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Ni el gofio ni el ron: Canarias produce un tesoro único en el mundo, y está protegido por la Unión Europea

  • Ana López Vera
  • Máster en Periodismo Deportivo. Pasé por medios como Diario AS y ABC de Sevilla. También colaboré con la Real Federación de Fútbol Andaluza.

El archipiélago canario guarda un secreto de enorme valor cultural y económico que procede de un diminuto insecto cultivado en pencas de tunera.

Se trata de la cochinilla, reconocida desde 2016 con la Denominación de Origen Protegida (DOP) «Cochinilla de Canarias», una distinción que la convierte en un tesoro único en la Unión Europea.

La cochinilla de Canarias, un producto agrícola único con DOP en Europa

Este insecto, del que se extrae el ácido carmínico, es la base de uno de los pigmentos naturales rojos más apreciados en el mundo. El carmín canario, bajo el código E-120 en alimentos o CI 75470 en cosmética, aporta color a refrescos, caramelos, pintalabios o tejidos tradicionales.

Lo que diferencia a la cochinilla de Canarias frente a la de otros países productores es su vínculo con el clima árido del archipiélago y con un proceso de producción artesanal que ha sobrevivido al paso de los siglos.

La DOP garantiza que este producto cumpla los parámetros de calidad y autenticidad y que conserve un modo de cultivo heredado generación tras generación.

El método sigue siendo manual: desde la cría en tuneras, pasando por la recolección a mano con utensilios tradicionales, hasta el secado al sol, un proceso indispensable para que Bruselas avale su autenticidad.

Historia de la cochinilla en Canarias

El origen de la cochinilla se remonta a Mesoamérica, donde ya era utilizada como tinte en la época prehispánica. Su llegada a Canarias se produjo a inicios del siglo XIX, en un contexto de crisis agrícola en las islas.

Según recoge Marca Canaria, la introducción del insecto supuso una alternativa frente a cultivos en decadencia, como la vid o el azúcar, y coincidió con la expansión de la industria textil europea.

Durante varias décadas, el carmín se convirtió en motor económico del archipiélago. Inglaterra y Francia fueron los principales compradores de este pigmento, considerado entonces un producto de lujo.

No obstante, con la irrupción de los colorantes sintéticos a finales del siglo XIX, la cochinilla perdió protagonismo en el comercio exterior, desplazada por el auge del plátano y el tomate. Aun así, en zonas como Mala y Guatiza en Lanzarote, su cultivo nunca desapareció del todo, manteniendo viva la tradición.

La producción artesanal de la cochinilla en las islas Canarias

La cochinilla se cría sobre la tunera, un cactus que proporciona el entorno perfecto para este insecto. Solo las hembras, de mayor tamaño, contienen la preciada sustancia colorante.

El proceso comienza con la inoculación de las plantas mediante pequeños sacos llamados «rengues», continúa con la recolección manual de los ejemplares más desarrollados y finaliza con un secado solar natural, requisito indispensable para cumplir los estándares europeos.

Gracias a este sistema artesanal, Canarias conserva un método agrícola que combina sostenibilidad y tradición, aportando un valor añadido frente a la producción industrializada de otros países.

Hoy, pese a la competencia de países como Perú o México, la cochinilla canaria mantiene un lugar privilegiado gracias a la protección europea. Según informa Atlántico Hoy, la DOP ha blindado un sector que representa una fuente de ingresos para productores locales y un símbolo de identidad cultural y de prácticas agrícolas sostenibles.