Naturaleza y arqueología

¿A quién no le va a gustar? Así prospera la naturaleza entre los restos arqueológicos

Las ruinas suelen encontrarse en lugares alejados de la civilización que ofrecen refugio seguro

Diversas especies de aves y peces eligen los barcos hundidos para alimentarse y procrear

La naturaleza es capaz de proliferar incluso en un ecosistema contaminado por bombas

Como sabemos gracias al vídeo viral del supuesto baptisterio romano del siglo primero, hay algo irresistible en ver cómo la historia se mezcla con lo más inesperado. ¿A quién no le va a gustar? Pues resulta que a la naturaleza también le encanta la arqueología. No por su valor cultural, sino porque esos testimonios del pasado ofrecen refugios ideales para multitud de especies.

Sobre todo si se trata de grandes construcciones en las que deja de ser habitual la presencia humana. Una circunstancia que animales y plantas aprovechan para colonizar tejados, muros, grietas, superficies y estructuras hundidas o abandonadas, convirtiendo lo que fue escenario de guerras, rituales o acuerdos comerciales en hábitats llenos de vida.

¿Por qué ocurre esto? La respuesta es bien sencilla: los restos arqueológicos suelen estar en zonas tranquilas y alejadas del centro de las ciudades, en lugares sin tráfico ni ruido que brindan, además, sombra, humedad, escondites y protección. A continuación presentamos varios ejemplos que demuestran que este tipo de parajes son, en muchos casos, auténticos paraísos de diversidad animal y vegetal.

Barcos hundidos

Así sucede en Maryland (Estados Unidos), en la bahía de Mallows, cerca de la desembocadura del río Potomac, donde se encuentran varios barcos de la Primera Guerra Mundial, que fueron intencionadamente hundidos en el lugar a finales de los años 20 del siglo pasado.

Casi cien años después, todavía permanecen en la zona más de 100 de las 169 embarcaciones abandonadas, convertidas ahora en auténticas islas con forma de barco, debido a que los sedimentos marinos han invadido la superficie de los pecios.

De todo ello se aprovechan especies como el águila pescadora, que gusta de anidar dentro de la vegetación, mientras que peces como el esturión del Atlántico, actualmente en peligro de extincicón, recurren a las zonas subacuáticas para alimentarse y criar.

Barco fantasma (Foto:NOAA / Office of National Marine Sanctuaries).

Bombas y munición

La naturaleza también se ha abierto camino en las frías aguas alemanas del Mar Báltico, en las que hay sumergidas 1,6 millones de toneladas de bombas y municiones de las dos guerras mundiales. El análisis químico del agua arroja altas concentraciones de compuestos explosivos que son altamente tóxicos para los organismos acuáticos.

Sin embargo, la epifauna —organismos que viven sobre el sedimento en el medio acuático— se las ha arreglado para salir adelante en este ambiente doblemente hostil.

Estudio científico

Como explica este estudio científico sobre el vertedero de munición de la bahía de Lübeck (Alemania) y publicado en Nature: «Este vertedero, previamente desconocido, que contiene ojivas en armazones de transporte, se ubica en una zona con deficiencia regular de oxígeno que dura de semanas a tres meses al año. Sin embargo, se observó que la superficie de las municiones estaba densamente cubierta por epifauna».

«La diversidad de epifauna no fue particularmente alta, con sólo ocho especies identificadas, pero las densidades son mucho mayores que, por ejemplo, las densidades de macrofauna registradas en diferentes partes de la bahía de Lübeck», añaden los investigadores. Entre las especies identificadas, figuran cangrejos, estrellas de mar, percebes, anémonas y ascidias.

Estrellas de mar. (Foto: A. Vdenin/Departamento de Investigación Marina, Wilhelmshaven, Alemania)

Vida en la necrópolis

La necrópolis etrusca de Banditaccia, ubicada en Cerveteri, a 43 kilómetros de Roma, es un reconocido conjunto arqueológico Patrimonio de la Humanidad. El sitio contiene más de 6.000 tumbas que datan desde el siglo IX antes de Cristo hasta la época del Imperio Romano.

También se está desarrollando allí el proyecto CoRAVe, una iniciativa de investigación de la Universidad Politécnica de Turín que pretende definir métodos de intervención preventiva para la conservación de ruinas arqueológicas inmersas en entornos con abundante vegetación.

La naturaleza y la historia se funden en la necrópolis de Banditaccia.

Equilibrio

El enfoque seguido por CoRAVe remarca la necesidad de mantener el equilibrio entre la vegetación y las ruinas, evitando tanto el descuido como las intervenciones excesivas.

En el entorno de Banditaccia hay una rica biodiversidad que incluye árboles propios del clima mediterráneo, como el pino y la encima. Además, las partes blandas de los túmulos y el suelo están cubiertas de pequeños pastos y flores silvestres, así como de leguminosas y margaritas. Los muros han sido colonizados por hiedras y otras especies que crecen entre las grietas.

Animales arqueólogos

Como estamos viendo, lo normal es que sea la naturaleza la que busque su acomodo en mitad de las ruinas. Pero también puede suceder lo contrario, y que sean los animales los que se lleven los restos a sus hábitats.

Así lo señala un estudio realizado por el CSIC y varias universidades españolas, que ha revelado la existencia en nidos de quebrantahuesos de 226 objetos humanos, entre los que se encuentran una sandalia de esparto del siglo XIII, y también fragmentos antiguos de cuero, textiles y una flecha de ballesta.

Nidos museo

Hay que tener en cuenta que a esta imponente especie de buitre, de casi tres metros de envergadura, le encanta construir sus nidos en cortados rocosos, donde se mantienen durante muchos años, hasta el punto de que es habitual que dichos nidos sean utilizados por varias generaciones de aves.

Las cuales, a su vez, tienen la peculiar costumbre de conservar los objetos en buen estado, casi como si fueran amantes de la arqueología o buscadores de tesoros ocultos en medio de la naturaleza.

Cosa que suena ciertamente descabellada, ¿o quizá no tanto? Lo que sí que dejan claro los barcos y misiles hundidos, las tumbas milenarias y los objetos medievales es que a la naturaleza también le interesa la historia. ¿A quién no le va a gustar?