Los Españoles Inocentes
Termina 2021. Dos años han bastado para dar la vuelta al proyecto de país. Sin duda que al final la pandemia ha facilitado el proceso, pero no tendría que haber sido necesariamente así; y al igual que ha sido arteramente utilizada como catalizador, podía haberse convertido en un inhibidor del experimento sociológico del gobierno socio-comunista. Pero no había otra, porque nuestra sociedad ya es suficientemente apática, inculta, amorfa; y mantiene la tensión vital de un hilo de coser y la capacidad de defensa colectiva de un rebaño de ovejas.
Hoy día 28 de diciembre nos reiremos de los que llevan el monigote en la espalda, pero lo cierto es que los españoles lo llevamos en la frente y nos entretiene mientras nos oculta o nos deforma la realidad. La interesada y falseada gestión de la pandemia, la ocultación de los desequilibrios económicos, los ataques a la Constitución y a la Jefatura del Estado, el sostenimiento y auxilio a los declarados enemigos de nuestra nación, el quilombo de la energía y la inflación, la utilización descarada de las instituciones y especialmente de la Fiscalía… Cualquiera de estos episodios debiera ser por sí solo argumento suficiente para provocar la indignación unánime, pero, al contrario, asentimos y consentimos ante el exhibicionismo zafio del señorito, en trágica semejanza con la realidad narrada en la obra maestra de Miguel Delibes que filmó magistralmente Mario Camus.
Así es. Somos los Santos Inocentes que, como en la novela los cortijeros y la familia de Paco el Bajo, asumimos la inferior condición y aguantamos estoicamente el desprecio y la humillación moral e intelectual a que nos somete, en este nuevo régimen, el señorito Iván y su familia, que paradójicamente demuestran que pueden hacer de señorones sin dejar de ser populistas.
Y en este ejercicio de verosímil parodia todos tienen su papel, ora de señores, ora de criados, pero casi siempre inocentes personajes del entramado sanchista. Muy bien da Nadia Calviño como la marquesa, que a veces tuerce el gesto cuando le huelen mal las argucias comunistoides de sus compañeros de gobierno, y a veces nos devuelve en generosa actitud un poco de lo mucho que se han quedado de nuestros exiguos salarios; y espectacular Yolanda Díaz, empeñada en ser rubia como Ágata Lys, ya que, en el papel de doña Purita, el señorito la ha montado en el maletero del Falcon para ponerla un piso en Madrid.
Hasta la oposición cumple con su papel con una agradecida resignación. Claro que les gustaría ser los señoritos, pero aceptan el ser also starring antes que quedarse fuera del reparto. Sin duda Pablo Casado encaja como don Pedro, el cornudo capataz, que se pavonea por el cortijo, que muy envalentonado se indigna semanalmente con el señorito, y que, aun sintiéndose inocente, se cree el menos inocente de todos. Y es que esta oposición se ha repanchingado bien en su sillón de oposición, y, una vez perdidos los rebufos de la mala gestión del Covid y de la victoria en Madrid de Díaz Ayuso, ya solo aspira a seguir dirigiendo el partido. En contrario, para Ayuso, que sí que entiende que en la política no hay que estar por estar, sino para ganar y mandar, y a la que acusan de desequilibrio para contestar a su audaz inconformismo, habrá que reservar el papel de Azarías que es el único que de verdad enfrenta al señorito para intentar dar la vuelta al destino de todos los inocentes.
En fin, termina el año y es dramático echar una mirada atrás y comprobar que lo hemos pasado dando vueltas en el mismo tiovivo. Desde Filomena a Cumbre Vieja y a la variante Ómicron, y desde la LOMLOE hasta la memoria democrática y la pseudo reforma laboral, de una forma o de otra, por la naturaleza o por la política, llevamos todo el año con el monigote colgado, y es muy posible que, o por conformismo o por no ser conscientes que lo llevamos, no nos lo quitemos en muchos años.
En poco tiempo la desesperanza se ha hecho indeleble, y ya sin recuerdos y sin aspiraciones tenemos el mismo pasado y el mismo futuro que el burro que mueve la noria. Ya se nos ha puesto la cara de Régula y Paco el Bajo, y poco nos falta para que nos manden a vivir al chamizo de la raya.
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