Opinión

Las banderillas de José Bono

El pasado sábado los españoles sufrimos una nueva entrevista al socialista José Bono. No debe ser fácil perder protagonismo con los años y es ésta una manera intermitente muy eficaz de volver a la palestra. Los presentadores de La Sexta Noche hicieron un repaso por la actualidad política en busca de la opinión de este señor que se vanagloria constantemente de su larga experiencia, realidad que no se puede discutir. Comenzó la entrevista dando consejos al Gobierno para acabar con el estado de alarma el próximo 9 de mayo. Insistía en que había que confiar en el ciudadano, justo después de darle la mano a un sorprendido Iñaki López, que probablemente quedaría inquieto hasta finalizar para poder lavársela. Quedó claro que los consejos se los lleva el viento, lo importante es el ejemplo. ¿De qué tipo de responsabilidad presumía?

Continuó criticando las intervenciones de tres de los presidentes del PP que actualmente gobiernan en algún lugar de España: Nuñez Feijóo, Moreno y Ayuso. Se escandalizaba porque no estuvieran de acuerdo con las medidas de Sánchez. No terminé de entender ese escándalo, ¿acaso han demostrado previamente una comunión ideológica con el presidente? “La pandemia ha puesto de manifiesto que en España hay más partidismo que sentido común, porque no hay criterio único”. En este punto, se tiraba tierra sobre su propio tejado, puesto que esa cuestión está en manos del socialista que nos gobierna. Sin quererlo (o más sibilino, queriendo) estaba destrozando el Gobierno de Sánchez.

La siguiente pregunta giró en torno al mitin de campaña en la plaza roja de Vallecas: 35 heridos. “Vox no me pone. Lo sitúo fuera de mis emociones positivas”. ¡Guau!, qué rigor incólume. Afirmó en este punto que ser antimonárquico no te convierte en republicano. Eso es como decir que ser no ser blanco no te convierte en negro. Ciertamente, puedes ser amarillo. Y ciertamente, puedes desear una dictadura. ¿Se les ocurre alguna otra opción? También dijo que ser antifascista no te convierte en demócrata. La entrevista languidecía en sus manos, en una diseminación penosa de valores arrastrados por la árida estepa de sus ejercicios analíticos. Todo ello agitado por un deje al hablar que crispa un poco los nervios.

“Gabilondo ha sido fino al decir que con este Iglesias no”. Si eso es así, entonces Sánchez estuvo muy grueso al decirle en el 19 que sí. Ni él mismo se aclara cuando trata el tema del líder de Podemos: esto sí, pero aquello no. Se necesita más firmeza. Alabó su inteligencia, que considera muy superior a la de Anguita. En este punto, dudé en cambiar de canal, pero para entonces ya había decidido que tenía que escribir lo que estaba oyendo, así que aguanté hasta el final del interrogatorio, a pesar de que el resumen ya lo tenía claro: decapitando por el capricho de un exterminio intelectual, José Bono critica todo lo que no es PSOE. “La extrema derecha ha estado siempre más contenida; Podemos va en descenso”.

El último tema que se trató fue la defensa de la tauromaquia hecha por Ayuso. Afirmó que, “siendo blando”, esta mujer había demostrado “su debilidad mental”. No entendió bien este hombre lo que la presidenta quiso decir, y salió también por la tangente de criticar al programa por la pregunta tan absurda. Lo que la madrileña dijo exactamente fue que “la defensa de la tauromaquia es más que nunca la defensa de la libertad”. La traducción de esta sentencia, que Bono calificó de “ligera y tonta”, no tiene tanto que ver con el toro, el torero, el coso, la banderilla y el albero, como con el significado de no poder decidir libremente el ocio que uno quiere tener, la discusión abierta de qué es o no arte y el sacrificio de una tradición típicamente española por una banda de progresistas sin escrúpulos. Entendió Bono lo que quiso, agarrándose una vez a su larga experiencia.

Finalmente, le tocó el turno al que fuera su jefe, ahora amigo. ¿Cómo iba a matar al amante con el que había pasado la noche? Eso hubiera sido una sublime crueldad. Presume este hombre de conocer la naturaleza humana, pero parece que desconoce cuánta profundidad hay en una barbarie. La expresión de Zapatero y de Bono, los profundos ojos claros de ambos, emiten mensajes muy parecidos. Más dulcificados los del segundo, hay en ellos una falta de claridad que se traduce en inquietud casi violenta, están plenos de visiones sombrías y solemnes, con pulso suave de un verano sin crepúsculo. Son ambos algo así como una boca muda en la que no queda un grito, aunque PepeBono lo siga intentando en una lamentable agonía. Decepcionó mucho el sábado José Bono, tanto, tanto que esperamos no volver a verle poner sus ridículas banderillas.