La dictadura progre busca disturbios
Ya lo confesó en junio a sus fieles el propio Franco, el falso matemático de Ferraz que quiere derrocar a Isabel Díaz Ayuso. «Tenemos que retorcer el tema de las residencias. Tienen que notar nuestro aliento. Os pido que seáis más activos en redes sociales», arengó a sus bases en un fanático zoom interno. Desde entonces, el PSOE anda en un plan para echar como sea a la presidenta popular, quedarse con la joya de la corona del poder autonómico y derribar esta atalaya de oposición al Gobierno socialcomunista. Tras intentarlo con los geriátricos, desatendidos por Pablenin en el mando único, la dictadura progre vuelve ahora a la carga hirviendo a fuego lento el caldo de cultivo de un estallido social en los próximos meses.
Con Iván Jode Redondo, consejero áulico de Pedro Sánchez, dándole a la manivela del relato y la propaganda, usando para ello a sus corifeos mediáticos, a los influencers pijoguays y a la guerrilla de Podemos en Twitter, la maquinaria de desgaste ya ha sido activada. Un nuevo asalto, aprovechando la segunda ola de coronavirus. Desde sus chaletazos en Galapagar o Rivas y sus amplios despachos con iconografía guerracivilista, se han puesto a estigmatizar a la población madrileña en «barrios pobres» y «barrios ricos» a cuenta de las restricciones. Detrás de ello está el propósito de movilizar a los suyos para agitar la calle contra el Gobierno de Madrid. Y la chispa que buscan son una especie de disturbios o revueltas (como les émeutes parisiennes) que desestabilicen la Puerta del Sol y lleven hasta ella las colas del hambre.
Y mientras tanto, el doctor bacterio haciendo snorkel en Mallorca para la tele amiga y el estafermo bronceado queriendo verse con Díaz Ayuso en la Real Casa de Correos tras darle largas durante meses. Un ofrecimiento endiablado para poner el foco sobre ella y culparla de una desigualdad social que, primero, es competencia estatal. El Obama de Pozuelo que no le ha recibido desde su toma de posesión, pero que pone la alfombra al xenófobo Torra, que se fue a bañarse a Lanzarote en pleno repunte de contagios y que oculta un exceso de mortalidad de 53.000 personas durante la pandemia, quiere aparecer ahora como el salvapatrias resiliente que siempre se ha sentido.
El flemático petimetre que ha descargado su responsabilidad en las comunidades autónomas en una maniobra macabra, que ha condenado a la atención primaria, sin ninguna alternativa para hacer test masivos, y que ha dejado a los colegios a su suerte, no ha articulado ese plan B al estado de alarma que prometió la vicevogue Calvo mediante la reforma de leyes sanitarias. Eso sí, para distraer al populacho que no falte la nueva ley revisionista de memoria histórica, sacada del cajón y bien facilona. Por ver el verano desde La Mareta, nos hará perder la primavera.
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