Opinión

Elecciones: ¡Ojo!, son capaces de todo

Estos días se están llenando las redes de avisos -algunos ciertamente dramáticos- sobre el peligro que corren nuestros votos en las próximas elecciones de Madrid. El destinatario de este aviso es Correos, cuyo presidente, Juan Manuel Serrano, es un sectario de tomo y lomo al que Sánchez colocó en esta empresa nacional tras haber sido jefe de Gabinete de Zapatero. Serrano no cuenta ni siquiera en Correos con el beneplácito de los sindicatos mayoritarios, desde luego, fíjense, el socialista UGT que en su momento le acusó de utilizar la sociedad para exclusivamente su beneficio personal. En tiempos del que fue su presidente, fue uno de los impulsores de la revancha histórica, programó toda una campaña en su favor y, usando los mayores y más tétricos procedimientos, anuló cualquier iniciativa que pusiera en solfa los fines que pretendía su jefe. Fue muy sonado entonces, por ejemplo, el acuerdo al que llegó con una editorial muy importante, sobresaliente, para que un libro en el que se detallaba la doble vida del abuelo de Zapatero, agente del franquismo y de la coyunda roja, fuera retirado de la circulación.

Serrano sigue en Correos y por tanto la pregunta no es más que ésta: ¿Sería capaz de inventarse toda una martingala para impedir la victoria de Isabel Díaz Ayuso en el voto por correo? Responde al cronista un antiguo miembro, también sindicalista, del PSOE: “Él, aunque barajara esa posibilidad, no podría”. Con lo cual, respiraremos todos tranquilos, porque, son tantos los controles tecnológicos que existen en la actualidad, que una maniobra como la que utilizó el Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936 sería en la práctica imposible. En 2017, un libro monumental de Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa denunció un fraude clamoroso en estos comicios, una grosera alteración que permitió el triunfo del llamado Frente Popular. Modificación burda de las actas, agresiones a los pocos interventores que pudo presentar el centro y la derecha en las mesas electorales, y al final, un baile de no menos de cincuenta escaños a favor de las izquierdas. Ya Payne aclaró en su momento que el Comité de Credenciales Parlamentarias se había sacado de la manga entonces un artilugio infernal para eliminar el triunfo de los conservadores; 17 escaños cambiados de lista e ingresados en el cómputo general del Frente. Lo mismo sucedió con otros tres, por lo menos, del centro. Cómo sería aquel engaño que el socialista Indalecio Prieto dimitió del Comité de Credenciales y calificó los resultados de auténtico “fraude”. Sobre este pormenor su partido, el PSOE, ha guardado respetuoso silencio durante todos estos años.

Es decir: históricamente las izquierdas, socialistas y comunistas, mucho más que los anarquistas de entonces, ya cometieron una falsificación barriobajera que dejó el clientelismo tópico de Robledo Robledo en un mero juego de niños. En aquellas elecciones de febrero del 36 se enfrentaron dos bloques perfectamente diferenciados. Como dejó escrito otro socialista, el más radical de ellos, el “Lenin”español, Francisco Largo Caballero: “No éramos rivales, éramos enemigos”. Azaña por su parte, el enorme escritor y deplorable político, el erudito al que ahora festeja, apropiándose de él con gran desvergüenza Sánchez, describía así las elecciones de aquel febrero: “Se enfrentan dos bloques irreconciliables”. ¿Les suena de algo? Portela, el gobernante cobarde y especialmente estulto, terminó por reconocer, tras cerrar el Parlamento por un mes, que “estamos en peligro de un auténtico desastre nacional”. No llegó a asegurar como un historiador de izquierdas, Ramos Oliveira, que “esto es la guerra civil misma”, pero se aproximó mucho a esta consideración.

Ahora, la izquierda de Sánchez y de sus cómplices de todo el arco parlamentario están acumulando los mismos errores; mejor dicho, articulando idénticos desafíos a los relatados anteriormente. El último, una Ley de Eutanasia que promulga sin ambages un suicidio asistido que rechazan todas las organizaciones médicas, y que convierte a España en una filial, una franquicia de Holanda para abrir en nuestro país clínicas y centros donde se pueda matar a gusto y sin ningún tipo de trabas judiciales. Claro está que de la aprobación de esta bochornosa ley tienen la culpa el ignorante Sánchez y su cuadrilla, que de esto no tienen ni pajolera idea y además les importa una higa, pero también son responsables los que, desde la oposición, han colocado al PSOE y a sus conmilitones en situación de perpetrar barbaries como esta. Es curioso cómo la propaganda endógena ha calado en muchos votantes de Vox para rechazar cualquier alianza con la derecha porque “ésta, directamente, no ha abolido el aborto”. O sea, nos colocamos contra una conjunción que pudo derrotar a Sánchez y favorecemos la gobernación de éste que patrocina una eutanasia de campo de concentración. Eso se llama hacer un pan como unas tortas.

Y si el actual Gobierno es capaz de aprobar esta ley para eliminar a los más débiles, ¿cómo no sospechar que, con sus peones al frente, puede desatar todo un escándalo electoral, manipulando actas como ya hicieron sus antecesores. Hay que reconocer que el gustillo lo tienen y también, desde luego, el uso heredado de los Largo Caballero de nuestra historia. Son capaces de todo. Estas elecciones del 4 de mayo las ha definido justamente Díaz Ayuso como las del “comunismo o libertad”. Acertadamente. Y resulta asombroso: muchos pusilánimes acusan a la presidenta de Madrid de exagerar el tono y el contenido de su eslogan. ¿Por qué? ¿No son Pablo Iglesias y sus cuates confesos comunistas? ¿No lo es, con carné, la nueva vicepresidenta Díaz? Entonces, ¿por qué acusar a Ayuso de plantear un dilema provocador y naturalmente, ¡faltaría más!, fascista? Ya se ve cómo los comunistas y sus cómplices del Gobierno son capaces de todo, incluso de engañar a los imbéciles. El señor Serrano, acusado por sus propios correligionarios de politizar con las actuaciones de su empresa, Correos, es capaz de todo. La ventaja es que nos estamos en 1936. Ahora ya estamos avisados. Pero por si acaso, un consejo: voten todos lo que puedan presencialmente. En este caso, la mano del miliciano acecha. Ya lo dijimos en una anterior crónica.