El ejemplo británico: los conservadores se rebelan
Boris Johnson tiene las horas contadas como primer ministro. El estrafalario ex alcalde de Londres se ha pasado de la raya. Siempre quiso imitar a Winston Churchill y de él sólo tiene demostrada la afición a la bebida.
Johnson representa no sólo el fracaso de la huida de la Unión Europea, sino también, y específicamente, el mal ejemplo personal.
Lo que me interesa del escándalo continuado del todavía inquilino de Downing Street es la rebelión democrática de los tories (Partido Conservador) contra su jefe de filas, que hace escaso tiempo obtuvo una resonante mayoría absoluta en Westminster y todo lo ha dilapidado. Un ejemplo admirable de sentido de la libertad y su aplicación concreta contra un jefe que no merece confianza y no ilumina ejemplaridad personal.
En España hay ejemplos a diario para rebeliones políticas de tal guisa. Sin embargo, ahí tienen a las formaciones políticas inermes, silentes, atemorizadas ante los desmanes de sus dirigentes. El columnista atesora testimonios directos de barones del PSOE, encabronados contra su jefe, reclamando las bondades de la socialdemocracia, que, sin embargo, se quedan en sordina. Johnson tiene legitimidad de origen, pero no de ejercicio. ¿Sánchez? Tiene legitimidad de origen (ganó las elecciones, eso sí, con mentiras), no de ejercicio.
Igual podría decir de otras formaciones donde la nomenklatura se impone a cualquier consideración razonable. Nadie levantará la ceja.
De ahí que considere la importancia del gesto inglés que se extiende estos días por ese gran país que ha entrado en fase clara de decadencia. Hay otro elemento de singular transcendencia en el carajal británico. La prensa libre que, una vez confirmados los datos filtrados, al parecer, por el hacedor de Boris -el famoso Dominic Cummings- es definitiva. Sin prensa libre e independiente Johnson seguiría perpetrando procederes incompatibles con la exigencia democrática y limpia.
Tengo para mí que en los tres años largos que Sánchez lleva durmiendo en Moncloa (con colchón propio) hay cosas relevantes para la salud democrática que desconocemos. Si Iván Redondo, sin ir más lejos, quiere parecer lo que quiere aparentar, que siga el ejemplo Cummings. Lo tiene fácil.
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