La emancipación conservadora
Según el diccionario de la lengua española, emanciparse es “liberarse de cualquier subordinación o dependencia”. Creo que a nadie escapa que el conservadurismo español ha estado subordinado muchos años por los complejos asumidos con posterioridad a la dictadura. El hecho de que los principales vectores políticos de estos primeros años de vida del régimen del 78 fuesen, a grandes rasgos, los antifranquistas (socialismo, nacionalismo, revisionismo histórico etc), ha generado un contexto político en el que no se podía ser conservador con plena legitimidad. Y si alguien osaba serlo, automáticamente se le tildaba de fascista o extrema derecha para callarle.
Este contexto ha tenido efectos muy graves, que constituyen una verdadera tara de nuestra democracia. Primero, el partido llamado a ocupar el centro- derecha después de la Constitución, la UCD, no se atrevió a hacerlo, y ello produjo una desmembración que costó casi quince años corregir. Segundo, buena parte de los referentes políticos, intelectuales o periodísticos de la gente de derechas han vivido sometidos a los complejos. Tercero, estos complejos los ha arrastrado el PP hasta por lo menos Julio de 2018: cuando Pablo Casado empezó a militar, el PP pedía a la gente que no sacase banderas de España en sus mítines y decía que era de centro reformista. Cuarto, ante la incomparecencia conservadora, el desarrollo y aplicación de la Constitución ha seguido una hermenéutica de la Constitución marcada por los programas de los socialistas y nacionalistas periféricos.
Los acontecimientos recientes, sin embargo, podrían cambiar este panorama y producir una suerte de emancipación conservadora si los conservadores se atreven. La existencia de un nuevo partido que hará planteamientos alternativos a los consensos vigentes en muchos temas contribuirá a la normalización de las ideas conservadoras. Con etiquetas más o menos convencionales (centro-derecha, centro liberal) PP y Cs no tendrán más remedio que pronunciarse sobre el tamaño del Estado, el futuro de las autonomías, la protección de la familia, la vida o la propiedad.
Y me temo que, con el barniz cosmético que menos les acompleje, tendrán que acoger soluciones más conservadoras que socialistas si quieren competir con cierto éxito. Esto producirá una dinámica emancipadora sin precedentes.
Y es que la existencia de un partido conservador sin complejos pasados y con más votos de los jamás obtenidos por un partido a la derecha (AP en los setenta osciló entre el millón y el millón y medio de votos, Vox supera los dos y medio) constituye una novedad que dará más juego que el meramente táctico que se adivina en los primeros análisis. Y si el PP no sigue el camino de liderar la derecha, corre el riesgo de que Vox se lo coma, como le pasó a UCD con AP.
En suma, aunque no se haya conseguido la mayoría, el resultado de las últimas elecciones marca un antes y un después en la historia del régimen del 78: la derecha se hartó de estar sometida a una interpretación socialista y nacionalista. El tiempo dirá cómo se articula una nueva opción ganadora. Pero de momento, la lamentada fragmentación es la expresión de que una parte de la derecha ha dicho basta, y todo parece indicar que esa parte condicionará a las otras lo suficiente para haber roto la sumisión conservadora.
Diego Vigil de Quiñones Otero es Registrador de la Propiedad y miembro del act-tank Qveremos
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