Feijóo y la relación con Marruecos: lealtad mutua, estabilidad y transparencia
La decisión de Alberto Núñez Feijóo, anunciada durante su entrevista a OKDIARIO, de que -en caso de alcanzar la Moncloa- su primer viaje oficial como presidente del Gobierno será a Marruecos tiene una importancia que va más allá de lo simbólico, pues representa una vuelta a las coordenadas de estabilidad diplomática que necesita la política exterior española, lejos de los vaivenes que han caracterizado al Gobierno de Pedro Sánchez. Y es que la relación del Gobierno socialcomunista con Rabat ha sido todo un ejemplo de incoherencia. Cuando fue nombrado presidente del Gobierno sorprendió que el primer viaje de Sánchez no fuera a Marruecos, como dictaba la tradición. No hubo demasiadas explicaciones. Ni entonces, ni cuando decidió de forma unilateral cambiar la postura de España en relación con el Sáhara. Ni cuando se frustró el encuentro entre el rey de Marruecos y el presidente del Gobierno durante la Cumbre de Alto Nivel en Rabat. La opacidad del Ejecutivo con todo lo que respecta a Marruecos ha sido una constante desde que fue investido presidente, con episodios surrealistas como el de la furtiva y clandestina llegada a España del líder del Frente Polisario que desató la indignación de Rabat y la llegada masiva de marroquíes a través de la frontera de Ceuta, o la trágica avalancha que se cobró hace un año la vida de decenas de personas en Melilla. Todo, en suma, ha sido un ejercicio flagrante de contradicción, una política compulsiva que urge volver a situar en los parámetros de la normalidad. Y eso es lo que pretende Feijóo.
La falta de transparencia y los gestos insólitos de nuestra política exterior en relación con Marruecos demuestran el desequilibrio que Sánchez ha causado en las relaciones bilaterales con la nación vecina, sometidas a un frenético y desquiciado juego de idas y venidas, desmentidos, medias verdades o rotundas mentiras. En suma, todo lo contrario de lo que demanda la sensatez y cordura en la política exterior.
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