Opinión

Alejandro Fernández muestra a Feijóo el camino

En plena precampaña de las elecciones al Parlament me encontré a dos dirigentes del PP catalán. Habían hecho un aplec, un acto del partido, en una localidad turística y estaban tomando una copa.

Alejandro Fernández no había sido designado oficialmente todavía candidato y me preguntaron por él. «Yo no cambiaría el cabeza de lista a dos meses de unas elecciones», les dije.

Ambos eran críticos con su gestión. No con su labor como parlamentario -que nadie discute- sino con su dedicación al partido. Que no teman en todo caso los citados dirigentes si leen este artículo: soy una tumba.

De los aledaños de Génova también me preguntaron lo mismo: «¿Tú qué harías?». Repetí la misma respuesta: que era suicida cambiar de candidato a dos meses del 12-M.

Pero si cito ambas anécdotas es para que vean que Alejandro Fernández levanta resistencias no solo en Génova sino incluso en Cataluña. A veces hasta se lo he dicho al propio Alejandro. «Me dicen que no te dedicas al partido». «Eso no es verdad», responde siempre taxativamente.

El PP catalán es algo sui generis. Yo he visto con mis propios ojos, en el congreso del 2008, como abucheaban a Javier Arenas, el miembro de la dirección nacional invitado al cónclave.

Fue aquel en el que un fichaje estrella, Montserrat Nebrera, le disputó la presidencia a Alicia Sánchez Camacho, ahora en Madrid. Consiguió el 40% de los votos, pero luego quedó en nada. Nunca me lo había pasado tan bien en un congreso porque suelen ser una balsa de aceite. Fíjense en los del PSOE.

La verdad es que, como decía, Alejandro Fernández es un gran parlamentario. Eso también se lo he dicho más de una vez. Como aquella ocasión en que le dijo a Torra que se parecía más a un español que a un «saltador de pértiga noruego».

O una más reciente, en la que denunciaba el perroflautismo, el no a todo en el que se ha instalado la política catalana. Por ejemplo, hay una desalinizadora construida que no se puede conectar a la red eléctrica porque dijeron en su día no a la MAT, la línea de alta tensión.

No obstante, para que no se le suban los humos, también le digo con frecuencia que el mérito no es solo suyo. El nivel en el Parlamento catalán es tan bajo que no debe ser difícil destacar. Ahora se ha puesto de moda ir con chuleta. Creo que como en el Congreso de los Diputados o en el Senado.

He visto a diputados de Esquerra o de Junts leer su intervención en las sesiones de control al Govern. ¡A veces hasta las réplicas! Y eso que, en este caso, no son preguntas de control al ejecutivo, sino peloteo al consejero de turno.

Pero tiene otro mérito: más moral que el alcoyano. Hace años lo entrevisté y defendió que la única solución al proceso era la alternancia. Tenía razón, pero ya saben que, en Cataluña, vivimos dentro de una burbuja. El marco mental heredado por Pujol en el que los catalanistas son los buenos y el resto los malos. Casi pura chusma: botiflers, colonos, ñordos.

Hay que añadir una ley electoral -o mejor dicho, la falta de ley electoral propia- en la que el voto independentista está sobrerrepresentado. Y finalmente un sistema mediático a favor. No solo con la omnipresente TV3, sino con subvenciones a medios privados: diarios, radios, revistas, digitales. Así es muy difícil ir a contracorriente.

Pese a que, en Génova, siguen pensando que el mérito de los 15 diputados del PP es de Alberto Nuñez Feijóo. En Génova y diría que en algunos medios. El País titulaba al día siguiente de la jornada electoral: «Feijóo saca al PP del ostracismo en Cataluña».

Creen, en efecto, que pese al sorpasso a Vox, Alejandro no ha arrancado votos por la derecha. Al fin y al cabo, el partido de Abascal ha subido 30.000 votos y se ha mantenido en once escaños. Yo creo, en cambio, que el antiguo votante de Convergencia se ha ido a Salvador Illa. Y conozco algún caso.

Lo mejor sería coexistencia pacífica. En política no tienes que irte necesariamente de copas con el compañero de partido. Lo importante es ganar elecciones. Y Feijóo, el líder del partido, y Alejandro Fernández se complementan.

Pero tengo la sensación de que el PP solo ganará cuando supere el marco mental, no solo de Pujol como decía sino también del PSOE. Ellos son el «gobierno progresista» y el resto la «derecha y ultraderecha». Si Vox es extrema derecha -yo más bien creo que es derecha extrema-, Sumar y Podemos son extrema izquierda, ¿no?

En el caso catalán hay otra especificadad. Los populares creen que CiU puede resucitar. Que a la larga o a la corta podría haber un entendimiento con los posconvergentes si bajaran del burro. Que se olviden. Ni Puigdemont es Pujol ni la Convergencia de antaño volverá nunca. Sus nietos se han hecho independentistas.