Opinión

Las elecciones generales de Madrid

No pienso dedicar mucho más tiempo a la Maria Antònia Munar de Ciudadanos, Inés Arrimadas. En eso ha terminado convertida la antaño gran esperanza blanca de nuestra política: en un ser del que nadie se fía porque ha acabado engañando a todo dios a derecha e izquierda. A los unos por acción y a los otros por omisión. No sólo ha quedado como una Judas de tres pares de narices sino que, además, ha protagonizado el ridículo más espantoso que se recuerda en 44 años de democracia. Hace falta ser descerebrada para montar el lío que ha montado para que, al final, no le salga una sola de las felonas operaciones antiPP. Han sido las mociones de censura de los payasos de la tele o de Torrente. Gaby, Fofó y Miliki estarían orgullosos de ella. Santiago Segura, también. Las mamandurrias que tal vez le lleguen por maridito interpuesto no compensan el hecho de haber terminado como una apestada de la que todos se apartan cuando la ven venir y de la que todos se mofan.

Roma no paga traidores. Lo mejor de todo en términos prácticos e ideológicos es que de un plumazo ha tirado a la basura el otrora necesario proyecto de Albert Rivera, de su tocayo Boadella, de Antonio Robles, de Francesc de Carreras y de un brillantísimo etcétera de constitucionalistas hartos de la dictadura nacionalista en Cataluña. Proyecto que ella había prostituido para ponerlo al servicio del socio del brazo político de ETA, el golpismo catalán y Podemos: Pedro Sánchez. Su involuntaria reordenación de la derecha ha salido perfecta. Siendo como es una Forrest Gump de la res publica, cualquiera diría que la operación la ha trazado un genio. Donde antes había tres partidos, en la derecha, ahora quedan dos. Lo cual dispara exponencialmente las posibilidades de vuelta de la mayoría natural a La Moncloa. La ley electoral prima la unidad, ergo, a menos competidores en tu espectro ideológico, más posibilidades de victoria tiene el pez gordo. Tampoco podemos olvidar el involuntario daño que han hecho los naranjitos por mor de la Ley D´Hondt: cada escaño les costaba 120.000 votos por los 55.000 de Bildu o los cerca de 70.000 de ERC.

Tanta paz lleve Judas Arrimadas como descanso deja. Olvidémonos de ella. No merece la pena que perdamos un solo segundo con este personaje deleznable como pocos y torpe como ninguno. En Ciudadanos no la quieren ver ni en pintura. Por lo de ahora y lo de antes, su prepotencia, su altanería y el despótico trato que dispensaba a todo quisqui, especialmente, a los trabajadores de base de la formación de la calle Alcalá. Ya se sabe: servil con los de arriba, Sánchez mismamente, altanera con los de abajo.

La estulticia de la arribista Arrimadas degeneró en gatillazo de Ciudadanos y orgasmo de un PP que ve cómo salva los muebles en Murcia y Castilla y León y que se lo jugará a todo o nada el 4 de mayo de mano de la política más valiente que se conoce en España desde que Esperanza Aguirre se jubiló. Isabel Díaz Ayuso contraatacó con un blitz que dejó turulato a Ciudadanos, con los consejeros traidorcetes en esa puta calle en la que deberían estar hace tiempo, y descolocada a una izquierda que ya no sabe qué hacer para asesinarla política y civilmente.

Si cae Madrid, caerá España y mandará con puño de hierro ese pensamiento único que quiere aniquilar totalmente a la derecha 

Las elecciones del primer martes de mayo son las más importantes convocadas en España desde la moción de censura de junio de 2018. Más incluso que las generales de abril y noviembre de 2019. Para empezar, porque la pieza a batir, la presidenta de Madrid, es la más codiciada por un rastrero sanchismo al que le falta la categoría del felipismo y la pericia en la maldad del guerrismo. Para continuar, porque la ruleta rusa planteada por la corajuda Ayuso puede suponer o el fin de ese centroderecha liberal que encarna mejor que nadie el PP o el gran salto adelante de vuelta a una Moncloa que geográficamente está a tiro de la Puerta del Sol. Y, para terminar, por algo que sobrepasa todo lo anterior: si cae Madrid, caerá España y mandará con puño de hierro ese pensamiento único que no quiere convivir con la derecha liberal ni con la derecha conservadora sino aniquilarlas.

El 4 de mayo nos jugamos algo más que el poder autonómico en la región más rica y libre de España. En disputa estará ese Fort Apache de la libertad económica e individual que representa Madrid en una nación balcanizada con la anuencia de Pedro Sánchez por un independentismo y un bolivarianismo que imponen su brutal diktat en Cataluña, País Vasco, Baleares y Comunidad Valenciana. La Resistencia no sólo la encarnamos todos y cada uno de los 11 millones de españoles que nunca votamos PSOE, comunismo o golpismo. La Resistencia es también esa Comunidad de Madrid que simboliza mejor que ninguna otra institución el ¡basta ya! al filoterrorismo, el golpismo y el comunismo más bestia.

Una región que está dando ejemplo al mundo compatibilizando magistralmente esa lucha contra el virus chino con la salvación económica. Que no queremos morir de Covid pero tampoco de hambre. Algo que, paradojas de la vida, sólo la socialdemócrata Suecia está ejecutando con similar éxito al de ese rompeolas de todas las Españas que, en acertadas palabras de Antonio Machado, constituye Madrid. Ayuso es al absolutismo sanchista lo que Manuela Malasaña al totalitarismo napoleónico: la decencia, la valentía, la audacia y el bien colectivo aun a riesgo de morir en el empeño.

