Opinión

Biden o Trump, empalamiento o lapidación

  • Carla de la Lá
  • Escritora, periodista y profesora de la Universidad San Pablo CEU. Directora de la agencia Globe Comunicación en Madrid. Escribo sobre política y estilo de vida.

Sabrán que Donald Trump pidió un antidoping previo a este y otros debates, a lo que los demócratas se negaron. ¿Será que mantienen a Biden sobre dos piernas, en posición vertical, con un delicioso y americano batido de fresa, Coca-Cola y farmacología estimulante? Con o sin, CNN ha expuesto al verdadero Joe Biden a pesar de su ejército de asesores (en qué estarían pensando; la oficina de Biden funciona de 9 a 16 horas; más allá de ese horario, el presidente no va). ¿Su rostro? una constante de dolor y desconcierto, completamente fuera de combate. Fuera de sí, y de la Vía Láctea. Sus palabras, lo habrán visto, tan ininteligibles e inconexas que ni él mismo (ni Trump, ni Jesucristo Superstar) podían entenderlas. Un títere sin hilos, perdido y desorientado. Jill Biden, alentándolo como a un niño tras perder su primer diente, no cabía el humor, sólo la dosis humana de empatía correspondiente.

La prensa demócrata, esa que normalmente maquilla lo que esta vez ha sido una verdad insobornable, asume lo evidente: Biden no está en condiciones de seguir adelante sobre sus pies.

El partido demócrata en pánico, y el mundo especulando sobre las candidaturas que aún no son oficiales, donde Biden no aguanta otro round. Y Donald Trump, ese showman, mostrando una conducta sorprendentemente respetuosa para sus groseros estándares.

Kamala Harris ha defendido contumaz a un presidente que debatió, o más bien luchó, consigo mismo y contra la naturaleza, pero de ningún modo contra su adversario republicano, sin saber qué día era, ni qué ciudad, ni país ni continente, ni puede que conociera en qué planeta se encontraba.

¿Y ahora qué? La vicepresidenta no es una alternativa viable. En su investidura, la de Biden, pensamos que ella iba a gobernar, que el viejo, era un caballo de Troya, no más, pero su figura nunca despegó. Cayó en picado, convirtiéndose en la vicepresidenta peor valorada de la historia de Estados Unidos. Ni siquiera los suyos la desean.

¿El gobernador de California? Bah… ¿Michelle Obama? El peor temor del partido republicano, supongo. Su apellido y su estilazo encarnan lo más vendible del ideario woke, pero Michelle -se dice- prefiere su vida privada lejos de la Casa Blanca. No quiere volver al escenario político. ¿O tiene un plan para más adelante? ¿Lo tienen?

Mientras el contemporáneo elucubra y Biden devora las galletas con chispas de chocolate que el médico le tiene prohibidas -yo haría lo mismo- la Casa Blanca insiste en que una mala noche la tiene cualquiera. Un gatillazo.
Los que manejan a Biden no quieren soltar el poder, un medio para un fin que piensan seguir (ridiculizando) utilizando, incluyendo a su esposa. Sabían en qué estado se encontraba, ¿no?

Trump, se frota sus manos rosadas y gordozuelas. Para él, que Biden -peón- siga adelante reptando hasta el final. Estados Unidos, ese icónico faro de la democracia, ofrece un espectáculo lastimero en manos de oligarcas y fondos de inversión. Mientras tanto, el país observa con incredulidad el ocaso del líder que hace no mucho prometió con elocuencia un nuevo comienzo.

¿Qué opinan ustedes? Biden o Trump, empalamiento o lapidación. Estados Unidos alberga y merece, como España, una política menos grotesca.