Opinión

‘Activista’, el nuevo y emergente negocio

  • Graciano Palomo
  • Periodista y escritor con más de 40 años de experiencia. Especializado en la Transición y el centro derecha español. Fui jefe de Información Política en la agencia EFE. Escribo sobre política nacional

Escucho este diálogo entre una «activista» de nuevo cuño y un paisano de cuño más vetusto.

– Y usted, señorita, ¿a qué se dedica?, pregunta el paisano.

– Yo soy «activista», responde orgullosa la joven que contempla cómo su interlocutor abre los ojos como platos.

– Y, perdone usted, ¿de eso se vive?

– Naturalmente que sí… No diría que opulentamente, pero es el mejor trabajo que me han ofrecido nunca… Y, además, ¡mola, mola mucho!

Cierto. Conozco «activistas» que han conseguido sostenerse un ratito largo en las televisiones tras activar su «activismo» protestando ante sedes gubernamentales (Barcelona) con sólo tener que presentarse con el torso desnudo. A partir de ahí, a repicar los argumentarios que les llegan a diario desde los sindicatos, de clase, naturalmente. Básicamente, poner a parir a los empresarios con ocasión y sin ella.

El negocio floreciente del «activismo» se pudo contemplar en vivo y en directo a bordo de la Flotilla del cachondeo. La superjefa global, doña Greta, se ha convertido en una millonaria al uso y nada tiene de extraño que levite después de que Donald Trump le haya mandado alguna caricia con las que suele agasajar el rubicundo inquilino de la Casa Blanca. Luego vendrían los «activistas» españoles, alguno de los cuales, tras su travesía cachondona y sin nada que llevar al coleto de los pobres y masacrados gazatíes, se han comparado a sí mismos como cautivos del antiguo Auschwitz en un ejercicio locoide, fatuo y desconsiderado para aquellas víctimas hebreas del Holocausto.

Bien estudio el tema, los «activistas» mantienen deriva constante y permanente hacia sectores donde las subvenciones gubernamentales arrojan orgías de dinero público fácilmente. Tampoco tienen que justificar mucho; baste decir que trabajan para algo de género, pozos de agua en África que nunca cavan o atención a menas o, en general, a asuntos relativos a los inmigrantes, ya sean hombres, mujeres o niños.

Así empezó José Luis Ábalos. Montando ONG a troche y moche en Iberoamérica, se hizo medio rico y luego se dedicó a negocios más fáciles y sabrosos. La izquierdona española lleva muchos años apesebrada en el «activismo», generalmente en causas que tratan de impedir que llegue la derecha, aunque tampoco les fue mal cuando gobernó el PP o gobierna ahora mismo en comunidades autónomas o ayuntamientos.

Las universidades y escuelas de negocios tienen que poner como asignatura fundamental cómo hacerse multimillonario presumiendo de «activista» progre y siempre dispuesto a salvarnos a todos de sus propias inexplicables jetas. El nuevo y emergente negocio atiende todas las áreas, todas en las que hay algo que rascar

PD. Están los activistas «jetas» de toda la vida que comen y beben sin dar golpe, y luego las activistas superjetas, verbigracia la tal Hanan Alcalde, la bailonga de la Flotilla, la Barbi de la cosa que aprovecha la ocasión para hacerse un hueco en la televisión cutre y hasta repugnante. Lo de la «meona» Colau, qué se va a decir… Si se cree que hasta es Scarlett Johansson… ¡La pobre!