Opinión

Familia, gobierno y partido: Sánchez, cercado por la corrupción

No deja de ser paradójico que Pedro Sánchez llegara al Gobierno por la corrupción del PP -aquella moción de censura que desalojó del poder a Mariano Rajoy- y seis años largos después la corrupción persiga a Pedro Sánchez hasta el punto de que su entorno familiar más cercano -su mujer y su hermano-, su gobierno y su fiscal general del Estado estén siendo o vayan a ser investigados.

Quien presumía de regeneración y prometía limpieza está más manchado que cualquier otro jefe de Gobierno de la democracia  y, lo que es peor, las imputaciones las tiene ya en su propia casa, algo sin precedentes. Su mujer, Begoña Gómez, y su hermano David están bajo el foco de los tribunales de justicia, envueltos ambos en una cadena de delitos vinculados a la corrupción, mientras que el que fuera su mano derecha, secretario de Organización del PSOE y ministro de Transportes, José Luis Ábalos -el hombre que jugó un papel  fundamental para la llegada de Sánchez a la Moncloa-, vaya a ser investigado por el Supremo por su pertenencia a una banda criminal, la trama del caso Koldo.  Sin contar, el caso Tito Berni, la trama del diputado socialista Juan Bernardo Fuentes Curbelo que se hizo tristemente célebre por convertir el caso en una mezcla de negocios sucios y prostitución.

O sea, que la mancha de la corrupción se extiende por su familia, su partido y su Gobierno sin que el jefe del Ejecutivo sea capaz de contener su avance, por mucho que haya intentado quitarse del medio al juez que investiga a su mujer por los delitos de corrupción en los negocios y de tráfico de influencias, a la espera de que también pueda ser imputada por apropiación indebida. La sombra de la corrupción persigue a Sánchez hasta por los pasillos de su residencia oficial. Y mientras el número de imputados y delitos crece, el eco de aquel «somos un partido limpio» con el que Sánchez empezó su mandato resuena por las esquinas de una España que no sale de su asombro.