Opinión

Chimérica acaba en Groenlandia

Gracias a la Fundación Rafael del Pino, tuve la oportunidad de asistir en diciembre del año 2018 a una conferencia magistral del historiador económico Niall Ferguson en la Universidad de Harvard sobre las relaciones entre China y los Estados Unidos.

Su principal tesis era que los Estados Unidos necesitaban la financiación de China a través de la compra de la deuda y a su vez China necesitaba que los consumidores americanos comprasen sus productos para seguir creciendo y sacar a la población rural de la pobreza mediante una acelerada industrialización a costa de la desindustrialización, también acelerada de la economía americana. El escocés Niall había acuñado en 2006 un neologismo chimérica, que describía esa necesaria convivencia y dependencia económica, comercial y política de simbiosis o parasitismo según sea el balance final. Una especie de quimera con dos cabezas que estaban condenadas a entenderse.

Sin embargo, dicha simbiosis quedó herida de muerte desde la declaración de la pandemia mundial del COVID, de origen chino según ha concluido recientemente el Congreso de los Estados Unidos. Los numerosos problemas de suministros médicos básicos atestaron un golpe al comercio mundial comenzándose a hablar del cambio del Just in time al Just in case.

Más se debilitarían todavía más las relaciones comerciales por el bloqueo de las cadenas de suministro debido a las implicaciones geopolíticas de la invasión de territorio europeo en Ucrania por tropas rusas y el conflicto de Israel e Irán provocado con el terrorismo de Hamas. Se dispara además la inflación por la subida del precio de la energía y se acelera la deslocalización de la producción en Asia con la promulgación de la US Inflation Reduction Act o Ley de reducción de la inflación con el pretexto de potenciar la transición verde en el año 2022 con una mirada puesta en el coche eléctrico. 

Esta simbiosis será previsiblemente sepultada bajo la anunciada escalada arancelaria cuyo desarrollo legislativo se pondrá en marcha bajo mayoría republicana a partir del día 20 de enero, 9 días antes del nuevo año chino de la serpiente, cuando el próximo 47º presidente de los EE. UU tome posesión en el Capitolio.  

De repente salta a las noticias del mundo la isla de Groenlandia, otro posible escenario europeo de rivalidad y tensión geoestratégica entre potencias lo que ya antes era un secreto a voces, por cierto. 

Groenlandia es un territorio del reino de Dinamarca desde 1721 pero con una gran autonomía desde 1979. Tiene las competencias de salud, educación, asuntos exteriores, seguridad y política financiera desde 2009 y recibe de su metrópoli anualmente 600 millones de euros para sufragar los servicios públicos en un territorio que genera anualmente una riqueza de 2.300 millones de euros. La isla cuenta con solo dos ciudades y tiene una extensión 4 veces la española con una población de 57.000 habitantes, la mayoría inuit, que viven principalmente de la pesca. 

Un territorio inhóspito con cuatro horas de luz diarias en una situación geoestratégica clave, más aún con las nuevas rutas comerciales que se abren con el deshielo debido al cambio climático. Es también un territorio que se utiliza desde hace décadas como un laboratorio para la ciencia.

Las recientes declaraciones de Trump sobre Groenlandia están agitando el tablero de la geopolítica mundial pillando por sorpresa a más de uno. Afirmó que, para la seguridad nacional y la libertad del mundo, la adquisición de la isla de Groenlandia es una “necesidad absoluta”. Habló de garantizar su “seguridad económica”, añadiendo a preguntas de los periodistas que no podía descartar incluso el uso de la fuerza militar para conseguirlo. 

La respuesta no ha tardado en llegar, en unas recientes declaraciones del primer ministro de Groenlandia, Múte Bourup Egede, en presencia de la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, el miembro del partido separatista afirmó que está en contra de dicha venta, así como de perpetuar el estatus quo del colonialismo. 

En dicha rueda de prensa zanja la propuesta del presidente Trump con una frase “no queremos ser americanos” pero añade que en un mundo cambiante “estamos listos para hablar” aunque el hecho es que de momento no ha intercambiado con Trump palabra alguna. 

Las próximas elecciones generales de Groenlandia son el abril de este año y algunos analistas señalan que no es descartable del todo que tras una negociación exprés se pueda realizar incluso un planteamiento de autogobierno de Free Association, estado asociado, como lo es Puerto Rico desde el año 1952. De hecho, en otras declaraciones oficiales se hace referencia a negociar una mayor cooperación empresarial constructiva en el ámbito de la minería y las tierras raras con un vecino cercano como lo son los Estados Unidos.

No es la primera oferta de compra de la isla. El gobierno de los Estados Unidos ya intentó comprar la isla en 1867, fecha de la adquisición de Alaska a la Rusia de los zares. 

