Opinión

Atracción fatal

Me pregunto si el comportamiento de Pedro Sánchez con los delincuentes de todo tipo no tendrá una explicación de carácter patológico y si no existirá en el campo de las ciencias un nombre para definir la personalidad de alguien que siente una pulsión irrefrenable que le lleva a confraternizar con delincuentes de todo tipo. Porque a mi no me parece  normal esa querencia del Presidente del Gobierno de España hacia cualquier tipo de delincuente, ya sean nacionales o extranjeros, ya se trate de sediciosos en potencia o condenados, ya se trate de terroristas convictos o cómplices y/o jaleadores del crimen, ya se trate de dictadores en activo y/o violadores de Derechos Humanos proscritos en toda Europa y acogidos en España.

Bastaría con hacer un somero repaso del comportamiento de Pedro Sánchez desde que presentó la Moción de Censura contra Mariano Rajoy para que cualquier persona no sectarizada bajo la órbita de este “progresismo” tan  casposo como atípico que ocupa el Gobierno España acabe por exclamar:”¡esto no es normal…!”.

Hay quien trata de explicar este disfuncional comportamiento de Sánchez atribuyéndole una audacia sin límites que le lleva a hacer cosas inimaginables desde todo punto de vista de la lógica. Pero yo creo que no es saludable para él ni conveniente para el conjunto de los españoles confundir “audacia”  con una inclinación enfermiza hacia los delincuentes  y que se está convirtiendo en una especie de atracción fatal. Urge hacer el diagnóstico correctamente, porque caso contrario la enfermedad puede degenerar y llegar a convertirse en una especie de pandemia que afecte al conjunto de la familia política del Presidente.

Es posible que podamos encontrar en su propia personalidad y en su forma de ver y analizar la vida la explicación del comportamiento atípico de Sánchez respecto de las personas que violan las leyes. Puede que el hecho de que él alcanzara  la presidencia del Gobierno vulnerando todos sus compromisos y rompiendo todas las líneas rojas que el PSOE había establecido a lo largo de su historia explique sus sentimientos  de empatía y admiración  por tipos que se han saltado todos los limites legales para conseguir sus objetivos. Pareciera que él, que aún funciona dentro de los parámetros establecidos por las leyes, no pudiera evitar admirar a tipos que para conseguir sus objetivos se las han saltado todas.

La admiración de Sánchez por los delincuentes ha tenido su clímax cuando tras visitar a Torra -ese racista inhabilitado por los Tribunales a quien el propio Parlamento Autonómico ha retirado su acta de Diputado-  expresó que se sentía “lleno de emoción y honor”. Después de escuchar esa confesión cabe preguntarse si debemos de analizar el comportamiento de Sánchez desde una perspectiva más amplia que la meramente política.

El psicólogo estadounidense Lawrence Kohlberg, que presentó su tesis doctoral acerca del desarrollo del juicio moral, formuló en 1962 los niveles del juicio moral, dividiéndolos en tres estados evolutivos: pre convencional, convencional y post convencional. Las características básicas del desarrollo pre convencional son: “Orientación ingenuamente egoísta. La razón para la acción es la satisfacción de las propias necesidades e intereses, en un mundo en donde se reconoce que cada persona tiene intereses personales . Las relaciones humanas se ven en términos de intereses, negociables. La reciprocidad aquí no se da en términos de lealtad, gratitud o justicia sino de provecho”.

 Diría que esta definición se ajusta como un guante al comportamiento de Sánchez, un hombre sin empatía y ausente de remordimientos que para conseguir sus objetivos no tiene problemas en rodearse de personajes como él, porque personas que respondieran a otro tipo de principios éticos y morales no se prestarían. Por eso se encuentra tan a gusto con Torra, Otegi o Junqueras, delincuentes a los que admira.

 Cuando Sánchez inició su camino al lado de los delincuentes hubo quien pensó que ese comportamiento se debía a la coyuntura, que solo lo hacía para echar a Rajoy. Pero los acontecimientos posteriores han demostrado que desde la primera vez en la que Sánchez eligió socios entre los que eran “una competencia de la Guardia Civil”  lo hizo por gusto y no por necesidad.

Que Sánchez está fascinado por los delincuentes es un hecho. Que quiere blanquear su historia -además de perdonarles sus delitos- es una evidencia que se constata por su compromiso de rebajar las penas por sedición en el Código Penal mientras los autores del delito amenazan con volver a delinquir. Los pactos de Sánchez con los aliados de la narco dictadura de Maduro, con terroristas como Otegi, con el partido del delincuente Junqueras y su vasallaje ante el delincuente inhabilitado y racista Torra demuestran que siente una fascinación enfermiza por quienes vulneran las leyes y no respetan las sentencias de los Tribunales de Justicia. Desconozco si existe una patología clínica para describir este comportamiento y/o si se conoce tratamiento y cura; lo que se es que esta atracción fatal que siente Sánchez hacia los delincuentes es una rémora –y una vergüenza-  para España.