Opinión
Azul y rosa

2.206 españoles diferentes

  • Jaime Peñafiel
  • Periodista político y del corazón. Experto en noticias sobre la aristocracia y la familia real. Ex redactor jefe de la revista ¡Hola! y fundador del diario El Independendiente y La Revista. Escribo sobre la Casa Real.

El pasado 19 de este mes de junio, el Rey Felipe VI anunciaba la concesión de seis marquesados a otros tantos españoles (Rafa Nadal, Luz Casal, Cristina García Rodero, Teresa Perales, Jaime Alfonsín y Carlos López Otín) con motivo del X aniversario de su reinado. Un tratamiento, un honor con el que el soberano distinguía a ciudadanos por méritos personales o profesionales.

Aunque España es, por deseo del Rey, un reino sin corte ni cortesanos, simplemente un país de ciudadanos, un país democrático en el que todos los ciudadanos, en teoría, somos iguales ante la Ley. Pero no es exactamente así, ya que existen, según últimos datos, 2.206 españoles más estos seis últimos, tan diferentes como propietarios de las 2.700 noblezas (+ 6) existentes que, incluso, tienen su propio ministerio con el ampuloso nombre de Diputación de la Grandeza del Reino de España, organismo encargado de velar por la integridad y pureza de esos títulos nobiliarios existentes entre 151 ducados, 1.356 marquesados, 934 condados, 140 vizcondados, 169 baronías y 5 señoríos. E incluso de éstos hay 418 todavía más diferentes, ya que se les considera oficialmente como ¡¡¡Grandes de España!!! Algo así como la guinda de esa tarta que es el árbol genealógico de los aristócratas en un país, el nuestro, tan democrático, tan socialista. Pregunto: el resto de los 49.153.849 millones de españoles, ¿qué somos?

Hace unos años, un aristócrata español, el duque H…, se sintió postergado en una cena en la embajada de los Países Bajos en Madrid porque en la mesa no le habían colocado en el lugar que pensaba le correspondía por protocolo: «Soy duque y grande de España. Si no me cambian de sitio, que me vayan pidiendo el coche», exclamó indignado.

El embajador, que debía estar dotado de un diplomático e inteligente sentido del humor, le respondió: «Señor duque, en vez de coche habría que pedirle el carruaje».

Estoy seguro de que muchos de los lectores de OKDIARIO pensarán igual que el embajador holandés a propósito de los títulos nobiliarios, que es algo, cuando menos, trasnochado. Porque estamos a principios del tercer milenio, en pleno siglo XXI, y porque España es, por deseo del Rey, un reino sin corte ni cortesanos, una república coronada, simple y sencillamente un país de ciudadanos.

Franco también los concedió

Al lector le sorprenderá saber que la mayoría de los títulos nobiliarios que aparecen en la Diputación de la Grandeza, sobre todo los más modernos, han sido concedidos por el Rey Juan Carlos. Y algunos por… ¡Franco!, en calidad de jefe del Estado que fue desde el 1 de octubre de 1936 hasta su fallecimiento el 20 de noviembre de 1975. Aunque el Rey es el único que tiene «gracia» para otorgar títulos de nobleza, Franco la asumió por un decreto del 4 de junio de 1948. Y amparándose en este decreto, firmó treinta y ocho concesiones de títulos, aunque para justificarse añadió un patriótico preámbulo que decía que la concesión era un premio a «acciones heroicas y servicios extraordinarios dignos de parangonarse con las más famosas que registra nuestra historia». Resulta curioso que el primer título de nobleza que concediera fuera para un fusilado, José Antonio Primo de Rivera y el último para un asesinado, el almirante Carrero Blanco. El Ejército se llevó la palma con 16 generales ennoblecidos seguido de los falangistas con 10 títulos. La mayoría fueron suprimidos por la Ley de Memoria Democrática.

Juan Carlos, sólo 53 títulos

Pero muerto el general, se acabó la «gracia». Y cuando muchos españoles pensaban que con el advenimiento de la monarquía no sólo se iba a restaurar la antigua corte borbónica, con damas, gentilhombres y camareras, así como gracias y títulos con la facilidad con la que el Papa Clemente nombraba obispos y repartía hostias en el Palmar de Troya, el Rey Juan Carlos cortó las esperanzas que la nobleza española había puesto en él y se convirtió en el Rey de todos los españoles, sin corte ni cortesanos, sin más damas o camareras reales para la Reina que una secretaria, Laura Hurtado de Mendoza, y sin otro gentilhombre o ayuda de cámara para él, que un modesto hombre llamado Blas Leyva.

Desde el 22 de noviembre de 1975, fecha en la que Juan Carlos se convierte en Rey titular de la monarquía española, hasta su abdicación en 2014, ha concedido sólo 53 títulos de nobleza, incluyendo los otorgados a los miembros de su familia (6 ducados, 35 marquesados, y 6 condados). Resulta curioso que el primer título que concedió fue para doña Carmen Polo, viuda de Franco. Y el último, el 14 de mayo de 2014, días antes de la abdicación, para la catedrática Carmen Iglesias, para Valentín Fuster, el famoso cardiólogo y el investigador Santiago Grisolía.

