Opinión

Iglesias: bolivariano… e indepe

Pablo Iglesias sigue adelante con su plan para tratar de destruir la estabilidad de España. El pacto que firmó junto con Oriol Junqueras y Xavier Domènech en casa del millonario trotskista Jaume Roures ha tenido este jueves un nuevo capítulo que así lo certifica. Podemos ha decidido recurrir la aplicación del artículo 155 de la Constitución en Cataluña y con ello se alía con los golpistas de ERC y PDeCAT. Algo que ha vuelto a crear un cisma en la formación que dirige, donde un amplio sector critica la decisión del secretario general: «Quiere arañar votos de ERC y se olvida de España». Más allá de una estrategia puntual para ganar votos entre el electorado más radical de cara a las próximas elecciones autonómicas del 21 de diciembre, este paso obedece al plan que supervisa el padrino Roures para tratar de desestabilizar nuestro país y así poner contra las cuerdas la monarquía parlamentaria que se instauró en 1978. Sistema que ha propiciado, por otra parte, el mayor periodo de paz y prosperidad de toda nuestra historia.

Iglesias no aprende a pesar de que su partido se despeña día a día, y cada vez más, en todas las encuestas. Empeñado en implantar en España los postulados bolivarianos de su principal fuente de financiación, Venezuela, hace todo lo que está en su mano para poner en jaque la estabilidad y la prosperidad de nuestro país. Afortunadamente, los españoles ya se han dado cuenta de la realidad que acompaña a los podemitas. No es de extrañar, por tanto, que Iglesias sea el líder peor valorado entre las grandes fuerzas políticas que cohabitan en el Congreso de los Diputados. Una vez más, ha dado la espalda a la Constitución, al resto de formaciones y al conjunto de los españoles. Mientras todos han tenido el sentido de Estado para apoyar la aplicación del 155, él se opone y muestra una vez más una consciente irresponsabilidad que lo invalida como representante público. Poco le importa a Pablo Iglesias la inseguridad jurídica que reina en Cataluña tras el golpe de Estado independentista. Quizá lo prefiera, incluso, ya que sin inestabilidad su credo político basado en la confrontación y la decadencia no tiene ningún sentido.

De ahí que sea capaz de apoyar a los mismos que han propiciado que 2.842 empresas hayan salido de la comunidad autónoma. Una diáspora masiva que ha llevado aparejada un tremendo impacto tanto para el empleo —el paro subió en la región a niveles de la crisis durante el pasado mes de octubre— como para el crecimiento económico. No obstante, y por mucho que Iglesias se alíe con las fuerzas sediciosas —’vía Roures’ mediante—, su recorrido es corto. Cataluña es la única plaza en la que aún tiene opciones de ser relevante. Algo que pueden evitar la mayoría de españoles que creen en la Constitución si el próximo 21-D van a votar en masa a los partidos constitucionalistas. Entonces, sería el principio del fin para los golpistas y también para todos sus aliados, incluido Pablo Iglesias. El resto de España nunca olvidará que haya dado su apoyo a aquéllos que quieren acabar con la unidad y la prosperidad del país.