Opinión

Crisis en UPN: la lealtad no se compra ni se vende

Parece evidente que la fractura de los dos diputados de UPN en el Congreso de los Diputados, Sergio Sayas y Carlos García Adanero, con la dirección del partido, especialmente con su presidente, Javier Esparza, ha llegado a un punto de no retorno. Su «no» a la reforma laboral del Gobierno, en contra de la decisión del presidente de UPN, ha llevado a Esparza a exigir a los dos diputados que entreguen su acta, olvidando que el escaño es legítimamente de los parlamentarios. El Tribunal Constitucional ya dejó meridianamente claro desde 1983 que el escaño pertenece a los diputados y no al partido.

La deslealtad que Esparza reprocha a Sayas y García Adanero es la misma que Sayas y García Adanero reprochan a Esparza, porque el problema de fondo es que los diputados que decidieron saltarse la disciplina del partido han dejado claro que su conciencia les impedía votar a favor de un Gobierno que ha trazado una siniestra estrategia de retroalimentación de intereses con los proetarras de Bildu en Navarra, donde UPN -la fuerza más votada- fue desalojada del poder gracias al acuerdo de los socialistas con los herederos de ETA. ¿Quién es más desleal a los votantes de su partido, Sayas y Adanero, o Javier Esparza? Debería ser la militancia del partido quien terciara en este dilema, pero lo cierto es que exigir el acta de diputado a Sergio Sayas y Carlos García Adanero no deja ser la expresión de un deseo, porque Esparza no puede reclamar para el partido lo que es constitucionalmente de los parlamentarios: su escaño.

El cisma ahonda la crisis en una formación que está obligada a replantearse su estrategia política, porque es dudoso que poner tantas veces la mejilla ante los ataques de la izquierda y los herederos políticos de una banda de asesinos convenza a los electores de una formación, baluarte histórico del constitucionalismo, que se encuentra ante una auténtica encrucijada.