La segunda se produjo cuando las tropas de Hitler ocuparon Dinamarca durante la segunda guerra mundial. Los EE. UU tomaron el control de Groenlandia, iniciando su presencia militar. Al finalizar la guerra, en 1946, el secretario de Estado ofreció comprar la isla por 100 millones de dólares en lingotes de oro al embajador danés en Washington. Una oferta que de nuevo fue declinada por el gobierno de Dinamarca firmando de manera un poco forzada un acuerdo que regulaba la presencia de los militares americanos en Groenlandia

El tercer intento lo protagonizó el mismo Trump lo insinuó al final de su anterior mandato en 2019 sin éxito alguno, cancelando incluso y a última hora un viaje oficial a Dinamarca.

Analicemos las tres razones que sustentan este planeamiento tan directo y tan poco diplomático de pretender hacerse con una isla congelada. 

Primero la posición geoestratégica de un territorio que permite controlar las rutas comerciales marítimas árticas en la rivalidad directa con China. El hielo se derrite a un ritmo cuatro veces mayor del esperado, abriendo nuevos pasos, de momento solo en los meses de verano, pero con la previsión de ser viables casi todo el periodo anual a partir del año 2050. 

En concreto se trata de dos nuevas rutas. Una primera denominada Ruta del Norte que discurre por la parte superior de Rusia ahorrando 7.000 km de navegación evitando los pasos de Malaca, Panamá y Suez. Y una segunda ruta, el Paso del Noroeste, que recorre el norte de Canadá con un ahorro de 8.500 km. Ambos pasos están recogidos expresamente por el gobierno de China en la Ruta de la Seda quien además tiene un acuerdo con Rusia para la ruta del Norte.

Segundo, desde el punto de vista de la defensa, la isla se encuentra ubicada entre Siberia y Norteamérica, un lugar idóneo para situar un escudo antimisiles rusos. 

En Thule en el noroeste de Gronland se encuentra desde hace 70 años la base de Pituffik operando con temperaturas de hasta 80 grados bajo cero.  Unas instalaciones militares americanas de la U.S. Space Force, con 250 integrantes del escuadrón 821 de los lobos del ártico. Tienen la misión de realizar un seguimiento y contacto regular con satélites de comunicaciones en órbitas polares utilizando un radar BMEWS, y detectar como alerta temprana en el Ártico el caso de un posible lanzamiento de misiles balísticos e hipersónicos desde Corea del Norte, Rusia o China. 

Tercero, es un gran territorio virgen rico en minerales de numerosos metales y tierras raras ayudando lo que ayudaría a incrementar la independencia de la industria americana que actualmente debe adquirir algunos de estos minerales a compañías de China. 

De acuerdo con el servicio geológico danés, Groenlandia posee vastos yacimientos de tierras raras, 4,19 millones de m3 de gas, 17,5 millones de barriles de petróleo, diamantes, oro, cobre, hierro, uranio, rubies y neodimio un mineral de uso creciente en turbinas eólicas y coches eléctricos. 

Los científicos del Centro de Observación y Modelado Polar del Reino Unido han señalado recientemente que la capa de hielo de Groenlandia se redujo en 1,2 metros de media y perdió un total de 2.347 kilómetros cúbicos de hielo a lo largo de los 13 años analizados, equivalente al volumen de agua almacenado en el lago Victoria en África. 

Pero no solo es EE. UU el interesado en desarrollar esta relación. China también ha intentado asentarse en Groenlandia proponiendo diversas operaciones comerciales con poco éxito hasta la fecha. Recordemos que integra junto con otros cuatro países el Consejo Ártico como observador y recibe el 24 % de las exportaciones de Groenlandia, unos 353 millones de dólares casi todo en pesca.

China vio revocar en el año 2016 una licencia de la empresa china General Nie para explotar una mina de hierro, para lo que había anunciado el traslado de 2.000 obreros a la isla. En 2021 se canceló la explotación de tierras raras en Kvanefjeld por la aparición de vetas de uranio que según la ley local no puede extraerse. China cuenta con bases científicas en Islandia desde 2018 y en la isla noruega de Svelbard desde 2009 con una estación de rastreo de satélites.

Nos encontramos ante un nuevo capítulo de la rivalidad y el enfrentamiento entre los Estados Unidos y China y el intento deliberado de terminar con la cooperación forzada pasada que representaba la quimera de chimérica. Y esto no ha hecho mas que empezar. También se ha puesto sobre la mesa el futuro de las relaciones con Panamá y la gestión de un Canal de 80 km finalizado en 1914 por el que navegan 27 barcos cada día. China representa el 16 % de la carga total transitada.

Dubitatio nationes sollicitat 

José Luis Moreno, economista, ha sido director de Economía en la Comunidad de Madrid y en el Ayuntamiento de Madrid. Analista económico y empresarial.