Opinión

«Com TV3 no hi ha res»

El panorama comunicativo catalán sigue su curso, ajeno a la gran explosión política que se ha producido en el centro de España. Mientras Isabel Díaz Ayuso se va merendando a Pablo Iglesias, Pepe Antich, el director del digital separatista ‘El Nacional’ se dedica a vender sus grandes cualidades de despacho en despacho para ver si le levanta la merienda a Vicent Sanchis y le nombran director de TV3. En principio parece difícil que Esquerra Republicana pudiera escoger a Antich, cuyo diario es más de Junts que Carles Puigdemont, y al que solo le falta regalar pósters de Pilar Rahola a los miembros de su club de lectores.

Pero como el bueno de Antich es un hombre fiel a quién le paga, Oriol Junqueras y sus mariachis saben que, por un buen cargo, ‘El Nacional’, que es un digital muy leído por la parroquia separatista, tardaría cinco minutos en ungir a Pere Aragonès como el gran timonel que necesita Cataluña para que la nave de una futura República catalana llegue a buen término. En eso el bueno de Pepe es muy fiable, nunca muerde la mano que le da de comer. Y la dirección de TV3 es un buen festín, no solo por la importancia política que tiene en Cataluña, sino porque es un filón de contactos con las productoras del “espacio comunicacional catalán”, que es lo mismo que “los amiguetes de quién manda en el Palau de la Generalitat para hacer esos vídeos de propaganda que tan útiles nos son para propagar el separatismo y el odio a España”.

Pero Sanchis venderá cara su piel, y para muestra la entrevista que le hizo hace unos días en la televisión de la Generalitat a la recién escogida presidenta del Parlament, la fanática-imputada Laura Borràs. Por una vez, al todavía director de TV3 le dio por ejercer de periodista, y le hizo un par de preguntas incómodas, lo que motivó la indignación en Junts. Y en Esquerra también toman nota de estas cosas, porque nada gusta más a un político que un periodista que coma de su mano. Son los que menos problemas crean al poder, por eso de no perder el chollo. Junqueras y Aragonès tienen claro que Puigdemont mantiene su ascendencia sobre buena parte del electorado catalán gracias a la influencia que ha tenido en los últimos años sobre TV3, y quieren controlar esta tele para que la estrella de Waterloo se apague lo antes posible. Y escogerán a quién esté dispuesto a hacer este trabajo de manera eficaz y sin rechistar.

Por supuesto, Junts no lo va a poner fácil, pero si Pere Aragonès es investido, difícil será que Carles Puigdemont pueda mantener la gran influencia que mantiene sobre TV3, que es el megáfono oficial del ‘president’ de la Generalitat desde que Jordi Pujol la creó y nombró a Alfons Quintà como director para que este medio estuviera a su servicio. Un histórico de esta televisión, Salvador Alsius, acaba de publicar ‘Com TV3 no hi ha (via) res’ (Como TV3 no había nada), en el que narra cómo Quintà bajaba a la redacción de informativos para redactar las crónicas sobre las manifestaciones de apoyo a Pujol por el caso Banca Catalana que, por supuesto, eran las que el líder convergente quería oír.

La televisión de la Generalitat siempre ha sido así, salvo en la época de los tripartitos de Pasqual Maragall y José Montilla, que en vez de ser el altavoz del PSC, lo fue de ERC. Cosas de los socialistas, que fueron pardillos y se quedaron las consejerías económicas, pensando que así controlarían Cataluña, y cedieron TV3 a los republicanos. Esquerra llenó la redacción y los despachos de su gente y desde entonces mantienen una notable influencia sobre los contenidos de la cadena, aunque perdieron la hegemonía sobre la dirección cuando Artur Mas consiguió la presidencia de la Generalitat. Los de Junqueras tienen la oportunidad de volver a ejercer el mando de esta televisión, y lucharán hasta el final para conseguirlo.

Quién dirige TV3, dirige realmente Cataluña. Los periodistas afines al separatismo se desviven por salir en sus tertulias. Es el principal, y casi único, comprador de productos televisivos en catalán. Los políticos del ámbito secesionista que no salen en sus programas, simplemente no existen. Un escritor mediocre se convierte en una estrella del nacionalismo catalán con media docena de entrevistas y participaciones en espacios de debate. Es el gran escaparate independentista, el que lanza consignas y consigue que el secesionismo siga manteniendo su fuerza a pesar de las incoherencias, mentiras y tomaduras de pelo de sus líderes políticos. Si ERC quiere afianzar el ‘sorpasso’ que ha conseguido por la mínima sobre Junts necesita tener el mando de la televisión de la Generalitat.