Opinión

Dos reputados profesionales, contra la dictadura de Sánchez en la Fiscalía

Javier Zaragoza y Consuelo Madrigal son dos reputados fiscales del Tribunal Supremo, referentes en el Ministerio Público, que no sucumbieron a las presiones y acusaron a los golpistas catalanes condenados por el 1-O de un delito de rebelión, contradiciendo de manera valerosa y honesta a la Abogacía del Estado, de hinojos ante el Gobierno socialcomunista. Precisamente ambos aspiran a convertirse en el número 2 de la Fiscalía, lo que, de conseguirlo, serviría de contrapeso a la dictadura de Pedro Sánchez – «¿De quién depende la Fiscalía? Del Gobierno. Pues eso»- en el organismo. Tanto Zaragoza como Madrigal fueron convenientemente apartados por Dolores Delgado de aquellos asuntos más delicados para el Ejecutivo, pero ahora tienen una oportunidad de dar un salto que lograría equilibrar en parte el control que el presidente del Gobierno tiene de la institución.

Las trayectorias profesionales de Zaragoza y Madrigal son impecables: el primero es fiscal de Sala, categoría a la que ascendió hace casi 17 años, número 1 del escalafón, y en 2017 –después de dirigir la Fiscalía de la Audiencia Nacional– fue adscrito como fiscal de Sala a la Fiscalía del Tribunal Supremo, en la Sección Penal, cargo que ocupa en la actualidad. La segunda, ingresó en la carrera fiscal con el número 3 de su promoción. En febrero de 2008 fue promovida a la categoría de fiscal de Sala y nombrada fiscal de Sala Coordinadora de Menores. En 2015 fue nombrada fiscal general del Estado, convirtiéndose en la primera mujer en ocupar este cargo.

Será Dolores Delgado, con su voto único vinculante en el Consejo Fiscal, quien finalmente nombré a su número 2. Por supuesto, ni Zaragoza ni Madrigal están entre sus favoritos, pero no es menos cierto que en la Fiscalía no son pocos los que entienden que la probada trayectoria profesional e independencia de estos dos candidatos serviría para devolver al Ministerio Público parte del prestigio perdido. Continuar por el camino del sectarismo o mayor independencia. Eso es lo que está en juego.