (¿saben que se enteró de que iba a ser ministra de Trabajo mientras limpiaba los cristales de su casa en Ferrol?). Me encanta y se lo aplaudo. Yo también soy adicta a mi barra Rouge.

Recuerdo hace unos años, cuando se comenzaba a hablar en alto del patriarcado en España, cuando el feminismo se convirtió en una moda, en un fenómeno mainstream, justo antes de que Bershka comenzara a vender camisetas de #wecandoit y #metoo… Entonces, el maquillaje era malo, y las feministas de fibra, y de raza y las actrices comprometidas con sus causitas, se sacaban fotos con la cara lavada; ideales, pero sin pintalabios… En fin, no caigamos en el prejuicio imperdonable de creer que sólo los progres se contradicen, la incoherencia es consustancial a los seres humanes.