Alfonso y María del Carmen

El 8 de marzo de 1972, tiene lugar en el Palacio de El Pardo una de esas bodas que los cronistas de sociedad califican como «la boda del año»: María del Carmen Martínez Bordiú Franco, la nieta más amada del general, se casaba con Alfonso de Borbón Dampierre, a quien su abuelo el rey Alfonso XIII mandó inscribir, en 1941, en el famoso almanaque Gotha con el tratamiento de «excelencia», ya que, según el soberano, los hijos de su hijo, el infante don Jaime, Alfonso y Gonzalo, no debían tener la dignidad de personas reales.

Pero desde que se anunció la boda, en los círculos próximos a El Pardo fue llamado y considerado «príncipe». Hasta Doña Carmen le hacía la genuflexión en público. Las presiones familiares dieron su fruto ocho meses después de la boda. Coincidiendo con el nacimiento del primer hijo, un decreto firmado por Franco, el 2 de noviembre de 1972, «facultaba a don Alfonso de Borbón Dampierre a usar el título de duque de Cádiz y el tratamiento de Alteza Real».

Consciente Franco de sus limitaciones para otorgar nobleza de tal envergadura como era la de príncipe, aprovechando que don Juan Carlos se encontraba de viaje en Inglaterra y, por supuesto, sin habérselo consultado previamente, a su regreso se encontró con la desagradable sorpresa de un decreto, ya firmado, en el que se nombraba a Alfonso «príncipe de Borbón» a petición del futuro Rey de España. A esto don Juan Carlos se opuso tajantemente amenazando, incluso, con marcharse. El entonces príncipe encontró a su esposa la princesa Sofía haciendo incluso el equipaje para marcharse a Grecia. Pero las presiones políticas y familiares que hubo les obligaron a ceder. Y María del Carmen Martínez Bordiú Franco se casaba, el 8 de marzo de 1972, en la capilla de El Pardo con el príncipe Alfonso de Borbón Dampierre, convirtiéndose ella en princesa.

Rechazaron el título

Afortunadamente no todo el mundo ha sido como los protagonistas de nuestra anterior historia. Porque aunque a ustedes, queridos amigos de OKDIARIO, les parezca increíble, sí ha habido quienes han rechazado el título nobiliario que les ofrecía el Rey. Con Franco, ni se hubieran atrevido. Estos protagonistas lo hicieron no por soberbia ni enemistad personal con don Juan Carlos, sino por coherencia con su manera de pensar. ¿Republicana?, ¡vaya usted a saber!

Tanto el ilustre bioquímico de renombre mundial y Premio Nobel de Medicina, Severo Ochoa, como el académico de la Lengua, Pedro Laín Entralgo, rehusaron, en su día, la distinción nobiliaria que les otorgaba el Rey. Por el contrario, Camilo José Cela se hizo bordar la corona del marquesado de Ira Flavia que el Rey le concedió, el 17 de mayo de 1996, hasta en los calzoncillos.

Chsssssss…

Según escribe Robert Rodríguez, «el Rey Juan Carlos, (si, el Rey) fue encontrado tirado en el suelo en la madrugada del 8 de julio, en la residencia de Pedro Campos, su íntimo amigo, en la localidad de Sangenjo, donde suele alojarse».

Aunque Felipe y Letizia se encontraban en Lugo, no se dignaron acudir a verle.

Interior deja sin dinero a la comisaría de la Zarzuela. Por ello, los escoltas de la Familia Real deben adelantar el importe de las dietas y la manutención cada vez que el servicio se realiza fuera de Madrid.

¿Por qué no lo paga él de su bolsillo?

Mientras la situación es la que es y con la que está cayendo, él se entretiene en probar el avión designado para la formación de su hija en la Academia General Militar del Aire.

Ha sorprendido que hayan aceptado la presidencia de honor del Top Líderes LGBTI que implica la máxima inclusión institucional que podríamos desear.

The Times le compara con el norteamericano John Gotti, mafioso apodado Don Teflón, debido a su habilidad para evitar ser condenado por los cargos que se le imputaban.

Hizo público el siguiente mensaje: «Como veis estoy perfectamente. No voy, como dicen, en silla de ruedas. Pueden decir todas las mentiras que quieran».

La familia de Adolfo Suárez se está planteando demandar a Bárbara por las acusaciones en sus memorias acerca de los presuntos encuentros con el ex presidente.

No se quita su gorra merchandising, «Make American Great Again», ni para dormir.

Al igual que hacía su madre, cuando viaja también lleva su rosco para el inodoro y el papel higiénico de una marca concreta. Y en su caso, su propia cama ortopédica.

Según Araceli Nicolás «el aumento de labios es el tratamiento estético al que más recurren las jóvenes». Más que el culo o las tetas.

«Demasiado triste, demasiado feo, demasiado turbio, demasiado malo». ¿A quién se referirá Iñako Díaz Guerra?