Opinión

¡Cuéntame un toro, Manuel Valera!

Tengo entre mis manos el número 54 de una edición superexclusiva del último libro publicado en estos momentos sobre literatura que embiste: Cuéntame un toro. Me resisto a llamar a los cuentos de Manuel Valera literatura taurina, aunque sean taurinos. Es, como él mismo dice, eso: literatura que embiste, porque Manuel Valera ha creado unos personajes con suficiente ímpetu para que al lector le hagan creer en este mundo mágico con tanta verdad, en tanta ficción.

Cuéntame un toro está escrito con ceremonia de poeta. Se nota, de lejos, que Manuel Valera llama a las musas antes de escribir. Si no, no se entiende cómo en esta época todavía hay lugar para este universo literario que podemos llamar valeriano, y que sabe al realismo mágico de Gabriel García Márquez, pero con sello propio.

El libro con el que ha debutado la nueva editorial Letras de Almagre, está compuesto por doce cuentos, once de ellos, dicho por el propio autor, presentados anualmente a los Premios Hemingway. Casi todos los que nos gusta escribir y nos gustan los toros, nos hemos presentado alguna vez a este certamen que se convoca legendariamente en Nimes. Pero una cosa es presentarse, y otra crear un universo literario paralelo, que es lo que este cordobés ha construido durante 11 años (un cuento por convocatoria) de manera genial.

Decía que no es una literatura taurina, aunque sea una isla en el desierto para los que nos sentimos huérfanos en la ficción por no poder contemplar lo que nos apasiona desde las posibilidades de la imaginación sin ataduras, que es en sí la literatura. Hija de su tiempo, la literatura de hoy está cada vez más encerrada en la historiografía, cada vez más alejada de su capacidad catártica y transformadora, cada vez menos terapéutica, cada vez menos literaria.

Pero Valera ni se inmuta, los tiempos de ahora, para otros. Él preserva la esencia. Olé y amén. El universo valeriano que habita en estos doce relatos es muy íntimo. Ya no es que Valera se haya dejado entrever, sino que permite al lector entrar en su mundo de sueños. Manuel Valera se presenta como lo que es, periodista y escritor, magnífico cronista que nos lleva –con su pluma y su voz (para los que tenemos la suerte de escuchar cómo recita)– a conocer las entrañas de la vida, en personajes que viven mientras duermen, mientras mueren, mientras imaginan.

En estos cuentos, Valera no oculta la muerte, de hecho, algunos de sus personajes mueren repentinamente, pero no lo hacen de manera vulgar. Porque, lo que nos viene a gritar este autor es ¡no seamos vulgares! Y eso no pasa por ser afamados, sino por ser auténticos, por tener despierto el espíritu de la Gloria, del Cielo.

El torero que ha creado, Alfonso García en La causa de José Tomás, lo deja claro: «Que nadie te aleje de tu causa, que nadie te aleje de ella. Querrán que lo dejes, que te distraigas, que te apartes de tu camino… pero no, tú tienes que vivir a lo flamenco, a lo torero: antes pasar hambre que aparcar tu causa». Y éste es el dilema al que se enfrentarán todos sus personajes, «los que tienen un propósito en la vida, y los que no», como explica en El destino y Roca Rey.

Además, Manuel Valera ha abierto un melón con este libro: la locura del aficionado. ¿Los toreros muertos hablan a los aficionados en vida? Creo que este aspecto, místico, esotérico, fantasioso, como lo queramos llamar, lo hemos experimentado muchos. Y esa es la mayor gloria que un torero puede alcanzar en la otra vida: que se presente y muestre su tauromaquia invisible en el mundo visible. Porque la tauromaquia como arte efímero a algún sitio irá. Eso está claro. ¿Vive en el mundo de los sueños? ¿En el de la ensoñación? Yo eso ya no lo sé.

Pero es ahí donde el libro de Manuel Valera y su universo literario perturban a la razón. El lector sabe que todo lo que dice es ficción, pero que lo que relata también es verdad. Ésta es la clave del realismo mágico, que pocos son capaces de practicar y que inventó –aunque no se le reconozca su autoría– el bilbaíno Miguel de Unamuno. Por eso, Cuéntame un toro no se puede categorizar estrictamente de literatura taurina, aunque sea un bálsamo para todos nosotros.

Para la República de las Letras, un nuevo libro es cómo traer un niño al mundo. Y éste engendrado por Valera no es cualquier cosa. Les recomiendo que se hagan con un ejemplar si pueden. Hacía tiempo que el mundo imaginario literario no recibía un pura sangre. El Borges de los toros (cautivador), La leyenda del Divino Rafael (sobrecogedor), Luisito de grana y oro (precioso), La taurodisea (profundísimo), Justine (afrodisíaco), El heraldo de Joselito (necesario), La Biblia del Gallismo (brujo)…

Yo sólo le quiero pedir al autor algo: que siga construyendo su universo literario y que nos permita a los demás visitarlo. Por favor, Manuel, por favor. Róbale si es necesario sueño al sueño, Dios te lo pagará: ¡Cuéntanos más toros!