Naturaleza
Especie invasora

Ni escarabajo ni mariquita: parece inofensiva pero es una de las especies invasoras más destructivas de España

  • Sofía Narváez
  • Periodista multimedia graduada en la Universidad Francisco de Vitoria, con un Máster en Multiplataforma por la Universidad Loyola. Editora en Lisa News con experiencia en CNN y ABC.

El impacto de las especies invasoras es amplio y variado. Desde aves que alteran cultivos hasta mamíferos que desplazan especies enteras sin que apenas lo notemos.

Este caso no destaca por su tamaño, ni por su fuerza, ni por colmillos. Pero actúa sin ruido, y cuando lo descubres, la palmera ya está perdida y no hay nada que hacer.

Esta es una de las especies más dañinas para las palmeras en España

Se llama Rhynchophorus ferrugineus, aunque todos lo conocen como picudo rojo. No es un escarabajo común, ni un simple bicho de jardín. Es un gorgojo de apenas 5 centímetros, rojizo, con un pico alargado, que se ha convertido en una de las plagas más agresivas para las palmeras. Y no para de expandirse.

Entró en España en 1994, por Granada, con palmeras ornamentales traídas desde el norte de África. Desde entonces ha colonizado zonas de Andalucía, Comunidad Valenciana, Murcia, Canarias y Baleares. Ha llegado incluso al palmeral de Elche, patrimonio de la humanidad, y lo ha puesto en riesgo.

La amenaza no es sólo paisajística. Este insecto destruye especies autóctonas como el palmito (Chamaerops humilis) y la palmera canaria (Phoenix canariensis), esenciales para el ecosistema.

En la zona mediterránea, si el clima acompaña, el picudo puede completar hasta cuatro generaciones en un año. Eso significa que en menos de 12 meses, una sola palmera puede verse infestada por decenas de adultos y cientos de larvas.

Además, los daños se notan en el bolsillo: jardinería, agricultura, turismo, artesanía… Todos pierden con cada palmera muerta. La desaparición de ejemplares en zonas urbanas obliga a talas, replantaciones y tratamientos costosos.

En el sector agrícola, afecta a especies utilizadas para la producción de dátiles o elaboraciones artesanales. Y en lugares como Canarias o Elche, donde la palmera es también símbolo cultural, el impacto económico se mezcla con la pérdida de identidad del paisaje.

Cómo se extiende el picudo rojo y por qué es tan difícil frenarlo

El problema empieza cuando el adulto localiza una palmera. Suelen preferir las enfermas, pero también atacan sanas. Los machos emiten feromonas, las hembras llegan, hacen un agujero y ponen los huevos dentro. A los pocos días, nacen las larvas. Ahí empieza el verdadero daño.

Las larvas se alimentan de los tejidos internos. Excavan galerías largas, silenciosas, y debilitan toda la estructura de la planta. Muchas veces, la palmera se viene abajo sin avisar. Para cuando hay síntomas visibles, ya no hay solución.

Hay métodos de control, pero ninguno es sencillo. Trampas con feromonas, nematodos que atacan las larvas, tratamientos foliares o endoterapia vegetal. También se prohíbe la importación de palmeras sospechosas y se hacen controles en viveros. Aun así, la plaga sigue avanzando.

En sitios como Murcia o Elche se han hecho esfuerzos importantes. Se han recuperado palmeras con tratamientos combinados, siempre que la yema apical no esté dañada. Pero el coste económico y logístico es alto, y no todas las zonas aplican los controles con la misma eficacia.

El picudo rojo es una amenaza directa. Puede que no imponga, pero mata. Y lo hace a gran escala. Lo que está en juego no es sólo la estética de un parque o un paseo marítimo. Hablamos de ecosistemas enteros, especies autóctonas en peligro, y un patrimonio natural y cultural que puede perderse.