Un ciudadano víctima de un fiscal general y un Gobierno mafioso
En torno al caso que ha sentado en el banquillo del Tribunal Supremo al fiscal general del Estado por un delito de revelación de secretos la izquierda y sus terminales mediáticas llevan meses tratando de desviar la atención con el absurdo argumento de que Álvaro García Ortiz no filtró el documento privado en poder de la Fiscalía relativo a la situación del novio de Isabel Díaz Ayuso porque su contenido ya había sido desvelado con anterioridad por diversos medios afines al Gobierno. Aunque así fuera, que no lo es, el argumento es absurdo, porque sin entrar en disquisiciones temporales, lo cierto es que el Ministerio Público, a instancias de su máximo responsable, filtró el documento -aunque también desvelara su contenido- en lo que supone un claro delito de revelación de secretos.
Parece obvio que la razón última de la filtración del email que le envió el abogado de González Amador a la Fiscalía respondió al indiscutible hecho de que este desconocido contribuyente -en ese momento- era la pareja sentimental de la presidenta madrileña. Ese fue el motivo y sólo ese: utilizar el correo como instrumento al servicio de los intereses políticos del Gobierno para dañar políticamente a Ayuso, algo tan delictivo como obsceno. González Amador ha declarado como testigo y afirmado que la filtración «le ha destrozado públicamente» y le ha llevado plantearse abandonar el país o quitarse la vida.
Su relato fue duro y revelador, porque la pareja de Ayuso demostró que nunca participó en los correos que acabaron siendo filtrados. Y que nada más filtrarse el email por orden expresa del fiscal general del Estado, que llegó a calificarle de «delincuente confeso», esa etiqueta de «delincuente» fue utilizada repetidamente por el presidente del Gobierno y sus ministros.
La confesión de González Amador -un ciudadano anónimo triturado por su relación sentimental con la presidenta madrileña- es estremecedora porque retrata el comportamiento mafioso del Gobierno y de su Fiscalía General. Y todo por tratar de matar políticamente a Isabel Díaz Ayuso. Por fortuna, el tiro les salió por la culata.
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