Opinión

Felipe VI y su familia: el mejor legado del Rey que parte

  • Teresa Giménez Barbat
  • Escritora y política. Miembro fundador de Ciutadans de Catalunya, asociación cívica que dio origen al partido político Ciudadanos. Ex eurodiputada por UPyD. Escribo sobre política nacional e internacional.

Poco es lo que se diga del peor, del más nefasto presidente que haya tenido España. Que haya formado su Gobierno con los que antes le inquietaban tanto como para “no dejarle dormir” ya nos evidencia que ni sus conciudadanos ni su país le importamos un pimiento. Nos estremecemos ante su falta de voluntad para marcar como debería a su antes atemorizante vicepresidente, Pablo Iglesias. Desolados por el golpe a la Corona que ha supuesto el irresponsable final de un monarca a quien le debemos una encomiable primera etapa, nos cuesta aún más aguantar la repugnante campaña desestabilizadora de este chavista colocador de churris.

También en Cataluña es mejor no poner la radio ni la televisión. Seguimos como siempre o peor, y los oportunistas están echando el resto en su campaña para demoler al máximo símbolo del consenso y el pacto social desde 1978.  La repugnante y sobrefinanciada TV3 trata a Juan Carlos I de “huido” mientras califica a Puigdemont de “exiliado». Al parecer el padre del Rey se ha largado en algo aún más mafioso y clandestino que un maletero y no lo sabemos. Sin contar el oprobio de ver que quienes no dejarían nada en pie en Cataluña si eso les acercase un milímetro a su lunática independencia se arrogan el derecho de hablar por todos exclamando que “Cataluña no es monárquica”.

Yo ignoro si “soy” monárquica, pero sé que el país nunca conoció más seguridad, progreso y prosperidad que desde la reinstauración de la Corona. Y que nunca ha sido más necesaria que ahora una institución que representa el nudo de conexión de todos los españoles. Así que, si no lo “somos”, muchos “estamos” monárquicos, que es la mejor manera de apostar por la razón, el consenso y el principio de realidad a mediados de este año desgraciado.

Si las fuerzas más reaccionarias tuvieran éxito, sería el camino hacia la ruina de España, desintegrada en 17 soberanías o las que inventasen, en un proceso de destrucción de todos los lazos históricos y de afectos que más de 500 años nos han dejado como legado.

Es sangrante que los que llevan semanas tratando de apartar a Juan Carlos I de su sucesor (tanto los que buscan el mal menor como los que parten del puro encono), ahora digan que se ha “fugado”. Si no lo ha hecho Jordi Pujol, que era el cabeza de una monarquía extra oficial (ésta, además, saqueadora de los dineros de los españoles), tampoco necesita hacerlo el Rey, cuyo proceso seguirá su curso.

Ni Zapatero, ni Sánchez, ni Pablo Iglesias harán nunca nada por España. Emilia Landaluce recuerda en un artículo de hoy en El Mundo a esa tierra “ilusionada que surgió en los 80, en la que reunir a Pilar Primo de Rivera y a Líster no era blanquear al franquismo” sino poner de relieve la reconciliación a la que tanto el Rey Juan Carlos y la familia Real contribuyeron en aquellos tiempos con sus giras por el país estrechando las manos de españoles de toda condición.

Juan Carlos I dejará Zarzuela y tal vez el país, pero Felipe VI y su familia continuarán con giras muy similares que esta vez deberán tener en cuenta el confortar a quienes como yo seguimos siendo víctimas de nacionalistas y separatistas.

Pedro Sánchez tenía razón en lo de no poder dormir. Sólo que el sujeto potencial de este malestar nunca fue él sino el ciudadano de a pie. Así dormirá felizmente en La Mareta o en cualquier lugar del patrimonio nacional que le recuerde lo que más le importa: que tiene el poder y que no piensa perderlo. Las pesadillas las vivimos los demás. Es difícil aceptar que tu presidente te haga eso.