Opinión

Así es la educación leninista de Sánchez y Celaá

  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

Tan ocupados como estamos en denunciar las continuas fechorías de Sánchez en, por ejemplo, la ocultación sistemática del número de fallecidos por el maldito virus, o sus trapisondas para permanecer en el machito gracias a la infame complicidad de Ciudadanos, que, sin respuesta aparente, el Gobierno nos está introduciendo de rondón, a hurtadillas casi, unos proyectos revolucionarios para asentar su “nueva sociedad”, una denominación tan antigua como Lenin.   o quizá más moderna como Chaves y Maduro. Son proyectos para controlar la Sanidad hasta impedir la coexistencia pacífica y eficaz de la pública y la privada o, desde luego, una Ley de Educación que se hubiera aprobado con entusiasmo en cualquier asamblea de un país comunista. El engendro ya ha llegado a las Cortes y su discusión promete ser -así lo espero- una enorme ocasión para comprobar cómo el Frente Popular ensaya su propósito de cambiar copernicanamente la sociedad, llevarla a los alrededores del comunismo.

Esta sí que es una ley destinada a formar personas para el Partido en mayúsculas, para domeñar cerebros y convertirlos en asalariados de un objetivo unificador que sólo tenga réplica para el SI ovejuno. Para el disenso maduro y diferenciado la Ley Celaá es un libelo que transpira leninismo como la leña huele a humedad en los otoños. Al fin, el bodrio comunista que ha pergeñado una socialista radical, encierra un propósito primordial y nada oculto: cargarse la libertad y el modelo constitucional del 78. Estos trileros del poder han conseguido, sin que nuestra estúpida sociedad apenas se entere, que el bodrio de Celaá no se discute por el meollo de sus perversas innovaciones, sino únicamente por la imbecilidad de saber la distancia que debe haber entre cada uno de nosotros, qué distancia puede haber, sin multa, entre sus hijos y los nuestros. Ciudadanos, adquirido a base de tretas infantiles por Sánchez, se muestra óptimamente satisfecho por haber logrado, tras larguísimas y enjundiosas negociaciones, que la llamada “distancia de seguridad” se rebaje en España a ¡medio metro! Gran conquista del trío Garicano-Bal-Cuadrado.

Sánchez y su prójima Celaá han disfrazado con esta pueril bagatela el núcleo central de la leninista Ley de Educación. Los españoles como a veces (ahora, sin ir más lejos) actuamos como unos mastuerzos, nos hemos tragado el anzuelo, y así marchamos por las calles con un metro en las manos para medir las aparatosas y citadas “distancias de seguridad”. De la auténtica zafiedad comunista contenida en la Ley nada nos ocupa, por ello, para denunciarlo, me limito a plantear estas cuestiones en modo de preguntas a nuestro público en general:

Ya existen afortunadamente iniciativas de resistencia social, como “STOP Ley Celaá”, para oponerse a este auténtico ataque a la libertad que están perpetrando los socialcomunistas, pero hasta ahora permanece muy desdibujadas, en España las leyes de educación siempre han sido las que ha concitado más protesta general en las calles. Tengo para mí que ahora, cuando ya ha terminado el secuestro político al que nos ha tenido sometido Sánchez durante cien días, estas protestas se van a hacer patentes en nuestros pueblos y ciudades. El bodrio de Celaá es, probablemente, el más peligroso de todos los que están pariendo Sánchez y, en este caso y por encargo, su comisaria. Es una ley que, de aprobarse, supondría el fin de la libertad de enseñanza en España. Nada menos.