Opinión

Acabará sentado en el banquillo

Los Principios de la Propaganda de Goebbels vienen a ser para el caudillo Sánchez algo así como los diez mandamientos. Tras descubrir su utilidad  para conseguir el poder (primero en el PSOE y después en el Gobierno de España, moción destructiva mediante), los adoptó como doctrina verdadera para instaurar el dogma de la trinidad (partido, familia y gobierno) y situarse en el centro como dios verdadero.

Desde el principio de simplificación y del enemigo único (las derechas, el trifachito, la fachosfera….) hasta el principio de exageración y desfiguración, Sánchez y sus propagandistas de la prensa pública y concertada han venido aplicando la doctrina de Goebbels para moldear la sociedad y llegar a convencer a mucha gente  de que piensa «como todo el mundo», creando una falsa impresión de unanimidad. Y, así, condenando al averno a quien no se somete  al dios verdadero que habita en la Moncloa, es como hemos llegado hasta aquí.

Ante la implosión de los escándalos de corrupción en los que están enfangados su gobierno, su partido y su familia, Sánchez intentó activar los principios que con tan notable éxito ha venido utilizando para deshacerse de cualquier adversario, ya sea en el PSOE o en las instituciones políticas. Su primera estrategia de defensa fue aplicar el principio de trasposición (cargar contra el adversario los propios errores o defectos, respondiendo al ataque con el ataque. Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan); después se puso a construir «argumentos» de ataque personal a partir de fuentes diversas que publicaban «informaciones» que de manera inmediata se demostraban falsas. A continuación, movilizó a los medios afines para aplicar el principio de la silenciación y acallar las cuestiones sobre las que no tenía defensa posible, disimulando las noticias que podían perjudicarle de manera más grave, como los negocios de la señora con la que duerme, el contrato de su hermano por una sociedad «cultural» que ha obtenido una millonaria suculenta subvención, las mascarillas fake pagadas con fondos europeos por la señora que preside el Congreso de los Diputados o las amistades íntimas del actual secretario de Organización del PSOE con quien da nombre a la trama corrupta y no deja de ser un recadero del PSOE y del Gobierno.

Es verdad que todas esas tácticas goebbelianas de defensa se han venido estrellando contra el desvelado de todas las prácticas mafiosas que ha venido aplicando desde su partido, su familia y su gobierno. Y que los ataques continuados contra las libertades, el libre albedrío, la convivencia entre españoles, la igualdad ante la Ley… que Sánchez ha venido perpetrando y que se superponían de tal manera que no nos daba tiempo a reaccionar en legítima defensa hoy se han tornado en actos de corrupción que afectan a su partido, su gobierno y su familia y que vamos conociendo a un ritmo tal que casi no da  tiempo a escandalizarse cuando uno nuevo se abre paso.

Así las cosas, que a nadie le quepa duda de que Sánchez tratará de darle vuelta a la situación llegando en su infame actitud tan lejos como sea necesario. Que nadie espere que reconozca culpa o asuma responsabilidad alguna; estamos ante un narcisista, psicopático y maquiavélico que se considera por encima del resto y, por supuesto, al que no le son de aplicación las normas y leyes que rigen para el resto de los mortales. Estamos pués ante una situación en extremo peligrosa. Pedro Sánchez morirá –políticamente, se entiende- más bien pronto que tarde; pero morirá matando. Si, matando; porque él, demostrado está, no hace prisioneros ni identifica adversarios; solo reconoce rebaño  de fieles o enemigos.

Conviene no descuidarse, sin perder la perspectiva de que llegará un día en el que habremos de redactar la acusación. Así que mientras vamos conociendo todos los extremos de la trama mafiosa, anotemos cada uno de los abusos llevados a cabo por su familia, su partido y su Gobierno. Hoy es buen día para recordar que los hijos de la luz pueden ser más sagaces que los hijos de las tinieblas. Así que a ello, amigos.