Italia: más de lo mismo y peor que nunca
Como cada vez que se forma un nuevo Gobierno en Italia, en las calles de mi país siempre se respira un aire que huele a resignación, resentimiento, odio y otras emociones negativas que tienen el poso atávico de lo inevitable. No, no se trata de la sensación de que la política no sirva para nada y de que los políticos sean, todos ellos, corruptos. Es simplemente que en el ADN del país se ha instalado el convencimiento de que esta lacra representada por la mala política es parte ya de nuestro destino, de que el hartazgo ha dejado paso a la sensación de que no hay más alternativas.
Mirándolo con perspectiva y desde fuera al menos uno tiene la oportunidad de poder criticar e incluso de enfadarse sin la sensación de estar cegado por la inercia y la sumisión que podría alterar nuestro foco si viviera todavía en Italia. Los italianos, una vez más, tienen muy claro que tendrán que buscarse la vida como puedan. El Gobierno y los políticos piensan en sobrevivir y guardar sus sillones. En ganar unos sueldos que están entre los más altos de Europa y en rodearse de amiguitos de confianza que puedan ayudarles a mantener su statu quo.
Un ejecutivo fotocopiado
Con el nombramiento del nuevo primer ministro Paolo Gentiloni, y tras la formación de su nuevo Gobierno, la sensación es de que esta vez el cabreo irá más allá de la simple resignación. Sólo cuatro de los 18 mosqueteros elegidos son nuevos. El resto forma parte del pasado. Matteo Renzi ha dejado su puesto pero se ha cuidado bien de que en el nuevo ejecutivo no haya voces discrepantes con su ideología y con sus objetivos. Una vergüenza difícil de aceptar tras un año de campaña electoral que ha dividido al país y que ha llevado, más que nunca, a la confrontación entre los italianos. Como si de un equipo ‘Renzi bis’ se tratara, este nuevo Gobierno quizás agrade a Bruselas por ese aire de continuidad que siempre gusta en los pasillos de la Unión Europea.
Sin embargo, en las calles ha caído como un jarro de agua fría. Cunde la sensación de que se trata de una tomadura de pelo que dejará huella. Lo más patético es que la mayoría de los nuevos-viejos ministros se habían comprometido públicamente a dejar la política si perdían el referéndum, una de las muchas supuestas amenazas escuchadas a lo largo de una sucia campaña orquestada para que se abriera camino entre los ciudadanos la idea de que, en el caso de ganar el ‘no’, en Italia hubiera llegado el Apocalipsis disfrazada de populismo. Sí, porqué en Italia, como en otros países, la palabra populismo se usa como un enorme basurero donde los supuestos alférez de la política tradicional tiran todas las ideas o los planteamientos que no gustan.
De repente, populistas son los que piensan de forma diferente, una deriva peligrosa que reduce la política a la nada. Como consecuencia de todo ello, la oposición está más cabreada y más unida que nunca pidiendo elecciones anticipadas y la corriente del PD enemiga de Renzi ha hecho ya una llamada a la rebelión. Dicho lo cual, Italia se encuentra con su cuarto gobierno seguido NO elegido por los ciudadanos y siendo, una vez más, un problema para la ya inestable economía y política comunitaria. Un gabinete, en suma, que para el Movimiento 5 Stelle y la Liga Norte es una ofensa a los ciudadanos honestos y la fotocopia fea de un equipo gubernamental sin meritocracia alguna, donde se ha premiado únicamente la amistad y la fidelidad al decapitado políticamente Matteo Renzi.
Economía de mal en peor
En Bruselas preocupa mucho que la recuperación económica de Europa dependa en gran medida de la situación en Italia. El país transalpino es la tercera nación más importante del continente pero su economía se ha estancado y, después de algunos meses de una leve mejoría, en los dos últimos trimestres se ha registrado un crecimiento cero. La razón principal del estancamiento está en la industria, que retrocedió un 1% con respecto al año anterior. Una tendencia absolutamente contraria a la de la mayoría de las economías comunitarias y que sonroja a un pueblo con una tradición industrial y emprenditorial única en Europa. Incluso, el tan aclamado ‘Made in Italy’ y la exportaciones que han mantenido con vida al país dan señales de estancamiento.
El colapso bancario
A esto hay que unir los problemas del sistema bancario, enfermo desde hace muchos años. Una situación que se ha hecho dramática durante el último año y que hace casi inevitable pensar en la necesidad de un rescate bancario. En la cumbre de este tipo de desastres está Monte dei Paschi di Siena. En otro momento uno de los buques insignes de la Banca italiana.
Tras la debacle electoral de Matteo Renzi, en Europa parecen resignados a la necesidad de salvar el sistema bancario italiano antes de su colapso y aceptar la vuelta a la inestabilidad después de dos años de una supuesta estabilidad política que no ha sido nunca tal, sino solo cosmética. Y es que el ya exprimer ministro no cumplió con casi ninguna de sus promesas de recuperación económica. Tampoco el paro han registrado mejoras importantes. Todos los indicadores económicos nos dicen que el país seguirá estando a la cola del crecimiento en los próximos meses, quizás años.
Resignación letal y rebeldía
Se acerca la Navidad y en Italia, como desde hace ya demasiados años, la sensación es de un claro empobrecimiento de la clase media. Una mayor brecha entre el rico norte y un mezzogiorno cada vez más resignado a seguir formando parte del grupo de las zonas más pobres y deprimidas de Europa.
Un sentimiento de precariedad inoculado como un virus letal en el modus vivendi de un pueblo que no renuncia a comerse un amargo panettone, versión de nuestro navideño turrón español, pero que al menos promete mayor rebeldía que antes. 2017 será un año caliente en el país transalpino. La oposición empujará hacía elecciones anticipadas, la UE buscará trabajar junto al nuevo ejecutivo para dar estabilidad y el nuevo Gobierno intentará sobrevivir… ¡El deporte nacional entre los políticos italianos!
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