Opinión

Kamala Harris y el ‘wokazo’ más grande del mundo

Kamala Harris, probablemente la mujer más poderosa en estos momentos, para muchos la verdadera película de terror a punto de estrenarse, se encuentra en un momento crítico de su carrera política con Joe Biden fuera de combate y a pesar de su mala reputación, tanto fuera como dentro del partido. Sin embargo, el color de su piel y su condición de mujer moderna y aguerrida defensora de los derechos feministas allanan su camino hacia la Casa Blanca (como no han dejado de allanarlo desde que comenzó su vida política, instrumentalizando a los desheredados del mundo, ¿o quizá no es así?).

Despiadada enemiga de la fe y hembrista declarada y descarada (su madre la alimentó de animadversión hacia el género masculino y hacia lo que considera una carga, la maternidad), arrastra una cadena de suspicacias que no conoce límites. Su padre era economista y profesor de la universidad y su madre, una médica que al divorciarse impidió a su exmarido durante años pasar tiempo con sus hijas, generando en ellas una herida que ya es un icono pop (Kamala entiende la maternidad como una categoría de esclavitud contra la que debe combatir).

Sigamos. La madre pertenece a la casta más alta de la pirámide de los cinco estamentos del hinduismo: los Brahmanes, destinados a dirigir los destinos espirituales y políticos del resto de los cuatro estamentos, y bajo ellos, los intocables, que no pueden ni mirar a los ojos a una Brahmana porque serían encerrados hasta morir. En la India, las personas están condicionadas injustamente desde que nacen hasta la tumba, pero Kamala, desde su activismo social de on/off, jamás se acuerda en activismo hiperactivo de estas criaturas que sufren lo indecible.

La observo, sonriente, consistente, fuerte, triunfal, con un discurso tan impecable como sus trajes oscuros de Chloe, y me seduce (como podría hacerlo cualquier narciso o cualquier seductor psicopático, por otra parte). Sonrío yo también, como mujer y defensora de la justicia social y las mujeres, pero Kamala está lejos de ser clara y cristalina, con varias fisuras en su candidatura que podrían perjudicar tanto su campaña como las posibilidades del Partido Demócrata. ¿Será Mrs. Harris la Mao Tse-tung del siglo XXI con tacones y bonitas arengas en favor del medio ambiente?
Y no soy yo, ¿qué importaré yo? En efecto, Kamala no es percibida como la mejor candidata dentro de su propio equipo. Ni creo que las mujeres estadounidenses se identifiquen con ella ni con aquello a lo que ella se debe, ¿rencor?

¿Y a qué se debe esta mujer que se dice inmigrante afroamericana y es hija de un matrimonio de triunfadores de clase alta que nació en la élite económica e intelectual y después ha rentabilizado mejor que nadie su aspecto y esa historia épica sobre inmigrantes menesterosos?

Me cae bien Kamala, pero me cuesta creérmela como me cuesta creerme a cualquiera de los poderosos del mundo. Me refiero a las razones por las que operan, más allá de la búsqueda del poder y la satisfacción de un ego descabalgado. Hombres y mujeres. ¡Qué más da!

¿Es la estilosa Kamala un tornado que viene a arrasar con los derechos de los librepensadores en un totalitarismo infinitamente más eficaz e implacable que los peores agoreros augurios que nunca soñaron Orwell y Asimov?

Uno de los principales problemas que enfrenta esta pretendida «mártir de los afroamericanos» es su percepción pública. Como senadora, Harris fue vista como una política fuerte y segura, con una habilidad notable. Sin embargo, su desempeño como vicepresidenta se ha desplegado de forma cautelosa, desconectada e hipócrita. Esta inconsistencia ha dejado a muchos votantes preguntándose si Harris (y sus sponsors) tienen la capacidad de liderar el país (mejor que Biden, desde luego).

Además, su enfoque agresivísimo en temas como el derecho al aborto (sin plazos) puede no resonar con un electorado más prudente y cuerdo. ¿Estamos ante una elección justa (dicen que Kamala fue la primera fiscal de California y la más joven, así como la más enchufada y menos preparada) o tenemos frente a nosotros a la candidata más woke posible en el escenario de un planeta woke y unos Estados Unidos donde el wokismo es una caricatura de sí mismo?

La presencia de Harris podría alienar a votantes moderados y conservadores, e incluso a algunos demócratas tradicionales que no se sienten representados por un enfoque tan (trepa) progresista. La percepción de que Harris es una figura oportunista y polarizadora, más que unificadora, y la percepción de que su nominación puede estar más motivada por una agenda de inclusión extrema y grosera que por su capacidad de liderazgo, podría debilitar su capacidad para construir la coalición diversa y unificada que es necesaria para ganar en 2024. Y para un gobierno estable y fructífero.

¿Es la candidatura de Kamala un majadero intento de cumplir con una cuota de diversidad o está legitimada por sus méritos y habilidades? Harris aún no ha logrado consolidar un mensaje claro y coherente que pueda atraer a una amplia gama de votantes. Y en el contexto post disparos a Trump, donde los demócratas necesitan una marca potente, una lovely brand, indestructible como la Coca-Cola y amable como un donut de azúcar, para enfrentarse a un campo republicano lleno de energía, las debilidades que expongo podrían ser desastrosas.

Kamala Harris enfrenta un camino complicado hacia la presidencia (como cualquier candidato, mucho peor si es mujer, ¿qué habrá hecho para llegar allí, o mejor, qué no habrá hecho?). Su ascenso a Fiscal General fue notable por su juventud, y muchos sugieren que la influencia de su relación amorosa con Willie Brown, el entonces alcalde de San Francisco, 31 años mayor que ella, pudo haber jugado un papel importante en su nombramiento y posterior ascenso.

¿Superará Kamala estas fisuras y ganará el pulso a Mr.Trump? ¿Apoyará el electorado sus promesas? El 10 de septiembre debate entre los dos. ¡Este día sí que promete!