Good bye Lenin… Hello Stalin
Pablo Iglesias y su soberbia nunca perdonarán el pulso público que ha planteado Íñigo Errejón durante los últimos meses. El final de Vistalegre II ha dado el pistoletazo de salida a la gran purga en Podemos. Como si fuera un remedo de Stalin, Iglesias se retrotrae a la década de 1930 y copia los modos represivos del Partido Comunista de la Unión Soviética. Valiéndose de sus colaboradores, y de órganos internos como el cuestionadísimo Comité de Garantías, perseguirá a todas las voces críticas del politburó podemita hasta imponer el silencio total. Este mismo miércoles ha dimitido el secretario general de la formación en Zamora, Braulio Llamero, sugiriendo que sería purgado en breve. Un destino que también espera a Errejón por mucho que compartiera pupitre, libros y anhelos con el amado líder. En política, la ambición no tiene memoria ni entiende de recuerdos. Casi como si estuviera viviendo su particular ‘Good bye, Lenin’, el hombre que soñó con un Podemos mayoritario, moderado y cercano a la socialdemocracia ha despertado de manera abrupta a la realidad y ahora se encuentra como un extraño dentro de su propio partido.
Los pablistas, al grito de «traidor», piden su expulsión vía change.org y utilizan las redes sociales para adherir voluntades y partidarios. La masa de corderos políticos pastoreada por Iglesias amenaza la estela de Íñigo Errejón, un hombre cuyo futuro en Podemos huele a chamusquina. No sólo es la petición en ese foro. En un ejemplo más de su defenestración paulatina, pronto dejará de ser portavoz parlamentario, una de sus actividades preferidas. La excusa para su relevo será la «cuota femenina», esa hipocresía orgánica que tan poco tiene que ver con el mérito y que flaco favor le hace al verdadero valor profesional e intelectual de las mujeres. En este caso, el cambio será un mero pretexto para castigarlo, al tiempo que aupará un poco más a Irene Yoko Ono Montero o, en caso de que quieran disimular, a cualquier otra representante que sea adepta incondicional al régimen de Pablo Iglesias.
Con este panorama de radicalidad y represión interna, Podemos puede dar por perdida cualquier posibilidad de hacerse con el electorado de centroizquierda desencantado con el PSOE. Vistalegre II no sólo ha significado el principio del fin para Errejón sino también para el propio partido morado. La mezcla de populismo bolivariano y modos soviéticos convierten a Iglesias en un político tan rancio que casi parece un anacronismo en pleno siglo XXI. Cada uno es muy libre de destruirse como crea oportuno pero los militantes de Podemos han iniciado un viaje a ninguna parte con Pablo Iósif Iglesias a los mandos.
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