Cambios en los árboles españoles

Hojas finas y raíces gruesas: la España vacía y el cambio climático transforman nuestros bosques

Un estudio de 445.000 árboles constata que hay más densidad forestal en toda la península debido al abandono agrícola y silvícola de las últimas décadas,

Los árboles de bosques de ribera disminuyen en las zonas más cálidas y algunas especies invaden territorios que ya no son tan fríos

  • Antonio Quilis Sanz
  • Periodista especializado en información medioambiental desde hace más de 20 años y ahora responsable de OKGREEN en OKDIARIO. Antiguo director de El Mundo Ecológico y colaborador en temas de medioambiente, ecología y sostenibilidad en Cadena Ser.

El aumento de las temperaturas y el abandono rural están cambiando el aspecto de los bosques españoles, es la conclusión a la que llegan tras estudiar la evolución de más de 445.000 árboles pertenecientes a 68 especies durante un cuarto de siglo en la Península Ibérica.

El estudio, liderado por el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (Creaf) y la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), ha señalado que las especies de árboles que comparten rasgos como raíces gruesas y grandes u hojas finas son las que más se están expandiendo en España debido al cambio climático.

Medio rural y clima

El trabajo publicado en Journal of Ecology, ha analizado cómo les ha afectado la combinación entre el abandono rural y el cambio climático y ha mostrado datos que muestran que en las zonas cada vez son más calurosas y secas «gana terreno» el pino carrasco (Pinus halepensis) y el alcornoque (Quercus suber), porque tienen tolerancia a temperaturas y sequedad más altas.

Los autores del estudio afirman que «se prevé que el cambio climático tenga un mayor impacto en las poblaciones de árboles ubicadas en los límites de sus tolerancias climáticas. Sin embargo, todavía hay incertidumbre sobre cómo la interacción entre el cambio climático y los rasgos funcionales impulsa cambios en la abundancia de especies de árboles en los límites climáticos, especialmente en el contexto del abandono de la actividad forestal tradicional».

Sin embargo, concluyen que «el abandono de las prácticas tradicionales contribuyó significativamente a la densificación forestal, alterando la abundancia de especies. Esta comprensión matizada enfatiza el papel fundamental de las prácticas históricas de manejo forestal en la moderación de los efectos del cambio climático».

Bosques de Ribera

Por otro lado, están disminuyendo las asociadas a bosques de ribera como el aliso común (Alnus glutinosa), que «ya estaban cerca de su límite» y, con el aumento de temperatura, ya no pueden vivir ahí.

Respecto a regiones más frías y húmedas, se están expandiendo algunas especies como el haya (Fagus sylvatica) y el roble de hoja ancha (Quercus petraea) y han disminuido coníferas como el pino marítimo (Pinus pinaster).

El motivo es porque los ecosistemas más gélidos se están volviendo «más cálidos» y los árboles que antes no podían establecerse porque hacía demasiado frío, ahora sí que pueden hacerlo. Además, otro motivo podría ser que hay mucha menos tala que antes.

Temperatura y sequedad

El autor principal del estudio, Josep Padullés, ha afirmado que cada especie de árbol, igual que cualquier animal, puede vivir en un gradiente de temperatura y sequedad determinado y, «si se sobrepasa este umbral por encima o por debajo, ya no puede crecer allí».

«La cuestión es que con el aumento de temperatura estas condiciones pueden cambiar y nuestra investigación aporta nuevos datos de cómo puede afectar a la distribución de los árboles», añade.

Raíces y hojas mejor adaptadas

El estudio señala que, en el caso de condiciones secas, destacan las especies con raíces más grandes y gruesas en relación con la medida total del árbol, ya que pueden acceder a capas más profundas del suelo para conseguir agua y «lidiar con la falta de agua».

En zonas frías, un factor que favorece la supervivencia son las hojas finas, «baratas de producir» y con mucha superficie para captar luz, hacer la fotosíntesis y conseguir nutrientes: esto hace que árboles planifolios y caducifolios, como robles o fresnos, tengan más tolerancia a la sombra y supone una ventaja en bosques frondosos.

En cambio, las coníferas, como los pinos, tienen hojas más gruesas, pequeñas y duras, que son útiles en zonas áridas porque pierden menos agua por transpiración, pero cuestan más de producir y no tienen tanta superficie para captar luz.