Opinión
Bloc de notas

Y ahora, qué

«Este es un verdadero tsunami, hemos hecho historia». Bajo el lema Canviem el rumb. Posem límits al turisme, se produjo en Palma una manifestación contra la masificación turística. La Delegación del Gobierno, generosamente, la cifró en más de 20.000 personas faltando, quizás para contrastar, la valoración de la Policía Local, el número de gente que salió a las calles de Palma.

Un total de 111 entidades estaban adheridas en la convocatoria encabezadas por el GOB o la OCB, especialista ahora en algo más que cuestiones de lengua, CCOO, Assemblea Sobiranista de Mallorca o hasta Ciutadans per Palestina en un totum revolutum que a saber por qué acabaron protestando, entre otras cosas porque el turismo responde al patrón de masculinidad patriarcal.

Resumiendo, Menys turisme, més vida aboga por una economía «que garantice los derechos sociales y el trabajo digno, que atienda a los límites ecológicos de nuestro contexto insular, frágil, limitado y dañado». Punto redondo. Aproximémonos ahora a la realidad. Si Mallorca tiene una población grosso modo de un millón de habitantes, cuántos, qué multitud salió a la calle…

El PIB de Baleares es de 35.465 millones de euros, el peso del sector turístico sobre su economía es el más alto del país y representa el 44,8% del PIB, según los datos de Exceltur de 18 diciembre de 2023. La distribución del valor añadido bruto por sectores económicos muestra una estructura productiva en que el 82,2 % de la actividad económica se concentra en el sector terciario, mientras que el 9,6% restante se genera en la construcción, el 6,7% a la industria y energía, y el sector primario representa el 1,5%.

Y ahora, qué. ¿Por dónde y hasta dónde comenzamos a restar? Según la calle, hasta quedarnos en las raspas y salga el sol por Antequera. Según quienes piensan preservar un futuro sin destruir un modo de vida que ha proporcionado bienestar a unas pobres islas, esto es algo más complicado y hará falta ciencia, paciencia y aciertos. Nos jugamos el futuro, en efecto. Lo que no saben ni pueden ni quieren hacer, protesten lo que protesten, son, el GOB, la OCB y todas cuantas miniasociaciones que, cada una con su deriva, caben en un taxi.

MARTES: EL PUERTO DE YOLANDA. Agarrándose a un clavo ardiente entre su falta de protagonismo y su ninguneo por el PSOE, doña Yolanda, o sea Sumar, ha exigido al Gobierno «suspender de inmediato la implementación del plan de crecimiento y ampliación del Puerto de Palma, considerando el alto impacto ambiental y turístico que conllevará y el más que previsible impacto en los precios de la vivienda». Esta decisión parece querer responder a evitar el crecimiento y la creación de empleo. Como idea, no está mal, lo que ocurre es que ni una cosa ni la otra tienen algo que ver. Toda una vicepresidenta en el ejercicio de su gran clarividencia.