Opinión

Empieza el «efecto Feijóo»

  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

Dos citas para empezar. Una del propio Alberto Núñez Feijóo que, con certeza, se opuso a una resolución inmediata del conflicto en su partido con esta sentencia: “Chapuzas, no”. Un tipo institucional como él ha señalado sin ambages y antes aún de que las baronías y otras gentes le pidieran un paso al frente, que todo se debe hacer de acuerdo con la legalidad del partido, o sea, con los estatutos. Por eso, a la reunión del miércoles con los presidentes regionales llegó con el compromiso de Casado de no presentarse en un congreso extraordinario, y de contar con su firma fehaciente de que, en ningún caso, acreditaría su candidatura. Es mentira, porque lo es, que García Egea no sólo le recomendara resistir antes los ataques, sino que le exigiera que formalizara también su aspirantazgo. Falso de toda falsedad: ahora mismo, y según las informaciones que vienen desde el conjunto de líderes regionales del PP, “las relaciones entre uno y otro están muertas”.

La otra mención procede también de los testimonios de algunos de los presentes en la dramática sesión del miércoles. Quédense con esta confesión: “Daba dolor escuchar a Pablo decir cosas como ésta: “¿Por qué me echáis si yo no he hecho nada malo?”. Un exordio tan sentido como pueril que, sin embargo, edulcoró los pensamientos y las conciencias de los que minutos antes le habían condenado sin piedad a las tinieblas exteriores. Casado refirió lo mal que lo estaba pasando su familia y hasta qué punto este esperpéntico episodio le dejará marcado para siempre. Es más que seguro que esta apelación, casi infantil, pero muy cardiaca, influyó en las posiciones de sus antiguos aliados, posiciones que empezaron con un alegato del ex presidente de Extremadura, Juan Antonio Monago, en el que no daba tregua alguna a la persona sometida a la inquisición brutal de sus compañeros.

En estas circunstancias, Feijóo no es que haya ganado tiempo, que también; ha ganado normalidad, una virtud que es la mejor de sus características políticas. Este martes anunciará sus propósitos ante los 555 miembros de la Junta Nacional y ya tendrá dibujada inicialmente su hoja de ruta hasta el 2 y 3 d abril, fechas del Congreso en Sevilla. Tiene, desde luego que articular su herencia en Galicia con un nombramiento tácito o expreso, eso está por ver, del que ahora mismo es su vicepresidente en la Xunta. Alfonso Rueda. Este mes no le va a resultar sencillo de lidiar. Los nacionalistas, que nunca se han comido una rosca electoral ni ante Fraga ni después el propio Feijóo, ya le han acusado literalmente de “abandonar el compromiso con Galicia para cumplir con sus ambiciones personales”. Literalmente. Esto lo proclama una diputada que aún no ha metabolizado que Feijóo les haya arrasado en cuatro sucesivas elecciones autonómicas.

Feijó llegará a Sevilla para acometer -lo reconozca o no- la segunda refundación del partido. La primera ocurrió en 1990 cuando, también en Sevilla, Fraga cedió el mando a José María Aznar al grito tranquilizador de: “¡Ni tutelas, ni tu tías!” Escribo tranquilizador porque con el predecesor Hernández Mancha, Fraga no se comportó precisamente de una forma neutral. Ahora se ha copiado el modelo sevillano incluso en la designación de Esteban González Pons como organizador del Congreso. De eurodiputado a eurodiputado: entonces fue Luis de Grandes el encargado de la misión, y ahora lo es Pons. Entonces y ahora dos políticos que no han participado en la pelea fratricida de Madrid. Y, ¡ojo! Porque ya la circula la especie de que al parlamentario valenciano, que ya reside en Bruselas, le puede caer la cruz de tener que regresar a España para ocupar la Secretaría General del partido, cosa -lo podemos garantizar- que no le hace ninguna gracia. Prefiere las brumas de la capital comunitaria que los truenos de Madrid. Comprensiblemente.

Pero, a lo que vamos. Tras las prisas de “¡Dimisión ya!” han empezado a visualizarse dos cosas: los modos de hacer en política de Feijóo, y la alegría con que ha sido acogida su candidatura. En la Moncloa se les ha mudado la color: Feijóo les ha propinado paliza tras paliza y la tempestad que tanto agradaba al bribón de Sánchez, está a punto de moderarse. Es lo que tópicamente, y a falta de mejor hallazgo retórico, se denomina ya el “Efecto Feijóo”. Y eso que esto no ha hecho más que empezar.

El sabe, porque ya lo ha sufrido en sus carnes, que a partir de ahora, la máquina políticamente criminal del PSOE y de su Gobierno, no va a parar: escudriñarán hasta las entretelas más recónditas del candidato. Ya lo intentaron sin ningún éxito y ahora volverán a ensayar la jugada: Pedro Sánchez Castejón es pura chusma. O sea, que ¡atención al dato!: desde la cueva del presidente y de sus oseznos ya se ha decretado el acoso derribo del nuevo líder de la oposición.

Feijóo tiene mucha plancha por alisar en un sólo mes. Aún los periódicos gallegos, que conocen como nadie al presidente, advierten sobre el hecho de que Feijóo todavía no ha formalizado su candidatura. En realidad, fiel a los Estatutos, lo hará el martes venidero. Su herencia en Galicia encierra además alguna incógnita. Por ejemplo, ésta: ¿querrá obtener una plaza de senador en representación de Galicia? Ya lo hizo Fraga (otra similitud) ahora, si lo hace, deberá desplazar a uno de los dos parlamentarios actuales, hombre y mujer que tendrá que hacer el sacrificio de renunciar a su escaño para ofrecérselo a Feijóo. Una maniobra ciertamente dolorosa, pero, como advertía uno de los presidentes regionales presentes en la dramática reunión de Madrid: “Así es la política”. Se inaugura el efecto Feijóo. Buena noticia, pero con grandes dudas que aclarar.