Opinión

España se escribe con E de endeudamiento

Con las elecciones del día 28 a la vuelta de la esquina, el debate
económico apenas se centra en dos ejes: impuestos y pensiones. Y las
discusiones y declaraciones programáticas parecen anclarse a más o
menos impuestos y más o menos pensiones. Poco más. Se confirma así el
tono cortoplacista que siempre prevalece en este país: ¿qué hay de lo
mío? ¿Me subirán ustedes los impuestos o me los bajarán? ¿Me
revalorizarán cada año y cual si fuera un festival de la canción
mediterránea mi pensión?

Se echan de menos propuestas de mayor calado en cuestiones
económicas. Porque el largoplacismo tiene que ser fundamental para la
marcha de España. Nuestra economía, al acabar 2018, cae a la
decimocuarta posición del ranking mundial. Se asemeja al equipo de
fútbol que va cayendo en la Liga y nadie evita el desaguisado. Nuestra tasa
de crecimiento es pírrica. La industria cae, los servicios de low cost
imperan, mucho empleo con excesiva precariedad, la lacra del paro
estructural estancada en el 14%, España se escribe con E de
endeudamiento, las cuentas públicas zozobrando y paso a paso nos
abocamos al abismo… ¿Sólo se trata de más impuestos y más pensiones o
el asunto es mucho más profundo?

Hay que hablar del futuro más inmediato… El dinamismo se moderará
tanto en 2019 como en 2020, con la desaceleración confirmándose y el
crecimiento económico aflojando por culpa de las tensiones comerciales,
con los fuegos de las incertidumbres demasiado vivos. Y se da una curiosa
circunstancia: mientras la Europa del euro parece languidecer y está
alicaída, Estados Unidos sigue galopando mientras las dudas se ceban con
China. El comercio mundial pierde fuelle y todo apunta a que esa flojedad
persistirá durante 2019. ¡Suerte qué la inflación está apagada por el
componente energético y que hay parón en volver a condiciones de
normalidad de la política monetaria, con la Reserva Federal templando los
tipos y el BCE en plan Santa Claus!

En el plano español, preocupa el riesgo de que la debilidad del sector
exterior pase factura a la demanda privada, recortando la inversión
empresarial. Por más que la generosa política monetaria siga ayudando a la economía española, sus efectos menguarán y el PIB lo notará. Otrosí,
los efectos bonancibles de las medidas fiscales expansivas, que con el
actual gobierno son muy generosas, se irán neutralizando. Si no hay
confianza y el ahorro anda flojillo, el gasto de las familias se moderará y el
consumo aflojará…

Vayamos un paso más allá y osemos proponer recetas en pos del cambio
de modelo productivo. El sector industrial pierde peso en nuestra
economía. Una economía con poca industria es frágil. España necesita
reindustrializarse, apostar seriamente por la industria 4.0 e implementar
servicios de alto valor añadido. De lo contrario, caeremos… ¿Qué
necesitamos para reindustrializar España?

Crear un hábitat confortable para empresas de todo tipo, incluyendo
tecnológicas y startups. Saber generar capacidad de atracción sobre
nuestros jóvenes y seducir talento foráneo. Ofrecer alicientes para la
implantación de nuevas empresas y para reconvertir las actuales. Dar
facilidades para que radiquen en España empresas de calado
internacional. Crear polos de desarrollo industrial junto con el empuje de
investigación y desarrollo e innovación tecnológica, buscando sinergias
con nuestras universidades. Eliminar trabas y burocracias para la puesta
en marcha de empresas. Acabar con la locura de las 17 + 1 Españas a
través de la unidad de mercado y acelerar la digitalización en esta
rezagada España. La industria se traduce en empleo de calidad y estable,
mayor productividad, motor de I+D y motor de empleo, en tractor
económico.

Por el momento, poco se habla, en el actual debate económico de las
elecciones del 28 de abril, sobre el cambio de nuestro modelo productivo.
La tónica predominante, decíamos, es prometer más impuestos, por un
lado, o menos impuestos, por el otro; subir más las pensiones o ajustarlas.
Evidentemente, muchos más temas tienen que entrar en juego durante
los próximos días. No se trata de vistas cortoplacistas y de qué hay de lo
mío sino de perspectiva largoplacista y de qué hay de lo nuestro…