Opinión

Begoña, seis preguntas (o más)

A medida que avanzan las investigaciones, Begoña Gómez, la supermujer de Pedro Sánchez, lo tiene más crudo. Ella sola está a punto de poner en almoneda una institución como la Universidad Complutense de Madrid (UCM), una de los centros de enseñanza superior más antiguos del mundo.

Nada más habría que ver los encontronazos entre su rector Goyache y el decano de Periodismo. Goyache , al parecer, un servil ayudante de Begoña en lo que ella demandara, no tendría más remedio que dejar su sillón y, de paso, posar en la mesa del juez instructor todos los datos acerca de las «apropiaciones» llevadas a cabo por la mujer del presidente sobre bienes de titularidad pública. Todo indica que alrededor de su cátedra (¡manda huevos!) hubo una trama de corrupción política que el juez Juan Carlos Peinado no está dispuesto a pasar por alto.

Las relaciones con empresarios ofrecen, asimismo, un flanco ineludible para depurar responsabilidades en un abuso de poder que apesta. Carlos Barrabés parece ser el epicentro de todas esas relaciones peligrosas que la empresaria y progresista Gómez  puso en marcha una vez que su marido alcanzó el poder político. Nunca habíamos visto nada parecido y eso que a lo largo de casi medio siglo habíamos visto cosas por estos lares.

En cualquier país serio del mundo el caso Begoña hubiera tenido la virtualidad inmediata de dar con los huesos en la salida del poder del jefe del Ejecutivo. Resulta triste comprobar cómo Sánchez emputece la democracia con la obsesión enfermiza de aferrarse al poder a toda costa. Y todavía resulta aun más denigrante comprobar cómo a su alrededor nadie es capaz de decirle la verdad tal y como es: que su situación política no tiene un pase y que la única salida es lisa y llanamente la dimisión y el abandono del poder.