Opinión

Congreso: obscenidad ante los muertos

  • Graciano Palomo
  • Periodista y escritor con más de 40 años de experiencia. Especializado en la Transición y el centro derecha español. Fui jefe de Información Política en la agencia EFE. Escribo sobre política nacional

A esas horas de la mañana del pasado miércoles 30 de octubre se habían contabilizado más de 70 muertos y un sinfín de desaparecidos. ¿No le parecía asunto grave al Congreso de los Diputados, por mor de esa mayoría antinatural muñida alrededor de Sánchez, como para aplazar los temas del orden del día? ¿Creen esos impúdicos y variopintos representantes que coinciden sus intereses con los de la inmensa mayoría de los ciudadanos españoles que les pagan sus opíparas prebendas?

Esa presidenta (Armengol) que no debería estar lo agravó. Se salta el «control» parlamentario al Gobierno para luego dar al jefe lo que le había pedido: convalidar el decretazo para seguir manipulando la Radio Televisión Española, si es que se puede retorcer y ensanchar aún más la sinvergonzonería de una mayoría parlamentaria que no tendría ni un segundo de vida en cualquier país con mínima decencia política.

Un Parlamento que es incapaz de legislar con sentido común, ocupado en disculpar a un Gobierno incapaz, ineficaz y corrupto, que lleva casi año y medio sin pegar un palo al interés general, urgido por el mayordomo mayor de sus chiringuitos para votar a favor de la okupación general de RTVE como si no les fuera suficiente la trágala antidemocrática a la que nos tienen acostumbrados desde hace seis larguísimos años.

Si hubiera un mínimo de sentido democrático en una ciudadanía preocupada por sí misma, en especial a los miles de afectados por la DANA, el clamor se hubiera hecho irresistible. ¡Ya está bien! ¿Qué pueda extrañarnos? Una presidenta del Congreso rodeada por la corrupción del tal Koldo (llámese Ábalos/Sánchez) sin autoridad moral alguna, ¿cómo puede dirigirse alguien a ella invocando argumentos morales?

Ya sabemos que ella no manda ni tiene auctoritas alguna. Es un mal remedo del señor de la Moncloa, que la ha colocado ahí después de que sus libres conciudadanos de Baleares le mandaran a paseo. Tiene pendiente aclarar lo de su pareja y sus «cariños» con Koldo, el corrompido/corruptor todavía sin sentencia.

Lo de no tener un mínimo de empatía con el pueblo, sin embargo, no es sólo culpa de Armengol. Ahí están los bilduetarras dando lecciones sobre «víctimas» (¡qué descaro!), los rufianes tratando de sacar ventaja de un violento elemento natural y, lo que es más grave, un PSOE a la deriva, desnortado y fecal.

¿Cuándo dicen que el pueblo será llamado a expresar su opinión ante las urnas? Cuando Sánchez, el gran impostor, sea definitivamente una piltrafa política y a las puertas del averno.