Feijóo, a la búsqueda del voto femenino perdido

Muy manidas están las razones por las que el PP perdió las elecciones que ganó el 23 de julio. Pero no por ello deja de ser menester recordarlas, básicamente, para evitar que se repitan en una nueva contienda electoral. Que me temo se repetirán porque los de Génova 13 tienen inyectado en su ADN un gen no sé si masoquista, si tontaina, si masoquista y tontaina a partes iguales, que les hace caer como benditos pichones en todas las trampas que les tiende la izquierda. Cuatro razones provocaron el gatillazo de una noche en la que no estaban previstas las celebraciones toda vez que cinco días antes ya sabían que el autócrata se acabaría llevando el gato al agua. Sea como fuere, ahí van los cuatro motivos de un apocalipsis que ha sumido a los españoles de bien en una resignada depresión:
—El plantón de Feijóo al segundo debate en el que dejó solo ante el peligro a Abascal y en el que Sánchez cedió los trastos y el protagonismo a una Yolanda Díaz desplomada en las encuestas en una jugada tan efectista como efectiva y generosa.
—Las guardioladas, que no sólo cortaron en seco la progresión popular sino que movilizaron y llenaron de razones a una izquierda que daba como inevitable el cambio. Guardioladas que irrumpieron cual elefante en cacharrería en el ecuador de la campaña y que representaron un cambio de tendencia. De entonces en adelante ya no levantaron cabeza.
—Las contradicciones del presidente del PP entre el maravilloso lema electoral, «Derogar el sanchismo», y la advertencia de que el primer partido al que llamaría para pactar tras las elecciones sería «el PSOE» que, como es bien sabido, comanda un tal Pedro Sánchez.
—Las apelaciones a «antiguos votantes de Podemos arrepentidos».
Los de Génova 13 tienen que evitar volver a cometer los mismos errores que les llevan a caer en todas las trampas que les tiende la izquierda
Pero hay una de la que poco, por no decir nada, se ha hablado y que está comprobada empíricamente sobre la base de los resultados electorales mesa a mesa y a las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), que no es lo mismo que a las basuras que cocina el malversador José Félix Tezanos. Que una cosa es lo que le sale al amiguete de Pedro Sánchez y otra bien distinta lo que se publica. En la recogida de datos son los mejores por una elemental razón: hacen más encuestas que nadie y tienen funcionarios que llevan toda la vida en ello y, consecuentemente, se las saben todas. No les voy a decir ni a contar lo fácil que es tirar con la pólvora del rey.
Estas reflexiones, que obran en mi poder, concluyen para empezar que el PSOE arrasó en un caladero históricamente en manos del PP: el de los jubilados de 65 a 80 años. Y, como es habitual, Sánchez lo hizo con cargo a nuestros impuestos con ese subidón de las pensiones para este año del 8,5% en sintonía con la inflación registrada a 30 de noviembre de 2022. Donde el PP aún mantiene la primacía es entre los octogenarios que si bien es cierto que también vieron cómo sus derechos adquiridos engordaban un 8,5% no lo es menos que tienden a ser más conservadores en el sentido sociológico, que no ideológico, del término.
En los estratos de lo que en el mundo comercial se denomina población con mayor capacidad de consumo, es decir, las personas entre 30 y 60, el Partido Socialista y el Popular están empatados en preferencias entre las mujeres y en el voto masculino vencen ligeramente los de Feijóo. Hasta ahí todo dentro de lo normal, de lo esperado y de lo que tradicionalmente ha sido moneda de uso corriente en la eterna pugna entre el antaño centroizquierda y ahora izquierda-izquierda y el centroderecha.
Donde, marcianadas de campaña aparte, se la pegó el PP ese penúltimo domingo de julio para olvidar fue en la franja de edad entre los 18 y los 30 años. El bofetón fue de los que hacen época, tanto que aún resuena por toda España. En el sector masculino y en el femenino. Ahí vino la auténtica hecatombe de ese hombre de Estado al que el autócrata del Falcon ha birlado la Presidencia con malas y no menos peligrosas artes. Los socialistas golearon a los populares entre las mujeres, ventaja que los segundos no lograron recortar a los primeros con los hombres, entre los que a izquierda vence Sumar y a derecha Vox y de largo.
