La operación contra Bárcenas contó con hasta 4 topos de su entorno familiar y carcelario
El equipo policial montado desde la Dirección de la Policía para recuperar los papeles de Luis Bárcenas llegó a infiltrar hasta cuatro topos en el entorno familiar del ex tesorero del Partido Popular. Además del conductor Sergio Ríos, que cobraba por sus servicios con fondos reservados autorizados por la cúpula de Interior, los comisarios José Villarejo y Enrique García Castaño se servían al menos de otros tres colaboradores que les facilitaban información de los movimientos de Bárcenas, tanto en la cárcel como en su entorno familiar. Todos ellos eran también premiados con dinero “reservado” de Interior, según fuentes policiales.
Sin duda alguna, el infiltrado más importante era el conductor Sergio Ríos, de ahí que fuera compensado con un salario fijo de 48.000 euros durante dos años y con una plaza de subinspector en el Cuerpo Nacional de Policía. Todas las autorizaciones pasaron por la mesa de Ignacio Cosidó, entonces director general de la Policía. Sobre todo porque eran decisiones de tal calado que requerían el visto bueno del jefe del departamento.
Durante el tiempo que duró la ‘operación Cuisine’ –como se conocía internamente-, entre 2013 y el verano de 2014, la Policía contó además con los servicios de un preso suramericano de la cárcel de Soto del Real donde permanecía Bárcenas desde junio de 2013. El recluso hacía de intermediario con sus familiares cuando salía de permiso del centro penitenciario. Lo que desconocía el ex tesorero del PP era que había sido captado por la Policía para hacer de agente doble.
El recluso se entrevistaba en secreto con los agentes policiales antes de regresar a la cárcel madrileña. Además de facilitarles las consignas de Bárcenas, recibía instrucciones para espiarlo en la cárcel. Muchas de las filtraciones que se produjeron en aquellas fechas sobre las costumbres y movimientos de Bárcenas en Soto del Real procedían de las confidencias del topo policial .
El papel del preso era clave en el operativo policial porque, al mismo tiempo que trasladaba al hijo de Bárcenas o a otros amigos o familiares los mensajes de su compañero de módulo carcelario, mantenía informado a Villarejo y a la cúpula de la Policía. El infiltrado disfrutó de más permisos porque de esa manera aumentaba también el flujo de la información.
Asalto a un taller de la mujer de Bárcenas
Otro de los topos era un uruguayo que trabajaba en el taller donde Rosalía Iglesias, la esposa de Bárcenas, realizaba trabajos de restauración de muebles y cuadros. Los comisarios jefes de la misión secreta estaban convencidos de que Bárcenas ocultaba parte de la documentación en ese taller ubicado en el barrio Salamanca de Madrid.
Tal era la obsesión que llegaron a practicar lo que se conoce en el lenguaje de los servicios secretos como un CIR (Control Integral de Relaciones). Es decir una penetración durante la noche en el inmueble donde trabajaba la esposa de Bárcenas. Desde la Dirección de la Policía estaban convencidos de que los papeles y cintas del ex tesorero a rescatar, que afectaban a Soraya Sáenz Santamaría, María Dolores de Cospedal y Javier Arenas, estaban escondidos en un doble fondo de un armario.
Las cintas intervenidas a Villarejo en su domicilio de Boadilla del Monte (Madrid), actualmente en poder de la Unidad de Asuntos Internos (UAI), contienen conversaciones del ex comisario en las que se refiere a la entrada en el local de la esposa de Bárcenas. Los agentes de la UAI no han podido volcar y transcribir todas las cintas porque muchas de las grabaciones están encriptadas.
La misión policial contra Bárcenas contaba así mismo con los servicios del conserje de un inmueble próximo al domicilio del ex tesorero. Era una buena adquisición porque estaba al tanto de las entradas y salidas de la finca.
El cocinero de la ‘operación Cuisine’
La misión contra Bárcenas fue bautizada por el propio Villarejo como ‘Operación Cuisine’ (cocina, en francés), aunque en el grupo del comisario Enrique García Castaño y de la Dirección General de la Policía el nombre de guerra utilizado era Operación Kitchen (cocina, en inglés). ¿Y por qué «Cuisine»? Porque, según comentó el comisario Villarejo a sus colaboradores, toda aquella misión policial era una labor de cocina, donde se cocía todo.
Todos los topos eran conocidos en el argot del operativo policial con la clave «Cocinero» y a cada uno de ellos se le asignaban un número. Por ejemplo, el conductor Sergio Ríos era identificado como «Cocinero 1». Para contactar con el chófer de Bárcenas, Villarejo utilizaba también el seudónimo de «Tony».
Al final, quien se llevó la parte más grande de la tarta fue el chófer, quien en la actualidad está destinado como funcionario en unas dependencias policiales. El conductor de Bárcenas mantenía unas excelentes relaciones con la familia Bárcenas hasta que en el verano de 2014 empezaron a perder su confianza en él. Una serie de actuaciones y situaciones lo colocaron bajo sospecha hasta el punto que prescindieron de sus servicios.
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