Opinión

Dar la batalla cultural frente a la izquierda radical

La izquierda radical, experta en aplicar sentencias a conveniencia gracias a su arsenal de toxicidad, ha hecho de la batalla cultural su arma más letal y es así porque el centroderecha -antes de la llegada de Vox- tiró la toalla fiel a sus complejos. No hay razón alguna que justifique su abatimiento ante la corrección política que paso a paso viene coartando libertades individuales.

Pese a la manipulación y el adoctrinamiento permanentes, la izquierda es al menos consciente de la debilidad de su discurso y, de hecho, desaparecida la socialdemocracia, adiós a cualquier discurso. Por tanto, se emplea a fondo en sus maniobras de disuasión, consistentes en echar mierda al adversario político con intención de deshumanizarlo y consecuentemente cosificarlo.

La izquierda radical que hoy nos gobierna es consciente de su fragilidad y para perpetuarse en el poder fija su artillería contra aquél que más daño le puede hacer, que sin duda hoy es Vox, porque es el único partido de la derecha con las ideas claras. Vox no habría tenido razón de ser si PP y Ciudadanos hubieran aceptado jugar sus bazas en la batalla cultural. Pero dejaron a la izquierda ir a sus anchas: décadas de argumentos tramposos.

Vox, por mucho que se empeñe la izquierda con sus falsedades, es en el mapa político actual el partido conservador por excelencia. Los votantes de Vox no son extraterrestres. Son personas normales del día a día. La batalla cultural pasa, en primer lugar, por respetar el papel de Vox en la política nacional, autonómica y europea. La brusca insistencia en calificar a Vox de partido fascista es la intencionada pretensión de restar credibilidad a las verdades que a diario retratan la deriva totalitaria de la progresía, pues desde 2011 es un hecho la desaparición de la izquierda civilizada, ajena al Estado moderno, entregada a las hostilidades del guerracivilismo que sólo conducen al retroceso de décadas en valores que parecían consolidados.

La derecha debe ser consciente de la necesidad de plantar cara al discurso fraudulento de una izquierda radical que ha convertido sus reivindicaciones en redes clientelares ajenas a la crítica y de enorme utilidad para generar el voto cautivo, tan necesitado, cuando la razón ha entrado en clara deriva.

La singularidad de España es que el socialismo ha entrado en barrena desde el momento en que ha perdido su credibilidad de alternativa socialdemócrata y Podemos era cuestión de tiempo que disparase las expectativas de voto; de igual manera que hoy, más que nunca, la derecha debe reivindicar el papel de Vox porque las diferencias de criterio en materia política deben debatirse en los parlamentos, en ningún caso demonizando sus argumentos. Pero el centroderecha tradicional se ha dejado arrastrar por la arrogancia suicida de una izquierda radical, comprándole su discurso inquisidor.