¿Cuánto puede aguantar Sánchez?
Mientras España arde políticamente, y la DANA había comenzado a enseñar su zarpa asesina, el matrimonio Sánchez (lo de sanchescu lo dejo para otros), se largó a Bollywood a refrescarse de la calentura mortal de necesidad que produce el amontonamiento de multitud de casos de corrupción y otras gestiones malolientes que, en un país medianamente serio, hubiera supuesto la caída del Gobierno ipso facto .
En efecto. Los temas de corrupción que rodean al presidente del Gobierno, su mujer, su hermano, no son en absolutos baladís. Muchísimo menos aún los casos que afectan al que fuera su mano izquierda en el Gobierno y en el PSOE, el inconmensurable Ábalos, que sigue mudo y, al parecer, dispuesto a inmolarse en la pira solito y en solitario, ¡como un machote!
Junto al detritus presidencial que sube de nivel día a día está su patética debilidad parlamentaria que le hace rehén de todos los bilduetarras del orbe. Las extrañas alianzas entre carlistones al paño (PNV) con la extrema izquierda comunista que es incapaz de dar respuesta a sus propios planteamientos básicos. Todo lo que rodea a Sánchez tiene un nombre: el poder a cualquier precio. Los principios éticos estorban; los morales, ¿para qué? La coherencia mínima exigible a cualquier dirigente público brilla por su ausencia. Si un día dijo que RTVE no debería depender de ningún partido y de ningún gobierno ahí tienen su último asalto porque me da la gana en un consejo de administración (105.000 euros por barba) preñado de sectarios, independentistas, comunistas y ganapanes varios. ¡Esto es Sánchez! La mentira con patas, la locura desbocada por el poder y la mamandurria.
Ante este panorama, aún agravado por su incapacidad para dar respuesta, por ejemplo, a los efectos de la DANA levantina, tiene una pregunta de cajón. ¿Cuánto puede durar Sánchez en el poder? El columnista no tiene una respuesta clara y sí, en cambio, muchos interrogantes. Nunca había visto nada igual desde la restauración democrática. Nunca jamás. Porque Sánchez y sus conglomerados de poder están dispuestos, por lo que parece, a resistir en posición numantina a cualquier precio. No estamos ante un primer ministro al uso, de esos que dimiten cuando lo exige la decencia democrática, no. Nos encontramos ante un ser cuyos resortes particulares se ven acompañados por un ramillete de muchachos y muchachas a los que le va la vida en seguir subidos en coche oficial.
Y se aprovechan de una sociedad en general inerme de ideas, falta de coraje y miedo, mucho miedo.
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