Opinión

La izquierda creía que la calle es suya

  • Graciano Palomo
  • Periodista y escritor con más de 40 años de experiencia. Especializado en la Transición y el centro derecha español. Fui jefe de Información Política en la agencia EFE. Escribo sobre política nacional

Durante la Transición, la izquierda española, especialmente la referida al Partido Comunista, creía que la calle era suya, sobre todo después de que el ex ministro de la Gobernación, Manuel Fraga, dijera a Felipe González y al también dirigente socialista, Luis Gómez Llorente, que no se les ocurriera ocupar la calle.

Durante muchos lustros, la calle y la izquierda fueron conceptos íntimamente ligados. Siempre que había un desacuerdo, esa izquierda, ya fuera política, sindical, social o cultural, amenazaba (y generalmente cumplía) con la protesta en la calle.

De ahí que sorprenda tanto el miedo que el sanchismo y demás compañeros mártires en el reparto del poder esté tan acollonado ante las persistentes manifestaciones ante sus sedes. El columnista debe escribir y escribe que se pueden llevar a cabo dichas protestas, pero con elegancia protestativa y, en cualquier caso, sin ningún elemento de violencia. La violencia, aún la de baja intensidad, sólo está beneficiando a Sánchez y a sus cuates.

Lo esencial desde el punto de vista sociológico es comprobar cómo la izquierda ha perdido la calle. Y la ha perdido porque antes se ha dejado por el camino la mínima decencia, la coherencia y el respeto a la palabra dada. Prueba de ello es que Sánchez no puede pisarla so pena de sufrir la ira de los ciudadanos. De ahí esta pregunta: ¿Puede gobernar el país un señor al que los ciudadanos, en manifestación cívica y pacífica, le dicen permanentemente no?

Esa calle lo que peor lleva es la mentira reconociendo en ese predio al gran campeón: Pedro Sánchez Pérez-Castejón. Y esa calle es la que le está diciendo permanentemente que ha ganado una votación en el Congreso de los Diputados, pero no ha convencido. Ni convence ni convencerá. Así como la libertad y la igualdad, la calle ha pasado a otras manos.

Definitivamente, el autor cree que Sánchez, en su locura de poder, no ha calculado bien los efectos que su entrega a los enemigos de España tendrán para la nación, para los ciudadanos y para él mismo.