Lluís Llach y otros carroñeros en Valencia
Estaba viendo el sábado pasado la manifestación en la Ciudad del Turia convocada contra el PP por la izquierda socialista y sus usuales socios de gobierno. Y digo que se convocaba, fundamentalmente, en contra del PP por más que hubiera motivos para reprocharle al presidente de la Comunidad Valenciana que no estuviera a la altura de los pavorosos efectos de esa DANA histórica. Pero sin duda era la clásica y típica manifestación de la ultraizquierda contra su enemigo tradicional y favorito. Y, de repente, un rostro serio de concienciado iluminado apareció en la pantalla y añadió más información al conjunto: ahí estaba esa ultraizquierda sin cerebro y unida, encima, a lo más selecto del secesionismo trasnochado. Y ya saben que hablo, pues lo han visto en el título, del querido y nunca bien ponderado (esta expresión me quedó grabada ya a los diez años de un libro de Los Cinco) Lluís Llach. Lluís Llach et al., o sea, la Asamblea Nacional Catalana.
De verdad, no sé para qué va esa gente a Valencia, con la manía que les deben de tener. Digan que han de justificar las subvenciones que reciben de la Generalitat, tanto en Cataluña como en el «País Valencià», que dudo que Illa se haya atrevido a tocarlas. Incluso me atrevería a afirmar que ha sido contraproducente que asistieran: no habrá dado saltos de alegría ni la propia ultraizquierda valenciana. ¡Y ya no digamos los ciudadanos corrientes, aunque no simpaticen con el PP! Ahora, por lo que a mí respecta, mejor. Lo de Mazón ha sido impresentable. Esa larga comida con una mujer guapa da mala impresión. Pero Pedro Sánchez es el mayor traidor a la nación que ha visto el país en décadas. Y dejó a la gente en el barro para poner en evidencia a sus enemigos políticos. Peor lo segundo sin duda. Por eso me regodeo ante la flagrante y anti estética politización de la movilización por parte del cantautor de los gorgoritos y de su mano derecha, Jordi Pesarrodona. Sin duda deslucieron y desdibujaron un acto que tuvo una asistencia respetable. 130.000 personas, según datos de la Delegación del Gobierno, muchas más que las dos mil (también datos de la Delegación del Gobierno en la Comunidad de Madrid) que se concentraron este pasado viernes frente a la sede federal del PSOE en la calle Ferraz. El PSOE se apresuró a calificar de «marcha negra» la protesta madrileña, que al parecer contaba con «gritos fascistas», «saludos nazis» y cierta parafernalia propia de lo que llaman «neofranquistas encapuchados». Eso dijeron.
Lluís Llach, exdiputado en el Parlament y hombre de Puigdemont, justificó su presencia por una invitación de algo denominado «Decidim» que al parecer cuenta con «compañeros de historia y de futuro». Del futuro de la subvención y del momio, imagino. Estuvo en Valencia a lo que estuvo, pues el sufrimiento de los valencianos sólo le preocupa en tanto pueda exhibirlo como sufrimiento de «uns altres valencians» que lo padecen por estar sometidos al yugo castellano. Aunque ni eso, pues cuando después de la sentencia del procés los suyos destrozaron el centro de las principales ciudades catalanas, con grave prejuicio de la ciudadanía, lo debió celebrar con ratafía. Y ahí estaba sosteniendo una pancarta con el lema (en catalán): «Ni Mazón, ni Madrid, ni Borbones». ¡Qué original! No cabe duda de que la protesta de Valencia, en la que se pedía la dimisión de Carlos Mazón y de su equipo en pleno, fue bastante exitosa, al menos en cuanto a repercusión mediática. Luego ya veremos si políticamente también lo resulta o les sale el tiro por la culata. Yo tengo mis preferencias sobre estas dos hipótesis, como imaginan.
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