Obras son amores y no buenas razones. O, como suelen precisar los economistas clásicos, lo que no son cuentas, son cuentos. Madrid no sólo lidera la recuperación sino que, además, saca 150 kilómetros de ventaja a sus rivales en la carrera por salir de la crisis. Ayuso consiguió en el último trimestre de 2020 que el PIB regional fuera el de los viejos tiempos con un crecimiento de un 4,4% más propio de China que de un país occidental y diez veces mayor que la media nacional. A años luz dijeron adiós a ese annus horribilis que fue 2020 País Vasco (+0,5%), Cataluña (-0,5%) y Andalucía (-0,3%). Dentro de 20 años o tal vez en sólo 5 el mundo se dará cuenta de la cafrada que supuso en términos de prosperidad económica cerrar a cal y canto el planeta. Animalada que se extendió a apartados no medibles empíricamente como la estabilidad emocional de la ciudadanía, la felicidad o la paz social.

El órdago de Ayuso ha de salir adelante sí o sí si no queremos que se vaya al carajo esa racionalidad fiscal que abandera Madrid, que ha imitado Galicia y que ha implementado Andalucía también con descomunal acierto. Una moderación tributaria que pasa por la cuasieliminación de un Impuesto a los Muertos, mal llamado de Sucesiones, que provoca que si la espichas continúas apoquinando en el más allá, termines en el Cielo o te toque vivir de aquí a la eternidad en el Infierno. Una filosofía política que impide que la Administración te robe literalmente un tercio del dinerito que tu madre o tu padre te pueden donar. Sensu contrario, si el 4-M cae Madrid en manos de Atila Sánchez y los hunos de Iglesias, el sablazo está servido.

La bellísima Real Casa de Correos que durante el franquismo sirvió de centro de tortura de la Brigada Político Social no se toca ni se puede tocar. Si los socialistas, los podemitas de la delincuente Isa Serra y los no sé qué, por qué ya no sé qué son exactamente, del cursi Errejón tocan moqueta preparémonos porque nos freirán a impuestazos con el perogrullesco objetivo de recaudar el pastizal que necesitan para contentar a los golpistas catalanes que mandan en España. En resumidas cuentas, nos dispararán los impuestos para desviar el multimillonario remanente a una Generalitat que es insaciable, a una Generalitat en permanente estado de rebelión a la que no le basta con ser la mejor tratada en los Presupuestos Generales del Estado sino que quiere más, a una Generalitat que, por cierto, somete a los catalanes al mayor saqueo fiscal de Europa.

Podemos quiere cargarse la iniciativa privada para culminar ese sueño de la Venezuela bolivariana en la que la mitad de la población está subsidiada

Donde va a haber unanimidad es entre los empresarios y los trabajadores de la hostelería, la hotelería, el comercio, el taxi y las VTC. Me bastó dar una vuelta antes de Navidad con Isabel Díaz Ayuso para certificar el fenómeno sociológico en que se ha transformado una política a la que prácticamente todos los comentaristas despreciaban hace no tanto. Los taxistas frenaban en seco para espetarle el “¡no se rinda, presidenta!” de rigor. Los comerciantes de los aledaños del kilómetro cero dejaban vacías las tiendas para darle las gracias por no haber consentido su “asfixia”. Y los camareros de bares y restaurantes directamente le hacían la ola. “Yo antes votaba a El Coletas, no tenga ninguna duda de que la próxima vez lo haré por usted”, es la frase que mejor sintetiza el sentir de un colectivo maltratado vilmente por Pedro Sánchez.

Y si queremos que el psycho de La Moncloa nos vuelva a encerrar a los madrileños en el Gulag de nuestros hogares, metamos cualquier papeleta menos la de Ayuso o Monasterio. Lo primero que hará el moderado Gabilondo cuando sienta el metafórico cañón de la no sé si tan metafórica pistola podemita en su sien será chapar bares, restaurantes, hoteles, teatros, cines, tiendas y todo lo que huela a creación de riqueza. Que de lo que se trata es de cargarse la iniciativa privada para culminar ese sueño de la Venezuela bolivariana en la que la mitad de la población está subsidiada y, consiguientemente, amaestrada para que meta la papeleta correcta.

Lo del 4 de mayo será en versión política una suerte de turning point, esos momentos cumbre de las películas en los que el personaje pasa de ser un perdedor a convertirse en un ganador o viceversa. O el día en que Madrid se levantó o la jornada en la que Madrid se rindió a los mamelucos sanchistas. Las posibilidades del centroderecha de regresar al poder nacional serán directamente proporcionales al éxito de Ayuso. Su fortuna será nuestra fortuna y su fracaso nuestro fracaso. Nadie se puede confiar. No se puede ni se debe quedar en casa un solo madrileño de bien. Un mísero voto puede provocar que Napoleoncete Sánchez y Pepe Botella Iglesias también manden en la primera región de España, abocándonos a un proyecto ya total de ruina nacional, autocracia, destrucción de la separación de poderes, domesticación de la sociedad civil y persecución de los medios públicos y la libertad de expresión en general. O esa Aldea gala de Astérix que es Madrid es la tumba del sanchismo o España no será.