Opinión

Los golpistas calientan el 1-0

Los golpistas catalanes pretenden crear una nueva nación a base de ilegalidad y enfrentamientos en las calles. El día a día de Cataluña se ha convertido en una sucesión de escenas violentas y no ha hecho más que comenzar. He ahí la imposibilidad teórica y práctica del procés: está impulsado por políticos inútiles —repudiados por la comunidad internacional desde la Unión Europa a Estados Unidos—, radicales que intentan edificar una nueva sociedad pero a base de coacciones y cimientos anticonstitucionales. No es de extrañar que hayan recurrido al etarra Arnaldo Otegi para que apadrine este golpe de Estado. Mientras el Gobierno de Mariano Rajoy pone flexibilidad y determinación para que se cumpla la ley sin altercados, los independentistas están consiguiendo que la región se parezca cada vez más al País Vasco de los peores años cuando, como ahora en Cataluña, la libertad estaba en peligro de extinción. Entonces, la amenaza terrorista y la violencia constante de la kale borroka engendraban pavor en el pueblo vasco y secuestraban la democracia. Hacia ese precipicio civil caminan los catalanes.

¿Qué legitimidad puede tener un referéndum ilegal que además de ir contra la Constitución coarta la voluntad de los ciudadanos? Los prosélitos de la CUP —el brazo político de los violentos en el Parlament— utilizan el modus operandi del «conmigo o contra a mí». Así, señalan a cualquiera que opte por respetar la legalidad vigente y tratan de intimidar a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado con continuos escraches. El trabajo de propaganda de los antisistema lo completan las huestes juveniles de Arran, encargados de sembrar las calles de violencia. Con este panorama, se multiplican imágenes como las que hemos visto este martes, cuando un secretario judicial ha tenido que entrar encapuchado en la sede de Unipost en Tarrasa (Barcelona) para inspeccionar un lugar donde había tarjetas censales destinadas al 1-O.

Este contexto es el mundo al revés dentro de un Estado de Derecho como el que articula España. La justicia, los agentes y demás servidores de nuestra democracia tienen que esconder su rostro para poder tener una vida medio normal sin que ningún indeseable trate de arruinarla. Los golpistas demuestran día a día que la democracia es un concepto ignoto para ellos y que están dispuestos a llegar hasta las últimas consecuencias para conseguir un referéndum ilegal, aunque sea a base de sangre y violencia. La ley ha de prevalecer ante cualquier acción visceral. El Gobierno hace bien en perseverar en su línea de rigurosa moderación y en apoyar a los agentes que se han desplazado expresamente hasta Cataluña para garantizar que la libertad y la democracia sigan vigentes a pesar de que los violentos traten de erradicarlas con unas acciones que sólo han dado los primeros coletazos.