La dulce derrota de ETA

ETA

Pues no, parece que no vamos a dejar de hablar de Bildu, al menos hasta el próximo domingo. Desde Moncloa tenían previsto que la campaña pasara por Doñana, la vivienda o las promesas populistas, pero está claro que a Pedro Sánchez son sus aliados quienes mejor le contraprograman.

Pero, además, hay que seguir contestando a todos esos opinadores (incluidos columnistas de referencia en ABC o El Mundo) empeñados en dar por buena la teoría de Rodríguez Zapatero. A todos esos que creen que en Bildu (Sortu, HB, o lo que sea) han renunciado al juego antidemocrático y que, por tanto, tienen derecho a ser integrados en las instituciones, y que perciben que esta acogida ha restado apoyo popular al separatismo. Sin embargo, las dos conclusiones son incorrectas.

Empezando por esa última, ¿pero de dónde sacan esas crecientes mayorías de rechazo a la separación de España? Pero si no hay nada más que fijarse en lo que votan en las comunidades desafectas y en sus principales ciudades. ¡Qué tiempos aquellos en que el voto constitucionalista era mayoría en el País Vasco, el PP gobernaba en Álava y en su capital, o rozaba la mayoría en San Sebastián! Eran tiempos difíciles, en los que muchos se jugaban literalmente la vida, pero conseguían defender su libertad ante un enemigo identificado contra el que se podía actuar. Ahora, por el contrario, ese enemigo ha infiltrado su odio y su exclusión desde el poder que ejerce un nacionalismo ventajista y desleal.

¿Y de qué integración y de qué renuncia hablan? Es evidente que no hay una incorporación limpia y sincera a la convivencia democrática. Por interés y cálculo electoral, en el País Vasco el PNV y a nivel nacional el PSOE, se han empeñado en dejarles entrar en las instituciones, aunque no dejen fuera las vías unilaterales y anti-constitucionales. Y, por supuesto, sin exigir un ápice de arrepentimiento. Lejos de la renuncia y de la disculpa, en el mundo abertzale recompensan la lucha terrorista, reconociendo y ensalzando a los que directamente la ejercieron. Haber asesinado, secuestrado y extorsionado, o haber colaborado en esos actos, es un plus en el currículum. Los ongi etorri se reciben por haber practicado el terrorismo, no por arrepentirse de haberlo hecho.

Son, por tanto, los mismos, con los mismos objetivos y con métodos, si no sangrientos, sí coercitivos y psicológicamente violentos. Se hicieron cobardemente los muertos para evitar ser definitivamente aniquilados y para poder seguir peleando desde dentro; eso sí, siempre con una completa y eficiente deslealtad al sistema que los mantiene. Han impuesto su dictadura, no con las armas de fuego, pero con otras armas, arteras, sucias y detestables. Cualquiera que recorra el País Vasco o parte de Navarra no deja de percibir esa actitud condescendiente de perdonavidas que a veces te asfixia y que siempre te condiciona. No matan, pero les ha servido el matonismo caciquil, cuando no mafioso, para lograr sus objetivos.

Y así, y volviendo a la realidad del masivo y creciente apoyo que tienen, se han instalado en una situación de preeminencia que ya se antoja imposible revertir. Es posible que se venciera a la ETA asesina, pero se sucumbió al relato racista y supremacista, que ya es indeleble en la sociedad vasca y que la desafecta definitivamente del resto de España. El nacionalismo gobernante así lo pregona y solamente justifica el mantenimiento del status quo por el interés económico y el aprovechamiento del entramado de protección social y política del Estado.

Una última razón que se alega es que, al instar a la ilegalización de Bildu, se abre la puerta a que la izquierda pueda hacer lo mismo con Vox. ¡Pero qué ilusos! Si eso lo van a hacer, o lo van a intentar, en cualquier caso; tengan o no una excusa cierta, tengan o no una causa legal o moral. De hecho, la Ley de Memoria Democrática está preparada para eso, para fabricar pruebas falsas. Aunque sea a costa de imputar delitos, en una derivada de causalidad imposible, por actos que se cometieron antes de nacer y que en ese momento ni siquiera eran ilegales. No se puede defender, además, una aplicación interesada de las leyes: instar la aplicación de la Ley de Partidos es obligatorio cuando Bildu ha incurrido en los supuestos que dicha norma contempla. ¡Esto no va de si me va bien lo hago, y, si no, no lo hago!

Una excusa más, como si su sectarismo lo necesitara, para meterse con Ayuso. Parece ser la única en la cúpula del PP que, en primer lugar, ve la realidad de la ventajista e inaceptable situación en que se ha colocado Bildu, la realidad de la dulce derrota de ETA y la amarga victoria de la democracia, y, en segundo lugar, del daño que se hace al sanchismo afeándole su estrategia. Una vez más, como ya hizo con Iglesias, no quiere soltar la presa hasta que dé los estertores finales. Sánchez sufre por todas sus mentiras un rechazo masivo y transversal, pero especialmente por su connivencia con los bildutarras. Sin embargo, tiene tan demostrada su capacidad de supervivencia y tan armado su andamiaje de protección institucional, que o se aprovechan estos golpes para noquearle definitivamente o se levantará una vez más para acabar con la dirección del PP una tercera vez.

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