Donde, marcianadas de campaña aparte, se la pegó realmente el PP ese 23-J para olvidar fue en la franja de edad entre los 18 y los 30 años
Feijóo no hace nada al tuntún. Y tanto la permanencia de Cuca Gamarra en la Secretaría General, en el alero hasta hace pocas semanas, como el aluvión de nombramientos de vicesecretarias, cinco ni más ni menos y todas ellas jóvenes, tiene que ver con este objetivo de recuperar el voto femenino perdido sea como sea. A ellos se une el de la experimentada Alicia García como portavoz en el Senado, que llega con el aval de ese gran presidente que es Alfonso Fernández Mañueco al que no le han dolido prendas a la hora de respaldar a quien fue la mano derecha de su rival, Antonio Silván, en la batalla de las Primarias de Castilla y León de 2017.
La gran sorpresa vendrá, tiempo al tiempo, de mano de las vicesecretarias, entre las que sobresale una Carmen Fúnez en la que algunos vieron madera incluso para la sucesión de Mariano Rajoy tras la moción de censura de 2018. Otra personalidad a seguir es la de Ester Muñoz, de 38 años, sepultada en plena vida política por ese agujero negro que fue para el PP Teodoro García Egea. No sé si le molestaba que fuera mujer, que fuera cien veces más lista que él o que estuviéramos ante la mejor oradora de los políticos españoles de quinta generación. Quizá se trató de un tres en uno. El caso es que Feijóo ha acertado plenamente al recuperarla tras ese teodorazo sólo superado en maldad por ese sorayazo que hundió al partido, alumbró el nacimiento de Vox y, en resumidas cuentas, se cargó para mucho tiempo el PP de las mayorías absolutas de Aznar y Rajoy.
A Paloma Martín no la conozco, entre otras cosas porque no saluda nunca. Dicho todo lo cual hay que poner en valor su sobresaliente currículum y el hecho de que, al igual que Alicia García, pasó por la empresa privada antes de llegar a la política. Circunstancia que las aproxima más a la plausible meritocracia estadounidense que a la deleznable partitocracia made in Spain. Ana Alós fue alcaldesa de Huesca y ha sido apadrinada por ese líder natural que es Jorge Azcón. Otra a la que tampoco le hacen falta cuotas, básicamente porque es mejor que la mayor parte de los hombres. Y de Noelia Núñez, qué quieren que les diga, pues que a pesar de que no conquistó para el PP esa Fuenlabrada más «Fuenlingrado» que nunca, estamos ante la política popular con más futuro, entre otras cosas, por una elemental razón biológica: tiene 31 años, un piquito de oro y cero complejos, algo tremendamente de agradecer en un partido tan acomplejado como es el PP.
Ahora se trata de que esta catarata de fichajes de Feijóo para la cúpula del PP no quede en un mero gesto táctico para lavar la cara del partido
Claro que la batalla por el voto de las menores de 30 años no se reconquista con reportajes como el publicado el domingo pasado en el que las cinco vicesecretarias aparecían juntitas con un posado de vergüenza ajena —sólo les faltó ir de la mano—, más propio de una revista eclesial de tiempos de Franco que de una posmodernidad en la que las mujeres compiten de tú a tú con los hombres. El involuntario mensaje que se venía a lanzar es aquél que tanto gustaba en aquellos tiempos de oscuridad: «Los chicos con los chicos y las chicas con las chicas [y en labores secundarias, por supuesto]». Joder, que estamos ante historiales político-profesionales demasiado bestias como para pasarlos por el tamiz de la frivolidad a las primeras de cambio.
Como tampoco se logra recuperar la confianza de las veinteañeras achacando todos los males del 23-J a Vox por las astracanadas machistoides de algunos de sus líderes regionales, ni con esos posados en Génova 13 en los que las vicesecretarias parecen meros elementos de atrezzo al lado de Feijóo. Posados, todos ellos, que estaban de moda con Kennedy pero resultan extemporáneos seis décadas después. Lo que toca ahora es vender individualmente cada perfil y lanzar modernos y sensatos mensajes igualitarios al margen de otras formaciones, teniendo en cuenta que las jóvenes de hoy nada tienen que ver con las de hace 30 años que ahora tienen 60 ni con ésas de hace sesenta que ahora están bien entradas en la ochentena y que votaban mayoritariamente PP. Resumiendo, que es gerundio: se trata de que esta catarata de fichajes no quede en un mero gesto táctico para lavar la cara a un partido que tenía, y tiene, un problema. Hay que ser radicales, es decir, ir a la raíz del problema.