Opinión

Cataluña ya es independiente

Pedro Sánchez (¿por qué no esta inculpado todavía por alta traición?) ha regalado a los furiosos separatistas del 17 no ya la caja de la fiscalidad general, sino directamente la caja del Estado. A partir de esta cesión, celebrada por la ministra Bon Jour Tristesse, Pilar Alegría, con un imbécil: «España hoy está más unida que nunca».

Pongámonos todos a calcular: ¿Qué le queda a Cataluña para ser un estado independiente, tanto como lo era España antes del abordaje de Sánchez, o la Francia de ahora mismo? Ya tiene la Hacienda, la Seguridad, la Sanidad, la Educación, la Lengua única, los puertos y aeropuertos… ¿Qué le queda de verdad? Pues sí. Le queda algo en lo que la mayoría de nosotros no hemos reparado. El lunes, en el tráfago de explicaciones forzadas que trufaron la esencia del pacto del sanchismo felón con los segregacionistas, se coló una competencia esencial: las selecciones catalanas de todos los deportes. Insertaron esta cesión de matute mientras el donante, el todavía presidente del Gobieno de España, se paseaba con su señora por el París de los Juegos y se fotografiaba con los integrantes del único equipo que no le ha dado la espalda: el waterpolo, quizá porque el grupo está lleno de nadadores catalanes.

La Generalidad del Principado lleva lustros requiriendo este protagonismo pero hasta ahora no ha habido ningún gobernante español que se haya plegado a la presión. Bien es cierto que nos queda la reacción, por ejemplo, de las federaciones internacionales de fútbol y baloncesto, pero recuerden este incontrovertible dato: estos organismos están dirigidos por pantagruélicos sujetos que ven un euro en el suelo y se lanzan a por él como si fueran mendigos. Y además: si Gibraltar, nuestro Peñón que ya no guarda un atisbo de españolidad, ha sido reconocido como miembro de pleno derecho sin ir más lejos por la UEFA, ¿qué inconveniente habrá para que Cataluña y también los vascos gocen de esa prerrogativa? ¿O es que alguien es tan estulto como para confiar en que llegado el momento nuestra raquítica Nación se va a oponer a los designios que el traidor Sánchez ha concordado por los dinamiteros de España?

Este martes de julio se queda para  la historia de la voladura de una Nación que ha venido presumiendo de ser la más antigua de Europa. En eso no siquiera los diletantes maestros Sánchez Albornoz y Américo Castro  difirieron por un segundo. Ahora falta que el jefe de la destrucción nacional, Pedro Sánchez Pérez Castejón (¿qué dirá su madre de este hijo que le ha salido?) ceda lo único que aún permanece como donosa (y dolosa) atribución: los deneís y los pasaportes. Así, individuos como el supervalorado Pep (nacido José) no tendrá que sufrir un trago cuando, en sus frecuentes viajes por el Universo mundo, tenga que enseñar en el fielato el documento español. Hace unos años, Vicente Miera, el seleccionador nacional de fútbol, jefe de la expedición que ganó el Oro en los Juegos del 92, confesó las múltiples molestias que causó al grupo la exigencia del tal Pep de llevar inscrita en sus credenciales, todas, la denominación de Josep. Pep, vivo en el lluvioso Manchester City, ya no tendrá que sufrir la humillación española.

Colada la martingala de las selecciones por la puerta de atrás, vayamos a lo nuestro. A Cataluña ya no le queda nada de España. El referéndum de secesión también se ha incluido en el bochornoso pacto suscrito por este desvergonzado Gobierno. Lo han introducido como quien no quiere la cosa, sin aspavientos ni alharacas, no vaya a ser que el personal se dé cuenta de que también la consulta separadora se la habían colado por la  escuadra.

La coyunda social-leninista que nos okupa ha ganado unos meses en su sola pretensión de durar todo lo posible al precio que haya que pagar. Personalmente aplaudí este martes los adjetivos que una abogada presente en la no-declaración de Sánchez, reveló como la característica básica de éste: «Impavido” y «altivo», dijo. Ha sumado una formalidad estética y gestual que transparenta su actitud: nada le importa, todo le trae por una higa: sea yo presidente y que la gente me insulte. Le da lo mismo. Al voluntarioso juez Peinado ya no le puede adjudicar más improperios. Son tan misierables que no miden las diatribas. Fíjense en ésta con la que quieren devaluar su sapiencia y  autoridad jurídica del juez : «Este juez -acusan- lo es por el cuarto turno»; o sea, como diciendo oblicuamente que es un espontáneo que se ha metido en la carrera. El cuarto turno -ya saben- fue constituido por el nefasto ministro de Justicia Fernando Ledesma al grito de: «Hay que modernizar la Judicatura». ¡Qué jeta tienen!

Es de esperar -más bien confiar- en que Peinado no sufra la misma desgracia que padeció su predecesor el juez Marino Barbero, el gran penalista que instruyó el caso Malesa con enorme rectitud y que recibió insultos de todo jaez. Sólo les faltó a los socialistas ahorcarle en vida, pero él se lo facilitó: murió de un infarto de miocardio; no aguantó aquella despiadada campaña. Tras Peinado, volverán a recibir el saco de injurias magistrados como Llarena y Marchena, y fiscales como Javier Zaragoza.

Sánchez sabe que su operación desintegradora de España sólo cuenta con una resistencia de las buenas: la Judicatura que no se casa con nadie. El mal, naturalmente, ya está hecho. Cataluña ya es independiente. Por tanto, ¿a qué podemos aspirar los españoles? Pues a que, encima de poner la cama, no nos cobren por usarla ellos.

Estos días es realmente jocoso comprobar las dolientes reacciones de los llamados «socialistas críticos»: Page, Lambán, el secretario general del PSOE de Extremadura y algún aguerrido más, que están denunciando la tropelía que ha perpetrado su jefe. Pero vamos a ver: ¿Qué van a hacer ustedes aparte de prorrumpir en lamentos edulcorados? ¿Van a ordenar a sus diputados en Madrid (nueve son de Castilla-La Mancha) que en su día no voten el desvarío que ha pactado Sánchez? ¿A que no? ¿Van a presentar una moción censura contra él en su propio partido? ¿A qué tampoco? Entonces, ¿a qué viene tanta monserga? Son especialistas de cuota antes que españoles de bien. No están entre los millones de ciudadanos que asistimos en estas fechas a la demolición de España. No les creemos: a otro perro con ese hueso. Antes de que gobiernen las derechas, cualquier cosa vamos a tragar. Incluso la independencia de Cataluña, que ya está aquí. La ha declarado un descomunal traidor: Pedro Sánchez Pérez-Castejón.