Examen de populismo: el populista 10
Septiembre de 2014, Pedro Sánchez: «Podemos es populismo» y el PSOE no pactará con el populismo «ni antes, ni después de las elecciones”. Al menos, en la primera parte de la frase, Sánchez tenía razón. Los de Podemos eran unos populistas “de libro”, se creían los representantes de la gente en su batalla contra las élites (el IBEX y la casta), las instituciones quedaban sometidas a lo que ellos declarasen como voluntad popular, y más impuestos a los ricos era la solución a cualquier problema.
Sobre lo segundo, eso de que no pactarían, ya saben lo que ha pasado: Sánchez duerme a pierna suelta, golpistas y etarras son excarcelados y los de podemos hacen caja antes de que se acabe la alegría del coche oficial. Según las encuestas, están a cuatro porros de extinguirse, por mucho proceso de escucha con que nos acune Yolanda.
Pero no se preocupen, que sin populismo de izquierdas no nos vamos a quedar, que tenemos al PSOE para conservarlo y mejorarlo. O eso parece, si examinamos al Sanchismo con el Decálogo del historiador mexicano Enrique Krauze, que nos sirve para poner nota en la asignatura populismo. Según Krauze, el populista:
1. Exalta al líder carismático. Esto no nos saca de muchas dudas, ya que, salvo que tu líder sea más soso que Ángel Gabilondo o Lilith Verstrynge, todas las bases encumbran a su líder. Aunque, es verdad que exaltación -o, mejor dicho, autoexaltación- como la de grabarse documentales y hacerse aplaudir por tus ministros cuando vuelves de Bruselas, no todo el mundo hace. Punto para Sánchez.
2. El populista usa y abusa de la palabra y se apodera de ella. Y qué mejor, para ello, que controlar medios de comunicación con subvenciones millonarias y llenar la televisión pública con un sectarismo obsceno. Punto para Sánchez.
3. El populista fabrica la verdad. Como cuando apruebas leyes para reescribir la historia y ordenas currículos escolares adoctrinadores para que nuestros hijos sean buenos ciudadanos; no se vayan a equivocar y piensen que los niños tiene pene y las chicas vulva. Otro punto para Sánchez.
4. En lo económico, el decálogo nos previene de que el populista utiliza de modo discrecional los fondos públicos. Como cuando libra fondos extraordinarios para Andalucía cuando hay elecciones. O cuando premia a una región para que abran embajadas y le mantengan en la Moncloa, mientras castiga a otra porque no le votan. Otro punto -este, con cariño desde Madrid- para Sánchez.
5. Y, además, el populista reparte directamente la riqueza (soborna al pueblo). Por eso le gusta firmar descuentos en gasolineras en vez de bajar los impuestos o establecer desgravaciones, para que apreciemos más su generosidad. O le gusta invitar con cheques culturales a los jóvenes que van a votar por primera vez. O ayuda a reflotar irreflotables líneas aéreas… Puntazo para Sánchez.
6. También moviliza permanentemente a los grupos sociales. Y el PSOE cuenta con CCOO y UGT en estado de prevenga, mastodónticas organizaciones subvencionadas, listas para la movilización en cuanto cambie el gobierno. No habrá paz para las derechas, avisó Yolanda enseñando los dientes de aquellos. Nuevo punto para Sánchez, con ayuda de Yolanda y el de la bufanda.
7. Otra característica es que el populista también desvía la atención a un chivo expiatorio o un enemigo exterior. La lista de chivos expiatorios del Sanchismo es larga: CNI, Pandemia, Ucrania, Franco… Punto para Sánchez.
Y quedan tres puntos en el decálogo que son los que convierten a un populista o demagogo, en un populista realmente peligroso:
8. El populista alimenta el odio de clases. Ricos contra pobres, propietarios contra okupas, indepes contra constitucionalistas, apartheid lingüístico, patriarcado, PP mangantes, Vox ultras, alerta antifascista… Luego dicen que los que crispan son los demás. Punto para Sánchez.
9. El populista desprecia el orden legal y las instituciones. Como cuando quieres controlar la Fiscalía y el Consejo del Poder Judicial, bates récords con decretos leyes, cierras el Parlamento, o cambias los efectos de las sentencias con indultos políticos. Punto para Sánchez, con la inestimable ayuda de Meritxell Batet.
10. Y, en fin, el populismo domestica o cancela la democracia liberal. El populismo, nos dice Krauze, abomina de los límites a su poder, los considera aristocráticos, oligárquicos, contrarios a la “voluntad popular” y para vencerlos y hacer una democracia a su medida (lo cual no es democracia) necesita hacer todo lo anterior. España, con Sánchez, ya ha bajado a segunda división (ya no pertenece al grupo de “democracias plenas”) en el índice de calidad democrática de The Economist. Triste punto para Sánchez.
Así que nuestro presidente ha conseguido un 10. ¡Enhorabuena, Pedro! Lástima que sea a costa de España, aunque eso, como buen populista que es, bien poco le importa. Disfruten de lo votado.
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